Atrapada en su laberinto: los dilemas de Bachelet que han postergado el cambio de gabinete
Después del anuncio a través del programa de Don Francisco, la Presidenta lleva más de un día encerrada en su casa-búnker de La Reina afinando el ajuste ministerial. La necesidad de dejar contentos a los partidos pese a que nunca ha sido su estilo; definir si recurrirá a figuras de la vieja guardia; y encontrar reemplazantes sin irregularidades, son algunos de los cruciales dilemas que han retrasado en dos ocasiones el cambio de gabinete para el incierto segundo tiempo de un gobierno que terminó su primera temporada con un rechazó del 56%.
“Yo le pedí la renuncia a todos los ministros. Me voy a dar 72 horas para tomar la decisión de quienes se quedan y quienes se van”, dijo la Presidenta Bachelet el miércoles cerca de las 10 de la noche en una entrevista ante un shockeado Don Francisco, oficializando así que haría un cambio de gabinete de proporciones y que daría inicio al segundo tiempo de su período presidencial. Sin embargo, las 72 horas de tensión se transformarán en 108. Esto porque por segundo día consecutivo, la Presidenta postergó el cambió de gabinete y lo fijó ¿definitivamente? para este lunes a las 9 am.
Desde ayer que la Presidenta está recluida en su casa-búnker en la Reina afinando su ajuste y tiene al mundo político con el alma en un hilo. Pero su decisión no es nada de fácil, y junto con escoger qué figuras se van, debe resolver una serie de dilemas cruciales que pueden definir completamente el rumbo que tome su gobierno.
Capital político dañado
Primero, asumir que no tiene el mismo capital político que antes. Cuando escogió su primer gabinete, Bachelet aún era el gran fenómeno de la última década, una figura que había sido escogida con un 62% de los votos, había despedido su primer mandato con un 84% de aprobación y que volvía a la Presidencia acompañada de la Nueva Mayoría, un proyecto político estructurado en base a su figura que anunciaba cambios estructurales y medidas de refundación.
Esto le permitía tomar decisiones a su antojo sin recibir mayores cuestionamientos. El propio Osvaldo Andrade, presidente del PS, aseguró que la Presidenta le avisó apenas media hora antes quienes serían sus ministros. Ubicó a figuras de su círculo cercano -y desconocidas para la opinión pública- en puestos clave, como al PPD Rodrigo Peñailillo, su hijo político, en el Ministerio del Interior. A los PS Álvaro Elizalde y Alberto Arenas en la Segegob y Hacienda, respectivamente; a la DC Ximena Rincón en la Segpres; y a Javiera Blanco en Trabajo. Estas decisiones sacaron ronchas en la vieja guardia, que en ese entonces aún estaba en el sarcófago. Pero nadie iba a desafiar públicamente a la Mandataria.
Hoy el contexto es distinto. Su apuesta de renovación fracasó, al menos en las cifras. La economía del país está en mal momento, el último Imacec fue de 1,6% y el 84% de los chilenos cree que la economía está estancada o en decadencia. La Presidenta y su gobierno tienen un 56% de desaprobación; las reformas no han gozado de popularidad y su desprolijidad ha quedado a la luz, como por ejemplo, con el hecho de que la recaudación de la Reforma Tributaria finalmente no cubrirá el costo de la Reforma Educacional. Su figura política más fuerte, Rodrigo Peñailillo, terminó con la credibilidad en el subterráneo por el escándalo de sus boletas a Martelli, y fue deslegitimado por sus propios pares por su poco visionaria performance en el caso Caval. Y junto a eso, el mayor capital de la Mandataria, la confianza y la cercanía con que la percibía la gente, se han visto minadas por el escándalo que involucró a su hijo: según la CEP un 62% de los chilenos no confía en la Presidenta.
Por eso, la mujer que nunca la ha gustado ser pauteada y que antes podía mandar a la punta del cerro a los partidos, hoy debe considerar que no le basta por sí sola para sacar adelante sus reformas y que quizás tendría que ampliar su abanico de candidatos a más allá de sus redes estrictamente personales. Incluso a figuras más conciliadoras.
Factor cuoteo: La opinión del club de los partidos
Aunque en la última CEP solo un 3% de los chilenos dijo aprobar la gestión de los partidos, estos no quieren perder poder al interior del gobierno. El senador Quintana dijo a El Mercurio que el PPD quiere mantener figuras en los altos puestos y anteriormente había dicho que le gustaría ser consultado por la Presidenta. Si bien el PS en público ha dicho que no presionará a Bachelet, ha trascendido que también quiere posicionar a figuras cercanas a la senadora Allende en algunos ministerios. La DC quiere mantener los cupos de los ministros que presuntamente se irían: Ximena Rincón y Alberto Undurraga. Y aunque nunca ha sido su estilo escuchar los consejos partidistas, la Presidenta no puede darse el lujo en esta situación de debilidad de herir susceptibilidades de cara a un segundo tiempo.
Factor generacional: La vieja y la nueva guardia
Otro punto a resolver es si los fichajes serán de la esfera concertacionista o del círculo cercano a Michelle Bachelet. La Presidenta asumió con un discurso de renovación, que daba por superado el ciclo de la Concertación y que auguraba cambios profundos en esta nueva etapa de la Nueva Mayoría, incluyendo una nueva Constitución. El senador Quintana retrató esta visión con su metáfora de la retroexcavadora y la Presidenta se las jugó por ministros con ese nuevo estilo confrontacional que desdeñaba el lema de “en la medida de lo posible”. Pero a medida que avanzó el año y cuando empezó a evidenciarse el problema para sacar adelante las reformas y las disputas al interior de la Nueva Mayoría, la vieja guardia salió al ruedo. Un anuncio de ello fue “la cocina” del senador Zaldívar, que terminó moderando la reforma tributaria.
Luego fue la aparición de Lagos en Icare diciendo que “aquí no hay un problema financiero, falta decisión política”, en estricto rigor refiriéndose a las concesiones viales pero a ojos de muchos interpelando al gobierno. Gutenberg Martínez también volvió e instaló la idea de que la Nueva Mayoría tiene fecha de vencimiento. Genaro Arriagada planteó que “fue un error esta premura por plantear todo a la vez”. Pérez Yoma pidió en noviembre la cabeza del ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre, y así se sumaron en distintos momentos Viera-Gallo, Escalona y hasta Garretón, todos criticando el actuar del gobierno en distintas áreas.
Recurrir a estas figuras contaría con el rechazo de las facciones más progresistas como el PC y Revolución Democrática, que hasta ahora han restado al gobierno de Bachelet el problema de tener una calle revolucionada, como la tuvo Piñera. Los senadores de la Nueva Mayoría tampoco quieren de regreso a la vieja guardia, sobre todo a la más crítica. Pero por otro lado, los concertacionistas poseen la experiencia política y las redes de las que carecían los ministros de la nueva apuesta de Bachelet. En su gobierno pasado la Presidenta también apostó en su primer gabinete por la renovación con el lema “nadie se repite el plato” y terminó recurriendo a la vieja guardia en su momento más difícil. ¿Se repetirá la historia?
Factor proyecto político: ¿Cambio de estrategia?
Independiente de si escoge a ministros con pasado concertacionista, lo que verdaderamente está en juego es si seguirá con la misma estrategia refundacional y de cambios a gran velocidad, como lo había hecho hasta ahora, u optará por un estilo más conciliador.
Esta decisión influirá decisivamente en si seguirá por la senda de escoger políticos de renovación, o si en caso de optar por personajes con “experiencia política”, estos serán de un perfil más progresista o conservador.
Hasta el momento, todo apunta a que apostará por la vía refundacional, independiente de la generación política a la que pertenezcan sus nuevos fichajes. “Si en un momento tomo la decisión de hacer un cambio de gabinete me voy a asegurar que sean personas que estén completamente de acuerdo con el programa de Gobierno, que estén por empujar las reformas estructurales”, dijo en abril la Presidenta.
Sin embargo, debe ponderar que el camino de las reformas estructurales hasta el momento no le ha dado buenos resultados al gobierno, y que una decisión de este tipo es tan arriesgada como la que toman aquellos entrenadores que se niegan a cambiar su esquema de ataque a uno defensivo, pese a que los últimos partidos los han perdido todos por goleada.
Factor probidad: Lejos de cualquier grupo empresarial
Y como si lo anterior fuera poco, la Presidenta debe asegurarse que sus fichajes sean absolutamente probos. En el actual clima de desconfianza y con la experiencia del ministro Peñailillo, caído en desgracia por sus vínculos con Martelli y SQM, ningún ministro entrante puede tener ningún vínculo con boletas truchas o con empresas vinculadas al financiamiento a la política, de tal modo que ni siquiera el más exhaustivo chequeo de Ciper pudiera encontrarles alguna yaya. De lo contrario, a las pocas semanas, estas 108 horas de intensa reflexión que está teniendo Bachelet en su búnker, habrán sido completamente en vano.