Reforma Laboral: la prueba de fuego para el futuro de la Nueva Mayoría
El conflicto en el conglomerado oficialista es manifiesto, donde los partidos se debaten entre la gradualidad o el cumplimiento del programa en su totalidad. Sin embargo, en la nueva batalla del gobierno, la reforma laboral, en medio de las erráticas señales entregadas por la mandataria, el conflicto parece haber contagiado hasta su mismo gabinete.
“(Ignacio) Walker dijo que había ganado el Partido Comunista. Aparecieron los ministros reafirmando la gradualidad, le pusieron el micrófono a todo el mundo después del cónclave y buscaron relativizar sus conclusiones. Yo sinceramente creo que se armó una operación donde pisaron el palito todos los huevones, y declararon ganadores y perdedores”. Así resume un parlamentario a El Dínamo su diagnóstico de la tensa situación que experimenta la Nueva Mayoría, la que al menos en la práctica está dividida entre quienes buscan proteger la economía y avanzar con gradualidad, versus los que se apegan con fervor religioso a los objetivos del programa de gobierno de Michelle Bachelet.
Las señales dadas por la Presidenta son cuando menos erráticas, y generan un comportamiento de aguas turbulentas al interior de la coalición. Esto empezó el 23 de julio, cuando el vocero de gobierno, Marcelo Díaz, empezó a relativizar el cumplimiento o no de las reformas. Que se “priorizarían” algunas de éstas. Por primera vez se planteó que aspectos del programa eventualmente se retardarían, escenario que empezó a configurarse cuando se estableció el mal pasar fiscal del país, cuya primera sentencia fue el Índice Mensual de Actividad Económica de 0,8%, reportado en julio.
El titular de Hacienda, Rodrigo Valdés, anunciaba “ajustes (…) no reforma a la reforma tributaria”, para cuya simplificación el gobierno anunció este lunes que enviará un proyecto de ley, y luego la mandataria instaló el “realismo sin renuncia”, el que fue explicitado en el cónclave con todos los partidos el pasado lunes. No hubo una sola interpretación, pero la que primó fue una especie de giro alejándose a la tan anunciada gradualidad.
La Democracia Cristiana echaba de menos que se mencionara, por ejemplo, la reactivación económica. La lectura inicial declaraba como ganador al Partido Comunista y como perdedor a la falange. “El PC se salió con la suya”, expresaba con desazón el senador y ex timonel de la falange Ignacio Walker.
En una suerte de operación salvataje, los ministros de Interior y Hacienda salieron a defender esta prudencia ante el desfavorable escenario económico, y la misma Presidenta dio señales en apoyo de los mencionados. Todos estos esfuerzos, por lo menos en apariencia y en forma, parecen contravenirse completamente con la entrevista que la mandataria dio este fin de semana a La Tercera, ya que pareciera que, de nuevo, entrega señales contrarias a lo que planteaban sus ministros.
Y quedan 31 meses y un día para el final del gobierno, y se avecina una nueva lucha en la que se verá cuán larga o corta tiene la correa la Presidenta: la reforma laboral.
Uno de los temas cruciales, plantea La Tercera es el reemplazo en huelga con personal de la misma empresa. Esta postura estaría siendo impulsada por los mencionados ministros, en tanto que la ministra del Trabajo, Ximena Rincón, ha manifestado preocupación por este punto.
La tensión sería tal, que en una reunión el pasado jueves, se habría desatado una discusión entre Burgos y Valdés en un bando, versus los titulares de las secretarías generales de Gobierno y Presidencia, Marcelo Díaz y Nicolás Eyzaguirre respectivamente, por este mismo tema. La arremetida de los dos bandos al interior del gabinete dispone de partidarios tanto a favor como en contra en el Parlamento. La postura de Hacienda e Interior sería compartida por Ignacio Walker, Andrés Zaldívar y el presidente de la falange, Jorge Pizarro, e incluso el senador RN Andrés Allamand, en tanto que en contra están los senadores Carolina Goic y Manuel Antonio Matta (DC) y Pedro Araya (IND).
Una interpretación más audaz podría considerar que incluso existe una suerte de gallito al interior del gabinete, pero el diputado Osvaldo Andrade, en su posición de ex ministro, lo descarta, ya que plantea que cualquier secretario de Estado puede tener su opinión, pero al final “es la Presidenta quien manda”, y asegura que las gradualidades en el tema laboral serían más “tenues”.
Pero nada tenue es el posible conflicto que podría desencadenarse si aparece un manifiesto desacuerdo entre los ministros, que haga necesario una suerte de nuevo “cartillazo”, cuya primera versión tuvo lugar en los primeros días de junio del 2006, a tres meses de haber iniciado Michelle Bachelet su primer gobierno. En ese entonces se llamó “un decálogo del nuevo estilo”, y lo más cercano a esto que ha surgido en estos días es lo que planteaba ayer la mandataria: “si la lectura hubiera sido que los nuevos ministros llegaron para cambiar el rumbo que la Presidenta defina, habría sido una mala lectura”.
Esta postura no la comparte el senador Ignacio Walker, quien indicó a El Dínamo que “ella nombró a (Jorge) Burgos y a Rodrigo Valdés. Estoy seguro que lo hizo con consciencia de lo que esto implicaba”. Veremos si efectivamente significa lo que cree el senador o si éste, en el escenario indicado por la mandataria, se equivoca.