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14 de Abril de 2016

De la calle a la calle: historia de una pareja que dormía en el edificio Telefónica

El Ministerio de Desarrollo Social ha realizado dos catastros sobre personas en situación de calle. El primero, el año 2005, los cifró a nivel nacional en 7.254. El segundo, del año 2012, en 12.255. Acá la historia de dos personas que acaban de sumarse a esa cifra en ascenso. / Fotos de Ricardo y Anita, por Andrés Larraín

Por Redacción
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“La situación de calle se puede entender como un síntoma. Nos muestra las grietas de aquello que hemos construido y aparece como el resultado de múltiples mecanismos de segregación y exclusión”. Benito Baranda

-Váyase al hospital a acompañar a su señora, mejor. ¿De verdad usted cree que le va importar a alguien que hayan atropellado a una persona en situación de calle?

La pregunta retumba en la cabeza de Ricardo Pinochet (45). Está parado/paralizado en medio de Plaza Italia y acaba de ver como un auto atropelló a su esposa Anita (49), fracturándole la cadera. Mientras la suben a la ambulancia y la llevan al hospital Salvador, Ricardo se acerca en estado de schock al carabinero que tomó el procedimiento y que está dejando ir al conductor. La respuesta es la que está arriba.

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“El hombre no podía ni estar parado de lo borracho que venía. Se lo juro. Y yo pensaba: ‘pero si independiente de que uno viva en la calle, es una persona igual, ¿no cree?‘, cuenta Ricardo sentado al borde de la inmensa pileta del Parque Balmaceda, frente al edificio de la fundación Telefónica. Allí donde con un colchón, una carpa, unas frazadas y una radio a pilas habían construido un lugar para dormir.

Hoy vive junto a su mujer ahí en el Parque Balmaceda, en una carpa escondida dentro de uno de los recovecos de cemento del parque. Esto, luego de que a principios de este año la empresa decidiera enrejar la entrada al edificio.

“Por cosas así a las personas que llevan mucho tiempo viviendo en la calle les cuesta comunicarse. Con el tiempo se les borra la mente“, dice dándose toques en la sien con el dedo índice.

Ricardo cuenta la historia del atropello a su señora porque dice que fue la primera vez, desde que vive en la calle, que se sintió realmente mal, humillado. La segunda fue cuando camiones de la municipalidad de Providencia, asegura, llegaron en medio de la noche, hicieron levantarse a las casi veinte personas que dormían en la entrada del edificio y los obligaron a salir.

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“Ni siquiera nos devolvieron las cosas. Dijeron que las fuéramos a buscar a un deposito cerca de la municipalidad, pero ahí las manguerearon frente a mis ojos. ¿De qué me sirven las frazadas mojadas? Nosotros perdimos hasta una platita que teníamos escondida entre las frazadas. Y una radio con la que escuchábamos música en la noche”, dice con amargura Ricardo.

PRINCESA SIN CASTILLO

Ricardo y Anita viven en la calle hace aproximadamente un año. Están juntos hace siete. Él es maestro de construcción. Ella nunca ha tenido un trabajo estable y sufre de epilepsia. Ricardo es de Angol, pero vive hace 15 años en Santiago.

“Vivíamos en una pieza en una casa en un pasaje en Yungay y estábamos bien ahí. Nosotros nunca, pero nunca hemos sido de las personas que se drogan o que toman. Nunca. Yo trabajé en distintas construcciones. Ella salía a veces a vender cosas. Siempre nos llamó la atención que entrara y saliera tanta gente, pero no le dimos importancia, ¿Por qué íbamos a pensar mal? Después nos dimos cuenta que ahí vendían droga, vendían de todo. Pero no podíamos hacer mucho ya. Resulta que un día llegamos y nos robaron todo. Todo, todo. Agarramos las pocas ropas que nos quedaron y nos fuimos. Y ahí quedamos. A la calle”.

Ricardo cuenta que desde entonces se las intenta arreglar con trabajos esporádicos. Ha vendido botellas de agua. Ha vendido Super 8. Pero que eso no le alcanza para arrendar una pieza, que sólo le alcanza para el alimento diario. Y su trabajo como maestro de construcción lo tuvo que abandonar: “Incluso han pasado ex jefes por acá, me ha dado vergüenza. Me han dicho que vaya a hablar con ellos, que me pueden dar pega, pero yo no puedo dejar a mi princesa sola en la calle, porque como es epiléptica, no puedo arriesgarla”.

DE LA CALLE A LA CALLE

Roberto Hidalgo Bravo, el famoso “estudiante de enología”, un histórico y de cierta forma “simbólico” personaje de la calle santiaguina, sentado en el Parque Bustamante viendo las noticias de CHV, tiene una teoría de por qué cerraron con rejas la entrada al edificio de la Fundación Telefónica, que por años albergó a una veintena de personas sin hogar, la mayoría de ellos adultos mayores. “Mire, antes no había problema. Porque las personas que dormían ahí se iban bien temprano y no molestaban a nadie”, dice mientras en la televisión muestran la historia de una trabajadora que se quemó el 70% del cuerpo con aceite hirviendo.

“Sssss… a mi nieto le pasó algo parecido. Estaba trabajando en el norte, arreglando unos cable, le llegó un rayo y se, como se dice, frió por dentro el pobre. Suena feo…pero gracias a Dios que falleció…o si no quizá cómo hubiese quedado”, interviene una señora.

Roberto la mira con pena. Está mucho, pero mucho más flaco que en el video que lo hizo “famoso”. Cuesta reconocerlo. “Es que me enfermé del páncreas porque tomaba demasiado”, explica. Y sigue: “Pasó que unos cabros de allá de Plaza Italia empezaron a irse al edificio. Y puta eran desordenados… yo creo que fue por eso que terminaron echando a todos. Los echaron con camiones de la muni. Acá a veces hacen lo mismo, le quitan hasta los triciclos para trabajar a algunos”.

NADA MÁS QUE UN TECHO

El Ministerio de Desarrollo Social ha realizado dos catastros sobre personas en situación de calle. El primero, el año 2005, los cifró a nivel nacional en 7.254. El segundo, del año 2012, en 12.255.

El 10 de abril, el titular de la cartera, Marcos Barraza, y la alcaldesa Carolina Tohá fueron a la Residencia para Personas en Situación de Calle que funciona en Santiago, que alberga a 25 personas, donde anunciaron tres cosas: que este año la casa funcionará todo el año y no solo el invierno, que habrá un nuevo catastro que comenzará en agosto y que el Plan de Invierno se adelantará para abril en Magallanes y Aysén, en el resto del país empezará en junio, como siempre.

El invierno se adelantó, los planes no.

“He ido varias veces a la municipalidad. Tres veces, en realidad. Y me han mandado de vueltas las tres, sin ni siquiera recibirme. No entiendo por qué por último no me dicen que no vaya más. Además yo no estoy pidiendo nada más que un poco de ayuda para arrendar un techo. Un puro techo. Cama yo me puedo conseguir, hay un montón tiradas”, dice Ricardo mientras hace flamear una frazada que saca de su carpa.

“Anoche llovió, la carpa tiene protección, pero amanecimos con como se dice, mucha humedad adentro. Y dolor de cabeza”, agrega.

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