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28 de Agosto de 2013

Atención: Según experto, Santiago enfrentaría restricción de agua hacia 2050

El cambio climático reduciría la oferta a sólo 23 horas diarias, además debería darse un aumento de la temperatura de entre 1 y dos grados, y una disminución de las precipitaciones de entre 10% y 30% respecto del escenario histórico, dice el ingeniero y magíster en recursos naturales Sebastián Bonelli.

Por Redacción
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La agricultura y el suministro urbano de agua potable de la capital serían los dos sectores más impactados por el cambio climático que podría afectar a la cuenca del Maipo de aquí al 2050. Esta es la principal conclusión del modelo computacional realizado por Sebastián Bonelli, ingeniero agrónomo e integrante del Centro de Cambio Global de la Universidad Católica. 

El trabajo, realizado por Bonelli para sus tesis de magíster, se presentará esta tarde en el Campus San Joaquín en el marco del ciclo de actividades Agua y Ciudad, en el que participan investigadores chilenos, latinoamericanos y franceses.

El experto simuló la hidrología del área y también la demanda de agua que esta enfrenta. “Además, a ese modelo lo alimentamos con datos climáticos futuros a partir de los escenarios previstos”, explica. Es así como diversas investigaciones proyectan que para esa zona -que alimenta de agua potable a la capital- debería darse un aumento de la temperatura de entre 1 y dos grados, y una disminución de las precipitaciones de entre 10% y 30% respecto del escenario histórico, publica Emol.

La realidad del río Maipo

Sebastian Bonelli, agregó que “lo que hemos encontrado en términos de caudal para el río Maipo es que se prevé una disminución en los volúmenes totales de agua disponible y también cambios en la temporalidad de caudales”.

Lo segundo podría ser particularmente importante, ya que habitualmente la cuenca alcanza sus caudales máximos a principios de diciembre, lo que coincide con la época de mayores deshielos cordilleranos. De cara a 2050 tal fenómeno podría adelantarse entre una semana y un mes.

Según el experto, la ventaja de la agricultura hoy día es que la temporalidad de los caudales está asociada a la temporalidad de los cultivos, es decir, se dispone de mayor cantidad de agua justo cuando ellos lo requieren. “De adelantarse estas máximas en el volumen del caudal, la disponibilidad de agua será menor”, apunta.

En este escenario, la cobertura de la demanda de agua potable para Santiago, que es cubierta principalmente por la empresa Aguas Andinas, también podría verse afectada. “Hoy existe una continuidad del servicio para el sector urbano, que es prácticamente de ciento por ciento, casi no tenemos problemas de disponibilidad de agua”, señala Bonelli.

No obstante, en el futuro eso podría cambiar si se consideran las estimaciones climáticas y el aumento previsto de la población.

De existir el mismo nivel de infraestructura actual, sin una mejoría en aspectos como una mayor adquisición de derechos de agua por parte de Aguas Andinas, la continuidad del servicio podría disminuir hasta en 10%. “Significa que si hoy tenemos agua durante 24 horas la obtendríamos solo durante 23”, dice. Ello podría llevar incluso a racionamientos.

Una alternativa para contrarrestar o atenuar este escenario sería aumentar la eficiencia en el consumo de agua en un 20% a 30%. Eso significa que si un usuario ocupa hoy 200 o 300 litros diarios, tendría que disminuir ese consumo hasta cerca de 30%. Es decir, duchas más cortas, riego intradomiciliario eficiente y cambios en la cobertura de los jardines. Por ejemplo, según el investigador, el pasto no es una especie nativa adaptada a condiciones exigentes como las nuestras, requiere de mucha agua, mucha cobertura. “Si se lo cambia por especies nativas se tenderá a hacer un uso más eficiente del agua”.

Otra alternativa menos probable es traer el agua desde regiones con menos problemas a través de una gran tubería. Pero esto sería costoso y podría acarrear consecuencias ambientales al área de origen.

Este año se puso en marcha el proyecto Maipo Plan de Adaptación (Mapa), que busca articular un proceso de adaptación a la variabilidad climática en la cuenca, asociado a un análisis de vulnerabilidad de los disitntos actores.

“Buscamos trabajar sobre la base de un proyecto coproductivo que no sólo genere una herramienta de información, sino involucre a los distintos usuarios y fiscalizadores“, puntualiza Bonelli.

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