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23 de Agosto de 2013

La guerrilla olvidada del 11

La investigación periodística de Ignacio Vidaurrazaga recoge las historias de quienes, armados, defendieron la Unidad Popular el 11 de septiembre de 1973. "La historia de los vencidos que no quedaron derrotados", asegura su autor.

Por Nicolás Sepúlveda
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“¿Cuál era el Chile de ese entonces para qué estos cabros salieran a perder la vida?”, se pregunta el periodista Ignacio Vidaurrazaga, cuando relata la historia de los cientos de hombres que el 11 de septiembre de 1973 decidieron salir a enfrentar a los militares a la calle para intentar frenar el golpe de Estado.

Hasta ahora, poco se ha dicho sobre quienes se alzaron en armas para combatir a los golpistas el mismo 11, pero Vidaurrazaga está pronto a lanzar “Martes once la primera resistencia”, un libro que recoge estas historias y que cuenta con material inédito: testimonios y entrevistas a quienes pelearon en La Moneda, en el centro de Santiago, en Tomás Moro, en La Legua y en Cerrillos. “Sin el bombardeo a La Moneda, algo se podría haber hecho, antes de eso muchos creían posible llegar hasta el centro a rescatar a Allende”, cuenta el investigador que a la vez formó parte de la misma historia.

“Este es un libro que trata sobre los que fueron vencidos, pero no quedaron derrotados”, reflexiona. Según él, “los combatientes del 11 fueron incómodos para la transición. Cuando los GAP han querido velar los restos de sus muertos en locales del PS, les han puesto problemas”.

En días de abundantes reportajes televisivos relativos a la dictadura, el periodista señala que quiere marcar una diferencia: “Quiero poner la historia en DVD. En los programas actuales está negada la resistencia: las armas, la viejita que esconde el barretín, la clínica clandestina de combatientes… esa historia fue negada por el NO y por el dedo de Lagos”.

El intento armado

El 11 de septiembre Vidaurrazaga figuraba junto a compañeros suyos del Frente de Estudiantes Revolucionarios, el órgano estudiantil del MIR, en una fábrica ubicada en el sector de Mapocho esperando que llegaran las armas prometidas para enfrentar a los militares, cosa que nunca pasó.

En el centro de Santiago más de 50 hombres, de cuello y corbata, se transformaron en francotiradores y se apostaron en los ventanales del Ministerio de Educación y de la Torre Entel. También son ocupadas como puestos de combate las oficinas del Banco Estado, de La Nación, del Ministerio de Hacienda y del ex edificio del Seguro Obrero. Son militantes del regional centro del Partido Socialista.

El autor se pregunta si el destino del país hubiera cambiado si la coordinación de la defensa armada del gobierno de Allende hubiera estado mejor preparada. En el libro cuenta que en la misma mañana del martes 11 las direcciones del PS y el MIR comenzaron a diseñar un plan de salvataje de La Moneda. El Partido Comunista había ordenado temprano el repliegue de sus fuerzas.

En el sur de Santiago se constituye la “columna de Agustín”.  Agustín es en realidad Arnoldo Camú, jefe de los elenos en Chile, el grupo armado del PS que prestó ayuda a la guerrilla del “Che” Guevara en Bolivia. Todos los combatientes que la forman pertenecen al aparato militar del PS. Son entre 100 a 120 hombres armados con AK – 47 que se mueven desde el Estadio La Feria hasta la fábrica Indumet. Ahí se juntan con los máximos dirigentes del MIR, comandados por Miguel Enríquez.

Vidaurrazaga asegura que solo entre las fábricas Sumar e Indumet, se contaron más de 200 hombres en armas. La mayoría trabajadores de los cordones industriales de la zona, a los que sumaron militantes PS y MIR, además de algunos pobladores comunistas de La Legua que desobedecieron las órdenes de su partido.

Uno de los testimonios inéditos del libro revive los sucesos ocurridos en las fábricas de la zona sur de Santiago. Sergio Parrau, después de 39 años de silencio, entregó su relato. Él formó parte de la “columna de Agustín”, y se enfrentó a las fuerzas golpistas en la Planta Sumar. Desde una copa de agua relata como disparó a un helicóptero Puma del Ejército que pasaba sobre ellos.

Yo disparé en contra de ese helicóptero y no sé adónde iría a parar. Cada uno disparaba individualmente, no había un orden. Como éramos atacados, me refugié detrás de un poste y desde ahí disparé, sentía pasar las balas cerca, era un combate, no era ningún juego de niños. Disparábamos tiro a tiro, porque había que cuidar el parque…uno no sabía qué había por delante, si íbamos a estar todo el día o parar; recuerdo que luego desde Sumar nos trasladamos a otro lado con Camú.

Las historias de resistencias se repiten en Cerrillos, donde otro grupo de miristas busca romper el cerco. El libro lo retrata así:

Ha caído la noche en Santiago y el Chino, Javier Bertín es parte de una estructura mirista dispuesta a resistir en el territorio del Cordón Cerrillos. El Chino es cercado por una patrulla de la FACH y los enfrenta lanzándoles una granada casera, que en los primeros minutos ni siquiera explota. Es reducido de dos balazos de fusil, y ya detenido es entregado a la comisaría de carabineros más cercana, como él lo testimonia.

Cuando vamos caminando el Sargento me dice: …pucha cabro para que siguen en esto si la cosa ya se dio vuelta, Allende murió…casi como un papá… y yo le digo… con nuestra mentalidad de trabajo en F… no, si todavía hay capacidad de lucha, los trabajadores y ustedes que tienen las armas, en lugar de estar con los poderosos deberían estar con sus hermanos, y el Sargento me mira y me dice: ¿tú eres del MIR no? Y recién en ese momento me pego la cachá que las cosas han cambiado un poco en Chile y le digo: no, yo soy de izquierda…no me dice él, tú eres del MIR.

La historia del Chino continúa, y se entrelaza con otros que también cayeron durante los enfrentamientos:

Para el Chino, más tarde vendrá la cárcel y un Consejo de Guerra. En ese lugar de Santiago cuando ya es de noche, las patrullas de la FACH aún respetan ciertos procedimientos que Carabineros de La Legua no aplicaría algunas horas antes, cuando encontró herido y botado en la calle a Eduardo Ojeda Disselkoen, León y opta por rematarlo.

Esa desesperada resistencia está representada en Enérico García custodio de la Comisión Política del MIR, quien protegerá en la retirada a Miguel Enríquez y los demás integrantes de su dirección, en los momentos que rompían un cerco en la industria Indumet, donde los partidos intentaban a destiempo coordinar el rescate de Allende. Hay heridos en los enfrentamientos y allí estará la enfermera Celsa Parrau, militante socialista que se queda a prestar primeros auxilios en esa fábrica. Pronto, será apresada y estará entre las 100 mujeres que la noche del 11, estarán prisioneras en el Regimiento Tacna.

Resistencia en La Moneda

El testimonio de Juan Osses, de chapa Silvio, es esencial, porque es uno de los tres GAP (Grupo de Amigos del Presidente) que sobrevivió a los combates del 11 en La Moneda. Su historia es paradójica porque ese mismo martes Juan se casaba. En su maletín guardaba la sub ametralladora Walter junto a una camisa y una corbata. El mismo día que iba a enlazarse con una mujer como un acto de amor, vio derrumbarse por completo el gobierno que defendía poniendo en riesgo su vida. A las once de la mañana se casaba, y a las nueve llamó por teléfono para avisar que no iba a poder llegar… estaba combatiendo en La Moneda.

Antes, acompañó al presidente en el traslado desde su residencia en Tomás Moro hasta el palacio de gobierno. Bajando por la Costanera el grupo pudo constatar el despliegue de las fuerzas militares:

Ya teníamos la visión de que estábamos rodeados por un primer círculo que iba a empezar a hacer fuego. Después evidentemente venía otro círculo que es donde caen los compañeros que venían de Tomás Moro. Suponíamos que eran por lo menos tres círculos concéntricos en torno a La Moneda. Habían instalado artillería pesada en la plaza Bulnes —cañones 105 mm— y tanques que disparaban hacia La Moneda y, por esa misma calle, comandos francotiradores metidos en los techos de los ministerios que quedaban en Teatinos.

Pasadas las nueve de la mañana, el combate se hace intenso y dentro de la casa del gobierno Osses verá caer a algunos de sus compañeros. En total, unos 25 GAP combatieron junto al Presidente Salvador Allende, el doctor, como ellos lo llamaban:

Ese es el momento, cuando al Manque le llega una ráfaga que lo tira contra la pared de atrás. Para mí, fue súper impactante porque era mi amigo y lo veo que sale disparado con una ráfaga de ametralladora, seguramente de uno de los tanques. Me giro, y veo que está apoyado con la cabeza contra la pared, tiene el estómago abierto y las tripas afuera y su arma queda caída. En ese momento tuve que tomar una decisión, mi dilema era si lo ayudaba o seguía combatiendo, lo volví a mirar y para mi estaba muerto. Dejé a mi amigo y seguí combatiendo como loco, no sé, cuánto fue el tiempo que pasó. Sentí que el tiempo se detenía. Manque no gritó nada… nada.

En otro pasaje, Osses describe el intenso fuego cruzado que se desató antes del bombardeo, cuando los hombres de la UP disparaban desde palacio y desde los ministerios que rodeaban la Plaza de la Constitución. Los militares pasaban a la ofensiva utilizando sus tanques:

Entre las 09:30 y las 10:30 se intensifica progresivamente el ataque de las fuerzas que integran el cerco militar a La Moneda. El repiqueteo de las ametralladoras punto 30 y punto 50 emplazadas en los tanques comienza por el costado de la Plaza de la Constitución más próximo a la oficina presidencial. De inmediato hay respuesta de fusilería tanto desde La Moneda como de los edificios que rodean la plaza. El intercambio es ensordecedor. Los tanques buscan crear las condiciones para avanzar junto a las tropas de infantería, pero no pueden lograrlo a causa de la intensidad del fuego. Los soldados retroceden, pegan sus cuerpos a los blindados M-41 para resguardarse o se parapetan bajo los escaños; algunos, incluso, se acuestan en el pavimento. ‬

La parte de los militares

Según el registro oficial recogido por el libro, el Ejército declaró cinco muertos y doce heridos durante los combates del martes 11. Carabineros no entregó un número exacto, pero Vidarrauzaga calcula que no fueron menos de doce los policías fallecidos durante esa jornada.

La historia de combate de las Fuerzas Armadas también está contada en el texto a partir de las declaraciones que decenas de sub tenientes, tenientes, capitanes y mayores del Ejército prestaron al juez Mario Carroza, en la investigación por la muerte de Salvador Allende. Con este material, el autor describe el cuadro operativo de los militares ese día, desde donde se desprenden antecedentes  como que uno de los pilotos de los Hawker Hunter que bombardearon La Moneda, “Rufian“,  resultará ser el ex Comandante en Jefe de la FACH, Fernando Rojas Vender.

“¿Cuántas veces el general Rufián debió concurrir al Palacio de La Moneda por actos oficiales? ¿Departió en los mismos salones que había bombardeado con los cohetes SURA…?”, son preguntas que se hace el autor ante los antecedentes.

Según los mismos testimonios, el 80% de los mandos de oficiales que ingresaron a La Moneda la mañana del martes 11, durante los 90´s llegarán al generalato de la institución. Los pañuelos naranjos y los brazaletes blancos con tortugas, contraseña de los golpistas esa mañana, tomaron sentido para el periodista, quien asegura que pudo armar el puzzle de la actuación de las Fuerzas Armadas, contrastando las distintas versiones sobre los hechos.

La resistencia negada

Vidaurrazaga manifiesta su extrañeza por la actitud de vergüenza que asumen muchos de los que resistieron la mañana del 11, lo que atribuye al impacto generado por 17 años de dictadura: “En Chile a diferencia de muchos países europeos, es aún infrecuente que se asuma: fui un resistente…estuve en la Resistencia y que ello se traduzca de inmediato -al menos en la mayoría de los casos- en motivo de orgullo y reconocimiento social. Aquí, la dictadura instaló los conceptos de subversivo y terrorista y esos han perdurado en el tiempo. Quizás, ello explica que transcurridos 40 años aún existan personas, que por razones de trabajo o familiares, aún no se decidan a compartir sus experiencias resistentes, particularmente armadas en las que participaron ese día y durante los 17 años siguientes”.

Las marchas del movimiento estudiantil el 2011 es una de las razones para rescatar estas historias, según apunta el autor: “En este nuevo clima de cuanto contar y decir, las movilizaciones del 2011 han sido determinantes. No fue casualidad ver en las multitudinarias marchas estudiantiles y sociales de estos años a actores personificando a Salvador Allende y Miguel Enríquez u otros personajes históricos. ¿Qué reivindicaban los jóvenes en esos liderazgos? O dicho de otra forma ¿Que habían tenido, hecho o dicho ellos, que les faltase a los líderes actuales?.

El libro está dividido en dos partes. La primera relata minuto a minuto los sucesos del once y está acompañada por abundante infografía relativa a los movimientos de militares y de resistentes. La segunda presenta siete entrevistas, que reúnen algunos de los testimonios reproducidos por esta nota, además de conversaciones con Andrés Pascal Allende y el oficial constitucionalista Santiago Bulnes, entre otras.

“Martes once la primera resistencia” será publicada por LOM y se lanzará el próximo 4 de octubre en la Biblioteca de Santiago. Será presentado por la premio nacional de periodismo, Faride Zeran; el dirigente de los subcontratistas de Codelco, Cristián Cuevas; el ex dirigente estudiantil, Giorgio Jackson; y el actual presidente de la FECH, Andrés Fielbaum.

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