Ojo: Partículas atmosféricas minúsculas afectan el desarrollo de los embriones
"Las partículas más pequeñas tienen efectos perniciosos comparables o superiores a las partículas contaminantes más grandes, es decir, las PM2, 5 y PM10″, explicó el científico español Benjamín Piña.
Una investigación desarrollada por el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea) dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España(CSIC) ha demostrado los efectos negativos de la inhalación de partículas atmosféricas de diámetro inferior a un micrómetro en el desarrollo de los embriones, a los que incluso puede causar malformaciones.
El estudio, realizado con muestras de la atmósfera de Barcelona y publicado en la revista Environmental Pollution, demuestra que estas partículas, que actualmente no se controlan, tienen efectos cardiovasculares y teratogénicos y que son tan o más nocivas que las de mayor tamaño, que sí se controlan.
Según ha informado el CSIC, estas partículas submicrónicas (PM1) son tan pequeñas que pueden atravesar los alvéolos pulmonares y entrar en el torrente sanguíneo.
El trabajo, liderado por el investigador Benjamín Piña, se ha desarrolló en embriones de pez cebra y los resultados muestran que estas partículas provocan malformaciones en los embriones e insuficiencia cardíaca, efectos que concuerdan con los estudios epidemiológicos realizados hasta ahora.
Peña explicó que este resultado “demuestra que las partículas más pequeñas tienen efectos perniciosos comparables o superiores a las partículas contaminantes más grandes, es decir, las PM2, 5 y PM10″ (con diámetros 2,5 micrómetros y 10 micrómetros).
“Esto refuerza la idea de que se necesita un control más estricto sobre la contaminación por partículas pequeñas”, advierte el investigador.
Las legislaciones suelen establecer límites a la contaminación por partículas, tomando como referencia las partículas grandes, las PM10, y establece un límite de masa de partículas por metro cúbico de aire.
Más chicas y más nocivas
Sin embargo, según Piña, en comparación con las PM10, las partículas PM1 tienen mil veces menos masa, menos contenido mineral y, en cambio, mucha más materia orgánica nociva, fundamentalmente hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH) y otros compuestos tipo dioxina.
Esta combinación de menor tamaño y mayor concentración de sustancias nocivas indica la necesidad de un control más estricto de las PM1, según Piña, “porque los motores de los coches están preparados para expulsar cada vez partículas más pequeñas y de menor masa, pero pueden tener más compuestos orgánicos nocivos”.
Las muestras para el experimento fueron recogidas durante 14 meses en una estación de muestreo en Barcelona gestionada por el Idaea-CSIC, que las retuvo en filtros pasando por cabezales de entrada de diferentes configuraciones que permiten separarlas por su tamaño (10, 2,5 y 1 micrómetro).
Después, los filtros se sometieron a un proceso de extracción para separar los compuestos orgánicos de la parte mineral y éstos se fueron aplicados a embriones de peces cebra, un modelo muy usado de toxicidad en vertebrados.
Los mayores efectos tóxicos en los peces se registraron en muestras recogidas durante los últimos meses del otoño ibérico que se corresponden con un mayor contenido en PAH y otros compuestos orgánicos en las muestras de aire.
Benjamín Piña, indica que aunque los peces no tienen pulmones, son muy útiles como modelo experimental de toxicidad sistémica, es decir, cuando estos compuestos pasan de los pulmones al torrente sanguíneo y de ahí a todo el organismo.
Un adulto respira, en promedio, de 10 a 20 metros cúbicos de aire al día, con todos sus contaminantes, parte de los cuales pasan a la sangre y, en el caso de una mujer embarazada, llegan al feto, ha advertido el investigador.