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4 de Septiembre de 2016

Padre e hijo acusados de matar a delincuente tras portonazo: "En Chile hay que dejar que te roben"

Raúl y Gustavo Aravena relataron la dura experiencia que vivieron los 18 días en Santiago I, y entregaron las lecciones que sacaron de esta situación.

Por Redacción
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El pasado 1 de agosto, Raúl Aravena y su hijo Gustavo fueron víctimas de un portonazo en San Bernardo. A diferencia de los otros casos que han ocurrido, ambos lograron dar con el antisocial y lo golpearon hasta matarlo. 

A raíz de esto, fueron detenidos y quedaron en prisión preventiva, luego de que el tribunal desestimara la legítima defensa y el robo con intimidación, pasando 18 días en la cárcel Santiago I. Posteriormente, la fiscalía pidió modificar la cautelar, y quedaron con arresto domiciliario total.

A más de un mes de lo ocurrido, ambos rompieron el silencio y entregaron sus primeras declaraciones en conversación con el diario El Mercurio. Allí relataron cómo fue estar por primera vez en un centro penitenciario, donde el recibimiento no fue el mejor.

“Había unos 15 reos y dos nos reconocieron. Empezaron a acercarse a mí a pegarme. Me gritaban ‘matachoro’ y que adentro iban a arreglar cuentas”, contó Gustavo al matutino, agregando que “cuando pasábamos al lado de una reja, nos reconocían y los tipos altiro nos gritaban cuestiones”.

Es así como en la cárcel “nunca se sintieron respetables. Yo pasaba frente a un módulo y me tapaban a garabatos. En ningún momento me sentí seguro. Gendarmería sabía que nosotros no éramos delincuentes, entonces ellos nos cuidaron hasta el último. Y también un grupo de reos que estaban en ese módulo que era de conducta, para salir luego a sus casas. Hicieron una reunión entre todos y dijeron que nadie tenía que decir que nosotros estábamos ahí, para protegernos”.

En esa misma línea, Raúl confesó que “soy cobarde. Si pasaba algo, tenía que defenderme, pensaba. Nos sacaron las cadenas de las manos y de los pies y nos llevaron al módulo 36”, donde estaban los “homicidas, violadores, estafadores que no eran flaites”.

A raíz de toda la situación que tuvieron que vivir, ambos fueron capaces de sacar duras lecciones de lo ocurrido. Gustavo sostuvo que “estamos en Chile. ¿Qué le puedo decir? Hay que dejar que a uno le roben, que le quiten todo nomás porque no se puede hacer nada”.

Respecto a las detenciones ciudadanas, asegura que éstas tienen sentido “en el hecho de que de repente uno lo hace por miedo. Miedo que ellos vengan a la casa quizás a cobrar venganza. Quizás lo hice por miedo. Eso más que nada. Uno siempre quiere vivir en paz, tranquilo. Y que a uno le pase esto…”. Sin embargo, no las recomienda, puesto que les podría ocurrir lo que les pasó a ellos.

Raúl, por su parte, lamentó que nadie los ayudará cuando lo necesitaron. “Yo empecé a pedir ayuda. Él estaba vivo. Había 3 ó 4 personas ahí y nadie me prestó ayuda. Una pura persona que se me acercó en una camioneta cerrada me dijo ‘Yo voy a llamar a los carabineros””, contó, añadiendo que “a lo mejor, si se hubiera acercado gente a ayudarnos, no hubiera pasado esto que pasó”.

“Yo pienso que hasta el día de mi muerte voy a estar afectado con esto que pasó. Ésta es como una pesadilla que no tiene fin”, remató.

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