Habla sobreviviente de las armas químicas de Pinochet: "Yo fui envenenado con botulínica"
Guillermo Rodríguez anuncia una querella en contra de la ex directora del ISP que reveló que el 2008 destruyó ampollas de botulina que estaban escondidas en el organismo público: "Ella destruyó pruebas", señala haciendo referencia a la investigación que lleva adelanta el Juez Madrid.
A Guillermo Rodríguez le dicen el “Ronco”, debido a las consecuencias que en su organismo dejó la toxina botulínica, o botulina, una de las armas químicas que utilizó la dictadura de Pinochet para eliminar a sus opositores. El apodo no es antojadizo, su voz delata el accionar de la sustancia y hasta el día de hoy tiene dificultades para respirar.
Su caso estalló el 8 de diciembre de 1981, cuando un grupo de ocho presos de la Cárcel de Santiago pública resultó intoxicado. La prensa de ese entonces habló de las extrañas circunstancias en que se produjo el hecho y la versión oficial apuntó a que los reclusos habían consumido comida en mal estado. Incluso, se dijo que todo había sido producto de la ingesta de “pájaro verde”, un licor artesanal que se producía en los recintos penitenciarios. Pero la verdad era otra.
Según el diagnóstico médico, los ocho presos, cuatro políticos y cuatro comunes, habían sido envenenados con la tóxina botulínica. Los síntomas eran claros: vómitos, ceguera, convulsiones y pérdida de conciencia. Dos de los afectados murieron producto de la intoxicación: Víctor Corvalán Castillo y Héctor Pacheco Díaz.
Rodríguez está convencido que la presa era él, y que el resto resultó perjudicado producto de las circunstancias. Al entonces jefe de las Milicias de Resistencia Popular del MIR lo habían detenido en agosto de ese mismo año y un consejo de guerra lo había condenado a cadena perpetua. Dos semanas antes del envenenamiento una extraña visita a la cárcel le había llevado de regalo una torta… estaba contaminada con tánax.
En esta entrevista con El Dínamo, el “Ronco” anuncia una querella en contra de Ingrid Heitmann, la ex directora del Instituto de Salud Pública que hace pocos días reveló que el 2008 destruyó ampollas de butolína que permanecían escondidas en los subterráneos del organismo. “No puede ser que una funcionaria de ese nivel no sepa que existen procesos abiertos y haya optado por destruir pruebas”, asegura haciendo referencia a la investigación que lleva adelante el juez Alejandro Madrid y que ha unido su causa con el magnicidio de Eduardo Frei Montalva, que por esos mismos días de 1981 moría en extrañas circunstancias en la Clínica Santa María.
– ¿Qué te parece la información que reveló la ex directora del ISP?
Es raro lo que ha pasado ahora, porque ella dice que destruyó una cantidad de botulínica y eso me parece aberrante. Yo advierto, me voy a querellar contra ella. No puede ser que una funcionaria de ese nivel no sepa que existen procesos abiertos y haya optado por destruir pruebas.
Es extraño lo que ella hizo, es extrañísimo que el juez Madrid no haya llegado ahí, donde estaba la botulina. Es raro que ella no le haya advertido a los PDI que fueron al ISP a investigar que había botulina en los subterráneos.
Como sea, esto es un argumento para mi caso, porque es la primera funcionaria que reconoce que el Estado tenía esta arma química.
– Tu caso fue inédito, la dictadura no había intentado hasta ese entonces envenenar en la cárcel a sus opositores, ¿Cómo saben que fue botulina?
La botulina produce una parálisis general. Ataca el sistema nervioso central y se produce una parálisis progresiva, hasta llegar a la muerte. A nosotros nos envenenaron el día 8 de diciembre, después de una visita familiar. Suponemos que ellos interceptaron una comida y le inyectaron la botulina. Ese día yo cociné cazuela con la carne que había enviado mi familia, e invité a unos presos comunes a almorzar. A las cuatro de la tarde ya estábamos mal: vómitos, pérdida de la visión, problemas en la respiración y unas convulsiones muy extrañas, no podíamos controlar nuestro cuerpo. Era evidente que algo pasaba.
Cuando al otro día llegamos a la posta de la Penitenciaría, el doctor a cargo me dijo: “Usted fue intoxicado con botulina”.
– ¿Qué hicieron antes de eso, antes que los trasladaran a un recinto sanitario?
Tengo conocimientos básicos en primeros auxilios y utilicé una técnica muy básica: agua con rinzo a toneladas. Los presos comunes tenían embudos y mangueras, y todos ayudaban en ese operativo. Durante la noche del 8 de diciembre perdíamos a ratos la conciencia. Al día siguiente la noticia estaba en los diarios, donde se decía que habíamos consumido “pájaro verde”. A las once o doce de la mañana del 9 nos trasladan a la enfermería, y ahí se muere el primer compañero. Recién a las seis de la tarde nos llevan a la penitenciaria, todo eso gracias a la presión que hacían desde la calle los familiares y los dirigentes del MDP (Movimiento Democrático Popular).
Por bastante tiempo estuvimos en coma luchando por nuestra vida. En ese periodo se muere el segundo preso común.
– ¿Si querían matarte, por qué te dieron atención médica?
Hace años que el régimen no mataba a presos políticos, por lo que la alerta fue inmediata en todas partes. A partir de estos síntomas que nosotros presentábamos, se armó un motín en la cárcel y ese día no hubo cuenta. Nosotros pensamos que estaban esperando que nos muriéramos recién para intervenir… ese día estuvimos toda la noche sin que pusieran candados en las celdas.
– ¿Cómo se hizo público el envenenamiento?
En la cárcel alcancé a avisarle al resto de los presos políticos y se produce una huelga de hambre nacional de presos políticos. Además, los dirigentes de lo que se empezaba a constituir como MDP: Manuel Almeyda y el cura Rafael Maroto, entre otros, se van a meter a la cárcel. Adicionalmente, a nivel internacional Francois Mitterrand (presidente de Francia entre 1981-1995) toma cartas en el asunto y manda inmediatamente antídotos, respiradores y un equipo médico a cooperar con nuestra situación.
– ¿De dónde venía el contacto con el entonces presidente de Francia, François Mitterrand?
Yo había estado exiliado en Francia y había tenido un cierto nivel de amistad con Danielle Mitterrand, que había sido parte de la resistencia francesa a los nazis y entendía perfectamente lo que era la clandestinidad. A través de ella los franceses mandaron los aparatos con los que nos mantuvieron vivos en la penitenciaria.
– ¿Por qué estas tan seguro que el objetivo de la operación eras tú?
Antes ya había ocurrido otro intento de envenenarme. Dos semanas antes de esto. Llega una mina muy bonita a la cárcel y me lleva una torta. Me dice que era familiar de un detenido desaparecido y me ensalza diciéndome que yo era un héroe de la resistencia. Por supuesto esa torta no me la comí y la entregué a la gente del CODEPU (Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo) para que la analizaran… resultó que la torta tenía tánax en su interior.
Además, estaba siendo hostigado por los inlfiltrados de la CNI en Gendarmería. Yo había puesto un recurso de protección ante la entonces magistrada Canales.
– ¿De dónde salió la botulina?
Pasaron muchos años y se empezaron a relacionar casos. Uno era el homicidio de Frei Montalva, y el otro era el mío. El Juez Madrid lleva adelanta la investigación y decidió unir los dos casos, en un proceso que sigue abierto. La pregunta es justamente esa, ¿de dónde vino el veneno?.
Hace un año y medio entregué una nueva declaración al Juez, la investigación tomó fuerza porque se puso a trabajar el equipo de derechos humanos de la PDI. El Juez me dijo que su investigación determinó que la botulina había sido comprada en Estados Unidos y que fue transportada en un vuelo comercial. La sustancia llegó a un batallón químico del Ejército, que estaba trabajando en la FAMAE y me contó que ha interrogado, al menos, a 100 personas que habían sido integrantes de ese batallón. Ahí el Juez ve varios delitos, como el ingreso ilegal de la sustancia sin pasar ningún control y que este elemento peligroso había sido trasladado en un vuelo normal a pesar del riesgo para los pasajeros.
Hasta el momento no se ha podido determinar cómo fue el operativo de envenenamiento, por eso no se ha dictado sentencia.
Durante este tiempo he tenido varios contactos con la familia Frei. Pero, según yo, los casos no tienen nada que ver, al menos a nivel de sustancias. En su caso hubo infección, nosotros no tuvimos nada de eso.
– Se ha dicho que la experimentación con armas químicas partió en los tiempos de la DINA. Se habla de Eugenio Berríos, de Michael Townley…
Acá hay distintas tesis. Hace pocos días CIPER publicó un artículo donde se menciona mi caso, pero yo creo que la Mónica González (directora de CIPER) está siguiendo una pista que no es la correcta; que es Townley, Berríos y todo lo que fue el aparato de la DINA, cuando en realidad esta botulina fue comprada por la propia embajada chilena en Estados Unidos, al menos eso me dijo el juez Madrid. Creo que son dos líneas distintas de investigación.
La tesis de la familia Frei plantea que el año `81 hay tres operaciones centrales que hacen los servicios de inteligencia; los asesinatos de Frei, de Tucapel Jiménez, y el mío. Se supone que los tres eramos quienes más podíamos huevear al régimen.
– ¿Por qué eras tan peligroso para ellos?
En esos años el MIR era la única organización que se enfrentaba frontalmente a la dictadura, pero estaba trizado. Estaban los “políticos” y estaban los “militares”. Las Milicias de Resistencia Popular que yo comandaba resultaban una especie de síntesis de ambas facciones, por lo que era un factor de unidad del mirismo en ese tiempo. Eso era peligroso.
Eso si nunca entendí por qué me trataron de envenenar y no me mataron en el consejo de guerra, estaba el clima para eso y yo lo tenía asumido, que me iban a fusilar. ¿Me dieron perpetua para después envenenarme?, muy raro. Siempre pensé que fue un lote descolgado de ellos que empezó a hacer negocios por fuera, y que lo nuestro fue una prueba de los efectos de la botulina. Berríos hacía negocios por fuera cuando lo mataron, no sería raro en la historia de estos tipos.
– ¿Cuáles fueron las secuelas del envenenamiento?
Tuve una ectacia gástrica grave, que con el tiempo derivó en un cáncer al estómago. Una estenosis subglótica, es decir que en la traquea se formó una especie de costra dura entre mis cuerdas vocales y los músculos que ahí están… eso me generó una parálisis de cuerdas vocales por lo que me tuvieron que operar tres veces. En la primera me hicieron una traqueotomía para que pudiera respirar, después un anclaje de cuerdas vocales y después una operación para tratar de ampliar el lumen de la laringe, que quedó estrecho.
Con el tiempo me dio cáncer al colon, me operaron el año pasado. Tenían que operarme de la vesícula y no se ha podido porque tendrían que sedarme, y no pueden sedarme por obstrucción laringe.
Quedé con un nivel de respiración dificultoso… soy apodado en todas partes como el “Ronco” por como quedó mi voz. Yo antes practicaba karate todos los días y nunca más pude practicar ningún deporte, no puedo.
Todos tuvimos que pasar por un proceso de re aprendizaje de nuestra musculatura. Tuvimos que volver a aprender a caminar, no como las guaguas, pero si a poner en funcionamiento los músculos. Usábamos mesas como andadores. Lo más fregado era el estómago, que llevaba mucho tiempo sin actividad. La respiración era otro problema, teníamos que hacer ejercicios para fortalecer los músculos que nos permitieran mover el diafragma. Fueron varios meses de tratamiento.
– ¿Qué te parece la discusión que se ha instalado en los últimos días respecto de la dictadura?
Se ha instalado la tesis de los extremos, que fueron los extremos los culpables. Esa no fue la realidad. La dictadura fue una dictadura cívico militar, los empresarios y los políticos que apoyaron la dictadura han pasado piola. Ellos usaron la dictadura para instalar un proyecto político.
Se ha instalado también la visión de las víctimas… y yo no soy una víctima. Yo peleé por un proyecto político, entonces cuando nos señalan como víctima es como “pobrecito, y los otros son los malos” y eso genera que no salga el militante a reconocer su historia militante, sino que sale la mamá llorando por su hijo. En la tele cuentan una historia súper falsa. Acá hubo un proyecto político, en la UP, que fue derrotado por otro proyecto político… nosotros somos derrotados en este proceso.
– Cuando te detuvieron el 81, mataron a tu pareja de entonces, Arcadia Flores …
Con la familia de mi pareja asesinada estamos distanciados, porque cuando vino el Informe Rettig me dijeron “diga que ella estaba desarmada”, y no, si la negra fue combatiente, ¿cómo voy a negar que su último gesto fue pelear?. Yo no me voy a hacer el huevón, nunca lo he hecho.
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Rodríguez conversa apoyado en una mesa repleta de recortes de prensa de ese tiempo. cierra los ojos y recuerda: nombres, situaciones, pistas… hasta el día de hoy no hay claridad sobre quién lo envenenó. En medió de los recuerdos, surge un personaje del que no se ha hablado mucho, “ni siquiera se lo he mencionado al Juez”, señala. Se trata de un preso común: Edgardo Flandes Soto, uno de los ocho intoxicados de la cárcel… o de los supuestos intoxicados. Rodríguez asegura que finalmente a Flandes no le pasó nada. Lo más extraño es que su nombre desapareció de la prensa y no aparece en ningún reporte de la época.
El 2008 Flandes Soto formó parte de los cadáveres que nadie reclamó en el Servicio Médico Legal. Se desconocen las circunstancias de su muerte.