Lo que la planificación urbana sí puede hacer: disminuir la vulnerabilidad ante desastres naturales

Durante el terremoto del Norte Grande acontecido recientemente, los gendarmes a cargo de la cárcel femenina de Iquique dejaron salir a las reclusas del penal, ante el peligro de un tsunami. Es imaginable que el recuerdo aún fresco del incendio de la cárcel de San Miguel influyó en esta  acertada decisión.

No muy lejos de ahí, los animales encerrados en el mini zoológico ubicado en la costanera  de la misma ciudad, no contaron con ese buen juicio y permanecieron en sus jaulas mientas todos eran evacuados ante el peligro de una inundación.  En una entrevista con TVN, el alcalde sostuvo que era difícil acudir a rescatarlos, ya que los tiempos de reacción son cortos ante una emergencia, lo que sin lugar a dudas es bastante evidente.

Tan evidente, como que durante cualquier emergencia será muy difícil evacuar a personas accidentadas o gravemente enfermas, adultos mayores y a todas las personas o animales con movilidad reducida.  Pese a ello, no siempre se consideran los riesgos geográficos asociados a la localización de los equipamientos que ellos utilizan. En lugar de estar normado, esto queda a criterio de alguien, que no necesariamente es quien paga las consecuencias de su descriterio.

Así, tenemos que en Gran Concepción también hay una cárcel, además de dos hospitales y un hospital clínico ubicados bajo la cota de inundación en caso de tsunami; en Gran Valparaíso se presenta el mismo fenómeno para el hospital psiquiátrico, un hospital clínico y tres clínicas; y en Antofagasta hay dos clínicas en las cercanías de la costanera, por nombrar algunas de nuestras ciudades costeras, según el levantamiento realizado por el Centro de Inteligencia Territorial de la UAI.

Para el caso de las casas de reposo y hogares de ancianos la situación podría ser aún peor, ya que no existen requisitos de localización[1], y existe un alto porcentaje de establecimientos informales no catastrados, lo que imposibilita cualquier plan de evacuación asistida.

En el otro extremo, existen otro tipo de equipamientos para los cuales sí existe una gran preocupación por minimizar la vulnerabilidad asociada a su ubicación. Por ejemplo,  al momento de decidir dónde localizar un Data Center o una Bóveda de Valores, existen altos estándares de prevención de todo tipo de riesgos[2], incluyendo los naturales, los que se cumplen a cabalidad, por cuanto el propietario no se está dispuesto a perder la inversión bajo ninguna circunstancia, por muy poco probable que esta sea.

Así, vemos como en algunas circunstancias,  la prevención de riesgos y vulnerabilidades funciona muy bien sin necesidad de la intervención del estado, ya que los costos que implica una mala decisión los paga el mismo que la toma, pero cuando no es así, se requiere que el Estado vele por nuestra seguridad y no nos deje a merced del buen o mal criterio de quien esté de turno durante el terremoto.

Para ello existe la  planificación urbana, concepto que de a poco ha ido recuperando su reputación, luego de  estar absolutamente desacreditada y pasada de moda desde fines de la guerra fría. El objetivo de la buena planificación urbana no es tratar de controlarlo todo, ni menos torpedear las iniciativas privadas, sino que equilibrar las distintas fuerzas que están en juego en la evolución de las ciudades, las que tienen un enorme impacto en la seguridad, la calidad de vida y la convivencia ciudadana.