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2 de Julio de 2013

La tesis de Atria: No es posible un proyecto viable de izquierda en Chile sin la DC

En el libro "Veinte años después: Neoliberalismo con rostro humano", Fernando Atria hace un descarnado análisis de los gobiernos de la Concertación y concluye que el nuevo proyecto de la izquierda debe mantener a su lado a la DC.

Por Nicolás Sepúlveda
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Fernando Atria fue el hombre que desató la polémica hace algunas semanas cuando propuso la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente utilizando un resquicio en la actual legislación. Quien integrara la comisión de cambio constitucional de la candidatura de Michelle Bachelet ahora relativiza sus dichos y plantea que “en política uno tiene que estar dispuesto a que a veces las cosas se puedan hacer de modos que no sean los más perfectos”.

En el libro lanzado esta semana, “Veinte años después: Neoliberalismo con rostro humano”, el académico de la Universidad de Chile hace un crudo análisis de los 20 años de la Concertación al mando del país. Según Atria, el pacto del arcoiris administró un modelo diseñado por la dictadura para neutralizar las aspiraciones políticas del pueblo. Dan lo mismo las intenciones. El resultado fue ese.

A la luz de su análisis, el ascenso de Sebastián Piñera y las posteriores movilizaciones sociales corrieron la discusión pública a la izquierda y rompieron la neutralización de la dictadura. A su juicio, se puede volver a hablar de izquierda en Chile, por lo que considera pertinente preguntarse qué instrumento político será el vehículo de las ideas de cambio. Ese es el objetivo central del libro, según sus propias palabras: “De lo que se trata es de insertar estos veinte años dentro de una narrativa. Necesitamos saber si lo hecho por la Concertación en estos veinte años puede ser entendido como parte de la historia del triunfo del neoliberalismo en Chile o como parte de la (pre) historia del socialismo chileno”.

-En el libro plantea la pregunta de si lo hecho por la Concertación fue un neoliberalismo con rostro humano o una social democracia en la medida de lo posible…

El libro es un intento de mirada de los veinte años, pero también de proyección de esa historia hacia el futuro. El punto no es definir cuál de las dos cosas fue, el punto del libro es que uno al mirar los veinte años no puede negar que lo que resulta al final es un país neoliberal. Eso se puede interpretar como que la Concertación traicionó su proyecto, o bien como que lo que hizo fue mantener un neoliberalismo con rostro humano porque era lo que había que hacer en ese período… no se trata de adjudicar responsabilidades por los veinte años. No hay una respuesta definitiva.

-Plantea que un proyecto de izquierda debe mirar al pasado, desde esa perspectiva ¿Es la Concertación el instrumento político que necesita la izquierda para lograr transformaciones en Chile?

En eso el libro asume una postura, la cuestión es más o menos abierta y va a depender de la postura de cada uno. El libro plantea que si, pero distingue dos cosas que se llaman igual, una es la Concertación (con mayúscula), y la otra es la Concertación (con minúscula). Una es la Concertación como alianza política, y la otra es la Concertación surgida como fruto de la unión de la Democracia Cristiana con la izquierda, que fue el aprendizaje del golpe de Estado. El libro plantea que la convergencia de las tradiciones social cristiana y de izquierda es algo que debe ser mantenido, independiente que la coalición política cambie, eso es algo de segundo orden.

En algún momento en el libro señala  que la alianza natural histórica de la DC es con la izquierda…

Es algo que espero que aprendan los demócrata cristianos a partir de la derrota del domingo. En la medida que intenten formar su identidad hoy en el conservadurismo moral, están perdidos. Lo que yo creo que tienen que hacer es ir a buscar su identidad en lo mejor de su historia: Reforma Agraria, promoción popular, sindicalización campesina… esas cosas. Y no ir a buscar las banderas que hoy son de la UDI: contra el matrimonio homosexual, contra el aborto. Yo creo que la DC está en una crisis de identidad, y en está campaña afirmaron su conservadurismo moral, y eso creo es un grave error, que les costó el tercer lugar en la primaria.

Respecto al rol de la DC algunos aseguran que es un partido que viene en retirada, que tuvo su auge en los  ´60, pero que ahora el centro político se abre a expresiones como la de Velasco.

Mirándolos desde la izquierda, la tradición demócrata cristiana que viene de Frei Montalva, que no era moralista como la de hoy día, es mucho más cercana a la izquierda que una expresión como la de Velasco, que es mucho más neoliberal.

-Habla de las dos corrientes que fundan la Concertación; social cristiana y socialista. ¿Cómo se acopla en esa alianza la matriz comunista? El PC está en pacto con lo que fue la Concertación.

No es que la izquierda tenga que ir hacia el Partido Comunista, sino que el PC está viniendo hacia la izquierda. Hoy el PC no es ni representa lo que representaba el comunismo hace 30 años, quedarse con ese problema del comunismo es una cuestión anacrónica, hoy ya no existe la Unión Soviética. Los comunistas van a tener que hacer su transformación hacia una versión más social demócrata. Y yo interpreto lo que ocurre  más que como una izquierdización de la Concertación, como un acercamiento del PC hacia la Concertación, que por ciento los acerca a la que ha sido la tradición del comunismo en toda su historia.

-Fernando, participó en las comisiones programáticas de Michelle Bachelet. ¿Cree que ella encarna el proyecto de la izquierda chilena?

Ella tiene conciencia de los problemas y de la necesidad de una transformación. Otra pregunta abierta es si la Concertación va a ser capaz de ser agente de ese cambio. Por ahora creo que vale le pena estar con ella, tengo un moderado optimismo que va a ser posible. Son apuestas, yo creo que si, aunque existe el riesgo que no y todo vuelva a ser como antes.

-Para avanzar en un proyecto de izquierda, ¿es necesaria la Asamblea Constituyente si o si?

Lo que si o si es necesario es hacer una nueva Constitución. La Asamblea Constituyente es la manera más perfecta para darse una nueva Constitución, pero cuál es la manera que se adopten según las circunstancias será algo que habrá que evaluar en su momento. Lo necesario es una Constitución sin las trampas como la de Guzmán.

-En el libro habla de las acusaciones de “traición” que pesan sobre los 20 años de la Concertación, ¿No cree que el tema de la Constituyente ya está instalado y que si se hace un cambio constitucional por el Congreso va a ser leído como una nueva traición a la calle?

Habrá que evaluarlo en el momento. No creo que haya ninguna razón para pensar que una nueva Constitución tiene que ser dada a través de un mecanismo preciso. Si bien la manera natural de darse una nueva Constitución es la Asamblea Constituyente, en política uno tiene que estar dispuesto a que a veces las cosas se puedan hacer de modos que no sean los más perfectos. La pregunta será si se llega a una nueva constitución a través de un mecanismo distinto, lo que resulte es efectivamente una nueva constitución o es la repetición del error de Lagos el 2005, de dar por nuevo a algo que no lo era.

-Habla de la problemática del socialismo. ¿El socialismo aun es el objetivo de la izquierda?

La pregunta hoy es qué quiere decir en el presente socialismo. Es lo que intenta responder el libro, el último capítulo es casi la mitad del texto. El socialismo que se conoció en el siglo 20 hoy ha dejado de ser un programa político realizable y no queda claro que valga la pena realizarlo en esos términos. Pero eso no quiere decir que la idea que está tras el socialismo haya que abandonarla.

Hoy hay que volver a la idea fundamental y preguntarse cómo esa idea se puede realizar o se puede transformar para que inspire un proyecto político, tomando en cuenta lo que pasó con los socialismos reales.

El rol de la DC

Atria subraya en su libro que los demócrata cristianos son parte fundamental de la concertación (con minúscula). Según él, históricamente han estado más ligados a la izquierda que a la derecha y hoy esa alianza sigue teniendo sentido. “Hoy, cuando la distinción pinochetismo/antipinochetismo ha dejado de ser la distinción central de la política chilena, es importante determinar si esa convergencia era reducible a la oposición a Pinochet o si esa oposición solo fue algo que hizo más rápido y más transparente una convergencia que tenía raíces más profundas en la propia tradición demócratacristiana. Si esta segunda posibilidad es la correcta (como las consideraciones anteriores llevan a pensar), el hecho de que la Concertación en tanto alianza antipinochetista y democratizadora haya cumplido su función no quiere decir que la concertación en tanto convergencia de tradiciones carezca de sentido”, afirma el constitucionalista en el sub capítulo “La Concertación como convergencia de tradiciones”.

En el análisis se asegura que la alianza DC – PS fue uno de los aprendizajes de la dictadura y que ambas matrices políticas se necesitan: “Pero aun si este fuere el caso, y en la forma en que existió durante esos veinte años la Concertación haya caducado, la idea de que no hay un proyecto político de izquierda sin la unidad política y social del pueblo seguiría siendo verdadera”, asevera  Atria en el texto, recurriendo a la tesis lanzada por Radomiro Tomic en los ´60.

Pasajes destacados “Veinte años después: Neoliberalismo con rostro humano”

La administración y neutralización de la neutralización

“En un sentido bastante obvio, esto era inevitable: las instituciones chilenas fueron explícitamente diseñadas para neutralizar, no canalizar, la agencia política del pueblo chileno. Como discutiremos detalladamente en este libro, esto llevó a la Concertación, durante sus veinte años, a administrar esa neutralización. Por eso hoy la deslegitimación del sistema institucional (la demanda de nueva constitución) y la crítica a una Concertación que habría traicionado al movimiento que la llevó al poder después de la gesta del 5 de octubre, son en realidad expresión del mismo descontento.

La función de administrar la neutralización que la Concertación de hecho desempeñó quedó en evidencia en 2011, cuando el movimiento estudiantil reemergió  bajo un gobierno de derecha. A mi juicio, esta última circunstancia explica parte de la diferencia entre la magnitud política alcanzada por el movimiento estudiantil en 2006 y 2011. En efecto, en 2006 los estudiantes fueron capaces de causar un impacto suficiente para modificar la agenda política de la presidente Bachelet, pero no el “modelo” político institucional. En lo que impugnaba ese modelo, el movimiento de 2006 fue neutralizado en 2007, de un modo que ya se ha asegurado su ingreso a la iconografía de esos años: mediante un nuevo “acuerdo amplio”, esta vez celebrado por todos los partidos políticos con las manos en alto. Este acuerdo fue en su momento considerado un ejemplo de virtud y “amistad cívica”; Bachelet dijo que él “evidencia y recuerda con mucho orgullo lo que las fuerzas políticas de nuestro país son capaces de hacer cuando ponen por delante el interés nacional”. Pero esta interpretación de las manos entrelazadas no sobreviviría al movimiento estudiantil de 2011. Desde 2011, ese acuerdo es el ejemplo más perspicuo de un sistema institucional incapaz de responder a demandas reales de cambio; es el paradigma de la neutralización, de una “clase política” cerrada sobre si misma e incapaz de ver más allá de sus narices. Esta resignificación del acuerdo de 2007 es una manera de mostrar la diferencia entre el movimiento de 2006 y el de 2011: mientras el impacto de aquel pudo ser asumido en términos de la transición (es decir, neutralizado), este fue capaz de impugnar esos términos al volverlos, por así decir, contra ellos mismos”.

De La Unidad política y social del pueblo

“La Concertación misma, entonces, es solo un accidente, pero la Concertación no lo es. Y la pregunta es hoy es si la Concertación tiene algún sentido más allá de las exigencias estratégicas del sistema binominal, si hay algo que justifique que esas tradiciones entiendan (cristiana y socialista), cada una de ellas a su manera, que tienen un futuro político común, un proyecto que para cada una  puede ser visto como una manera de ser fiel a sí misma. La tesis que guía el libro es la de Tomic: si no es posible formular un proyecto que de ese modo apele a ambas tradiciones, que pueda ser apropiada desde cada una de ellas como lo que la lealtad a su historia le exige en la hora presente, entonces no es viable un proyecto político de izquierda. Por esto la Concertación y sus veinte años son importantes. No por “resucitarla”, sino porque hoy no es posible pensar un proyecto de izquierda que no dé cuenta de ella”.

 De Neoliberalismo con rostro humano

“Así, por ejemplo, es comprensible que el gobierno de la Concertación haya salido  en defensa de Pinochet cuando este fue arrestado en Londres. Dicho de otro modo, es razonable pensar que la posibilidad de un juicio y condena a Pinochet en España habría significado  una tensión demasiado fuerte para la convivencia política nacional, crispando las relaciones con la oposición y haciendo entonces todo más difícil. Pero al escuchar el modo en que los propios funcionarios de gobierno defendían a Pinochet era difícil creer que lo hacían como parte de un cálculo político; la convicción era demasiado evidente. A mi juicio la explicación para el extraño espectáculo de escuchar a José Miguel Insulza defendiendo un inexistente (por asimétrico) principio de “jurisdicción territorial” como parte esencial de la soberanía, es que la detención de Pinochet en Londres puso al arreglo al que la Concertación había llegado con Pinochet bajo la mirada del mundo. Y entonces había que defender lo hecho, o aceptar que se había transado más allá de lo razonable”.

De ¿Importa la Concertación?

“Ya fuera del gobierno, la Concertación concurrió con sus votos a un royalty que garantiza invariabilidad por más de una década, a una “revolución educacional” que agudiza las características que hacen del sistema educacional chileno uno altamente segregado, etc. Más espectacularmente, quedó tan descolocada como la derecha por el movimiento estudiantil de 2011, cazada en exactamente el dilema entre defender lo hecho durante sus veinte años o hacer suyo e intentar articular el descontento manifestado en la calle. Si ahora que no tiene la responsabilidad de gobernar continúa siendo incapaz de esto último, ¿puede evitarse la conclusión de que solo el voluntarismo político evita reconocer el neoliberalismo de la Concertación”.

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