Yuly Fuentes, científica chilena: “Hay una falencia en el entendimiento cotidiano de que la ciencia importa”
Hace 14 años vive en Massachussets, epicentro de la biotecnología mundial. Allá inició un exitoso proyecto que une dos mundos, aparentemente, distantes: la moda y la ciencia. Con un magíster y un doctorado en el cuerpo, la bioquímica de la Universidad de Concepción, reflexiona sobre el débil escenario que enfrentan sus colegas acá, en el fin del mundo.
Cuando llegó lo único que sabía decir era “hello, i’m Yuly Fuentes”. Así que cada día anotaba en su cuaderno diez palabras nuevas. Luego tomó un curso, uno donde las conversaciones con su profesor eran eternas porque él se preocupaba de que ella lo entendiera y viceversa. Y después de seis meses ya podía comunicarse. “Fue a pulso”, recuerda.
Así fue el inicio de Yuly Fuentes Medel en Massachussets, Estados Unidos, hace unos 14 años, lugar donde hizo un doctorado en neuropsiquiatría y posteriormente un postdoctorado en Economía del Conocimiento en el Massachusetts Institute Technologic, el famoso MIT.
Y pese a que no hablaba el idioma, la bioquímica hablaba el lenguaje de las ciencias, algo que había empezado a desarrollar desde que era una niña “nerd”, como dice ella. Venía desde Concepción, ciudad donde había estudiado bioquímica en la universidad con ese mismo nombre y donde había vivido toda su vida.
Esa inquietud por entender la vida la llevó adonde está ahora: en el epicentro de la biotecnología. Ahí, en Massachussets inició un exitoso proyecto que une mundos, aparentemente, muy disímiles entre sí: la ciencia y la moda.
Todo empezó cuando una amiga la invitó a su tesis de diseñadora de ropa. Y mientras veía a las modelos caminar arriba de la pasarela, Yuly tuvo una visión: que había mucha coincidencia en la moda y lo que hacían los científicos en los laboratorios. “Siempre he sentido que falta un lenguaje universal en las ciencias que nos permita comunicarnos. Y cuando fui a ese desfile para mí la moda se convirtió en un lenguaje enorme, en el cual la ciencia tenía todo que ver”, dice.
En 2014 nació FashionDescience, empresa que crea prendas de vestir únicas y en la que trabajan, codo a codo, científicos con diseñadores de moda en duplas. Uno y uno. Gracias a esa fórmula se confeccionó, por ejemplo, un abrigo fresco y respirable que, además, sirve para evitar picaduras de mosquitos de la malaria.
Ahora, la científica tiene una nueva misión. Es la Directora Ejecutiva de una nueva alianza entre Chile y Massachussets, que servirá de vitrina para la ciencia nacional. Desde esa palestra, Yuly analiza el débil escenario que enfrentan sus colegas y compatriotas. 2015 fue el año en que se corrió el velo y quedó al descubierto la falta de institucionalidad y recursos económicos destinados a la ciencia e investigación chilena.
-El año pasado los científicos chilenos salieron a protestar a la calle por una transversal falta de apoyo. ¿Cómo lo viste desde afuera?
-Todos los países cuando tienen que evolucionar van a utilizar a las ciencias como un mecanismo de aceleración al desarrollo. Por lo tanto, lo veo como un síntoma súper positivo el que haya una manifestación pública de que los científicos son importantes. Ahora, por otro lado, desde afuera se ve muy raro que un científico tenga que salir a la calle. La pregunta, un poco más gringa, es si la ciencia es importante por qué el mundo no lo entiende. Y lo que pasa en Chile es que la gente no lo entiende.
-¿A qué desafíos se enfrentan los científicos nacionales al vivir en un país que no valora la importancia de su trabajo?
-A que personas como tú, por ejemplo, puedan comunicar qué significa el impacto de una dueña de casa a lo que hace una persona en un laboratorio. Si una señora puede calentar un sándwich en un microondas es porque en algún minuto un científico estuvo jugando con 50 micropartículas de ondas magnéticas y creó el microondas. Las promesas científicas son promesas de largo plazo y la gente está acostumbrada al corto plazo.
-Dada tu experiencia y trayectoria como científica radicada en el extranjero, ¿cuáles crees que son las falencias que presenta el sistema chileno en materia de ciencia e innovación?
-Creo que la calidad científica chilena es excelente, es una calidad que se ha dado a pulso. Hay una falencia en el entendimiento cotidiano de que la ciencia es importante. Si no se puede generar más dinero para la ciencia en Chile, porque se piensa que hay otras prioridades, es porque no se entiende.
Que la ciencia en Chile logre el estándar que tiene con esa cantidad de plata es porque son héroes. Imagínate lo que podrían hacer con dinero de verdad. Desde un punto de vista económico, la ciencia no se mantiene solo con beneficios estatales, por lo tanto también le falta un aporte que sea filantrópico de fundaciones o grupos que tengan dinero para impulsar la calidad de la ciencia chilena al mundo.
-En Conicyt hubo terremoto: el año pasado tuvo dos presidentes y el último solo duró dos meses. ¿Qué te dice eso?
-Los cambios de presidentes en Conicyt habían ocurrido antes, lo que pasa es que no habían salido en el diario. La rotación de ahora sí es extrema. Jamás había pasado que el presidente solo estuviera dos meses. En todo caso, Conicyt es solamente una estructura de ejecución de dineros, por lo tanto, no tiene la capacidad de hacer las cosas que dicen relación con cuál va a ser la planificación estratégica científica de Chile.
Lo que pasó este año es que se reactivó algo que se llama el consejo de ciencias para la presidencia, lo cual no existía desde los 70’s y eso generó un cambio muy estructural que ahora le va a permitir al Ejecutivo tener consejos científico. Por ejemplo, en Estados Unidos, el Presidente tiene una sala de científicos que le dan consejos sobre qué debería hacer con las políticas científicas del país. Eso en Chile no existe.
-Ahora con el anunciado ministerio de ciencia e innovación, ¿se soluciona todo el problema?
-Depende de cuál sea el enfoque de este ministerio. Si tiene la capacidad de interactuar con los pilares de un país, que son las universidades, las empresas, las inversiones con los otros ministerios de gobierno, con el congreso y con la gente sí va a ser un ministerio exitoso. Ahora, si se trata de meter todas las oficinas que ya existen dentro de un edificio que no existía no sé si va a ser exitoso.
-Llevas 14 años viviendo en una ciudad que es uno de los centros de las ciencias. ¿Estamos a años luz de tener algo así?
-Eso depende de las instituciones, pero más de las personas. Cuando uno dice ‘estoy a años luz de lograr algo’ es porque hay muchas voluntades detrás, mucha estrategia y mucha política pública e inversión. Massachusetts invirtió un millón de dólares estatales y se propuso como meta ser el líder en biotecnología.
-Pero el científico chileno está supeditado a lo que las autoridades determinen.
-No necesariamente porque piensa que la ciencia es una democratizacion de las ideas. Y si ellos fueran capaces de generar estructuras pueden acelerar sus ideas en el mundo. Hacer ciencia en Chile para Chile solamente no tiene sentido. Eso se construye con estrategia económica, de política pública que se tienen que implementar, es todo un trabajo comunitario de educar y generar impacto.
-Chile ha tratado de construir una imagen de ser un país de emprendedores, donde se apoyan a start-up, a todo aquel que tenga una buena idea. ¿Está muy en pañales esa visión?
-Chile siempre ha sido un país de emprendedores. Piensa en todos los tipos de empresa que existen: en las regiones, en las localidades, en la señora que hace su restaurante y que mantiene una familia. El ser emprendedor es un tipo de vida. Ahora lo que se ha hecho en Chile es ponerle un nombre, darles un lugar en la sociedad.
-Bajo esa lógica, ¿qué hace que un emprendedor sea un emprendedor?
-Tener la capacidad de fallar muchas veces y levantarse de la falla.