La urgencia detrás del gran taco
Quienes viven en emergencia habitacional ponen en juego -y grave riesgo- su sano desarrollo. Quien tiene que compartir una cama para dormir, no descansa. Y quien no descansa no puede trabajar en buenas condiciones, menos estudiar.
Hace algunas semanas, se informó que, según un estudio de la Cámara Chilena de la Construcción, el déficit habitacional en Chile -que sufren las familias más vulnerables- terminaría en 10 años.
En la actualidad, este déficit afecta a aproximadamente un millón y medio de personas en nuestro país, muchas de las cuales viven en campamentos y una gran mayoría de allegadas en casas de familiares; viven en lo que llamamos, emergencia permanente. En Fundación Vivienda conocemos de cerca esta realidad, puesto que en nuestro programa de Emergencia Habitacional atendemos anualmente a mas de tres mil familias que sufren este problema, y que acuden a nuestra institución por una vivienda de emergencia.
Según lo recogido en la Encuesta Habitacional aplicada a 600 personas que acudieron a la Fundación por una vivienda de emergencia entre enero y diciembre del 2013, la falta de espacio y tener un lugar propio aparecen como los principales motivos para solicitar una solución de emergencia. Asimismo, cuando se estudió el perfil de las personas atendidas por el programa de emergencia entre septiembre de 2011 y agosto de 2012 (4.779 casos), se reveló el dato de que el 90% de los usuarios se encontraban en situación de allegados y que el 65% vive en condiciones de hacinamiento. Es decir, las personas que sufren una emergencia habitacional viven en condiciones que afectan su intimidad y, con esto, su desarrollo personal se ve mermado.
Otros datos relevantes: el 55% de las personas encuestadas en 2013 dice necesitar la mediagua hace más de un año y más de la mitad dice no saber cuánto tiempo la utilizará, pese a que el 28,4% la considera una solución de emergencia. Eso hace referencia a que el problema habitacional requiere una respuesta más rápida y eficiente que esperar por una vivienda definitiva, mantienendo las condiciones de hacinamiento y de falta de intimidad. Al respecto, más del 60% de los encuestados dice no conocer o no estar seguro de conocer los subsidios habitacionales que entrega el Estado, y sólo el 10% ha postulado. Esta falta de información se contrapone con el interés que manifiestan los encuestados en recibir asesoría para acceder una vivienda definitiva: el 78,4% declara que le gustaría.
Quienes viven en emergencia habitacional ponen en juego -y grave riesgo- su sano desarrollo. Quien tiene que compartir una cama para dormir, no descansa. Y quien no descansa no puede trabajar en buenas condiciones, menos estudiar. Y si, además, cada vez que tiene que trasladarse a su lugar de trabajo debe atravesar la ciudad y gastar más de 4 horas diarias de su vida en transportarse, la situación se vuelve insostenible. No reciben información sobre cómo mejorar su situación -las asimetrías de información en un porcentaje importante de la población resulta escandalosa-, lo que aumenta la desigualdad, sobre todo en contextos de vulnerabilidad.
Son grupos de familias invisibles, que poco a poco se han ido manifestando y están mostrando su descontento a la comunidad, que muchas veces no entiende sus demandas. Barricadas en puntos estratégicos en hora peak o tomas en el río Mapocho son algunos de los métodos en los que se están dando a conocer, pero la opinión pública sólo recoge el efecto que tienen estas manifestaciones en el tráfico y sólo se informa sobre el “gran taco”. Es hora de que las autoridades y los chilenos en general conozcamos los motivos que hay detrás de estas manifestaciones, y busquemos formas para mejorar las condiciones de vida de miles de personas en nuestro país.
Enfrentar esta situación es de extrema urgencia, y no enfrentarla es poner en riesgo -además de a miles de familias- la paz social y la contrucción de una sociedad mas justa y equitativa. Mucha gente necesita vivir bajo techo ahora y no después, ni siquiera mañana. Hoy mismo.