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21 de Enero de 2014

#Ambiendatos: La dieta mediterránea es más sana para el planeta, mira porqué

Un estudio publicado en Enviromental health señala que esta alternativa de alimentación provoca menos emisiones, consumo de agua y energía y ocupación de tierras frente al modelo de la alimentación que se utiliza en Estados Unidos.

Por EFE
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La dieta mediterránea no solo puede presumir de ganar cada vez más adeptos por sus múltiples beneficios para la salud o de haber sido reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Y es que un nuevo estudio ha demostrado que también es más sana para el planeta.

La revista “Enviromental health” dio a conocer en su última edición un estudio de cuatro investigadores de las universidades de Las Palmas de Gran Canaria, Barcelona y Oberta de Catalunya en el que se compara el impacto sobre el medio ambiente de la dieta mediterránea con el de la dieta media que hoy siguen los españoles y con el modelo alimentario típico de los Estados Unidos.

El estudio, en el que también participa la propia Fundación Dieta Mediterránea, parte de la premisa de que la producción de alimentos es uno de los factores que más presión ambiental ejerce sobre el planeta, en parámetros como emisión de gases de efecto invernadero, contaminación, consumo de agua y energía o ocupación de tierras.

Todos esos factores, subrayan los autores del trabajo, pueden medirse, lo que proporciona un primer resultado: las dietas basadas en productos animales son más intensivas en consumo de tierra y energía que aquellas otras en las que priman los vegetales.

Sin embargo, cada vez más países donde la dieta mediterránea fue durante años la base de su alimentación están cambiando sus patrones de consumo, debido a la extensión de la dieta llamada occidental, cuyo principal referente es EE.UU, y a la globalización de modelos de comportamiento, reconocen los responsables de este artículo.

Tierra, energía y agua

El trabajo toma como referencia la dieta media de los españoles para analizar cuál sería el impacto sobre el medio ambiente de estas dos alternativas: que recuperaran la dieta mediterránea tradicional o que adoptaran el modelo alimentario que predomina en Norteamérica.

Su conclusión es que, si el consumo alimenticio de España volviera a los patrones de la dieta mediterránea, las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de alimentos bajarían un 72 %, el uso de tierras agrícolas se reduciría un 58 %, el consumo de energía disminuiría un 52 % y el de agua un 33 %.

En cambio, si los españoles copiaran los hábitos de consumo alimentario de EE.UU, todos los factores de impacto ambiental analizados crecerían entre un 12 % y un 72 %.

El estudio concluye, asimismo, que los alimentos que más consumo de energía implican son los lácteos y la carne, en la dieta estadounidense; el pescado, en la española actual; y los vegetales, en la mediterránea.

En el caso del agua, los mayores consumidores de este recurso dentro de la producción de alimentos son, de nuevo, los lácteos, seguido de los aceites vegetales y la carne.

En cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero, el primer lugar lo ocupa la carne, muy por delante de los lácteos y del pescado. De hecho, este grupo de investigadores sostiene que la dieta estadounidense produce seis veces más gases de efecto invernadero que la mediterránea y el doble que la vigente a día de hoy en España.

Los autores apuntan que, aunque los consumidores son cada vez más sensibles respecto al medio ambiente y la salud, suelen tener gran resistencia a cambiar los alimentos que eligen, porque las tradiciones culinarias “no son fáciles de modificar”.

Por ello, consideran que, para que se produzca un cambio significativo en esta materia en un país como España, no solo se requiere cambiar los hábitos de los consumidores, sino también algunas prácticas de la industria alimentaria y determinadas políticas agrícolas y de comercio.

Sin embargo, recuerdan que España es “uno de los mayores productores y exportadores de los productos típicamente mediterráneos, así que tendría sentido mantener un modelo de producción agrícola propio de la dieta mediterránea”.

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