La brutal y tierna historia de la abuelita que se prepara en la cárcel para dar la PSU
María Angélica Roa tiene 66 años y hace cinco mató a su marido de un certero hachazo en la cabeza. Asegura que no quiso matarlo, sólo darle un golpe de vuelta luego de medio siglo de maltratos. Acaba de sacar cuarto medio con promedio casi perfecto y está lista para rendir la Prueba de Selección Universitaria.
María Angélica Roa Seguel, 66 años, peinada a lo Bachelet pero con el cabello color rojizo, está sentada en la sala de clases del colegio Municipal Manuel Rojas de Temuco. Acaba de licenciarse de cuarto medio con nota 6,5. Salió segunda de su promoción. Se llevó elogios y premios.
La señora María Angélica parece, a simple vista, una abuelita incapaz de matar una mosca. Ahí es donde la percepción falla. María Angélica está sentada en la sala de clases del colegio municipal que funciona dentro del Centro Penitenciario de Mujeres de Temuco. Lleva cinco años presa. Y le quedan otros cinco aún.
María Angélica, hace cinco años, mató a Carlos Alvarado, su marido, con el certero culatazo de un hacha. Durante el juicio, quedó establecido que María llevaba años sufriendo de violencia intrafamiliar. Pero su defensa, que aducía defensa propia, no logró convencer al juez. Esto porque el hachazo se lo propinó a su marido mientras este dormía.
En estricto rigor, y al menos según el relato de María Angélica al diario El Austral de Temuco, las cosas fueron distintas: “La pelea fue porque le pidió plata a su hija para comprar leña, lo que era mentira, porque había leña. Cuando le dije se enojó y me lanzó dos golpes, uno en la nariz y el otro en la cabeza con mucha fuerza. Me fui a lavar las manos y justo vi el hacha. La agarré y como él se había tomado una botella de pisco estaba en el sillón tirado y yo voy con la parte de atrás del hacha y le pegué en la cabeza. Nunca pensé en matarlo, sólo quería darle un golpe por todo lo que me había hecho.” Fue ella misma quien llamó a la policía y a sus hijos para contarles lo que había pasado.
“Todo lo que me había hecho” en este caso, y según el relato de la mujer de 66 años, significa recibir golpes y malos tratos desde que tenía 14 años y se casó con él, que tenía 21. Significa tener que aguantar levantarse a las 5 de la mañana para ir a comprar verduras y venderlas en un almacén, y descubrir que todos los días la caja no cuadraba porque su marido le sacaba plata para comprar alcohol.
Con los dedos de las manos entralazados sobre la mesa y una acogedora sonrisa dirá al diario Austral de Temuco estar arrepentida aunque insiste en su legítima defensa: “Estoy muy arrepentida, porque yo no tuve juventud ni niñez y ahora en mi vejez estoy encerrada. Yo no debería estar en la cárcel. Era yo la víctima. Y lo que más me pesa es que aunque me vaya de aquí no me lo voy a poder sacar de la cabeza, porque entiendo que yo no era quién para quitarle la vida a mi marido. No me dejó tranquila cuando estaba viva y ahora que está muerto me tiene encerrada”.
Lo otro que contará antes de despedirse al diario temuquense es que el 6,5 que sacó como promedio de enseñanza media, pese a haber llegado solamente a sexto básico, la motivó a dar la PSU: “Decidí hacerlo- sacar el cuarto medio y dar la PSU- para demostrarme a mí misma que podía y para demostrar que yo puedo estar con la sociedad”.
*Fotos de J. Monsalve, gentileza diario Austral Temuco