Convivir con la basura: la insalubre realidad que enfrentan miles de familias en la Región Metropolitana
Con 81 vertederos ilegales y más de 600 microbasurales el problema de los residuos se hace patente en sectores de la zona Sur y Poniente, principalmente en aquellos sectores azotados por la vulnerabilidad y pobreza.
Ubicado en un sitio eriazo, justo al lado de una feria callejera, de casas y de blocks de viviendas sociales, un cúmulo de basura se quema a plena luz del día. Un niño de unos diez años cruza la calle y se acerca al pestilente foco de humo. De los escombros saca lo que alguna vez fue un auto de juguete, se lo lleva y sigue su camino con el premio entre sus brazos, sin preocupar a nadie, sin alterar la rutina de nadie porque esa escena se ve todos los días en el Acceso Sur de La Pintana.
Habituados a la presencia de desechos en bermas, ciclovías y en cuanto terreno desocupado exista, de los 210 mil habitantes de la comuna el 26% vive cerca de vertederos ilegales o de microbasurales, según la CASEN 2013. A nivel nacional, un 7% de la población habita en las inmediaciones de recintos destinados al acopio de desechos.
Pese a que el camión de la basura pasa tres veces a la semana a retirar los desechos de las casas, fierros oxidados, pañales, comida y botellas esparcidas son postales comunes en ciertos sectores de la comuna, como en el sector de Lo Castillo. A ese escenario se añaden los grandes escombros, o “basura voluminosa”, por los cuales deben pagar $4.500 el metro cúbico. En un sector marcado por la pobreza y la vulnerabilidad, donde la mayoría gana un sueldo mínimo, gastar plata para botar la basura no es una prioridad. “Si veo al voladito pasar afuera le pago $500 para que me bote el sillón ¿y qué hace él? camina unos pasos y bota en sillón en cualquier lado”, explica Denisse Rodríguez, dirigenta vecinal.
Al respecto, la concejala de la comuna Claudia Pizarro (DC), dice que se trata de un problema que hasta ahora la municipalidad no ha podido resolver. “No hay una conciencia de que esto es insalubre, no es prioritario, por eso una cifra bastante alta de los pintaninos vive cerca de un basural. Tenemos terrenos eriazos en la comuna donde no se cumple la ley,” dice. Explica que todo sitio, ya sea del Estado o de privados, debe enrejarse para evitar, precisamente, que se convierta en un acopio de desechos.
La escena santiaguina
En la Región Metropolitana el retiro de la basura está concentrado en manos de cuatro empresas: Santa Marta, KDM, Gersa y Proactiva S.A., las que se hacen cargo de 52 comunas. Pero no dan abasto. La creciente proliferación de lugares clandestinos es tal que un catastro hecho por la Intendencia reveló que existen 81 vertederos ilegales y más de 600 microbasurales, cuya extensión territorial sumada son alrededor de 400 hectáreas. ¿Dónde están? En la zona sur y poniente de la región: Pudahuel, Quilicura, Lampa, Puente Alto, San Bernardo, Buin, Colina, La Pintana, Renca, Maipú, Paine, Cerrillos, Cerro Navia y Padre Hurtado.
Para el intendente Claudio Orrego dicha situación se trata de una “tremenda injusticia urbana”. “La profunda desigualdad que existe en la ciudad, donde las mejores áreas verdes, las mejores calles, la mejor salud, la mejor educación, la mejor seguridad, la mejor cultura, se concentran en las 6 ó 7 comunas que conforman el barrio alto. ¿Por qué no hay basurales en el barrio alto? Porque si se instalara alguno, rápidamente sus vecinos utilizarían sus influencias para hacerlo desaparecer de ahí”.
Hasta hace poco, la ley sancionaba a todo aquel que fuera sorprendido tirando basura. Pero en noviembre de 2015 se le hicieron modificaciones para que fuese más estricta y midiera con la misma vara el transporte de desechos a vertederos ilegales y especialmente a quien encarga ese transporte. “Sabemos que no es fácil combatirlos, porque como es un negocio organizado se corre rápidamente la voz si hay cámaras o un fiscalizador cerca, pero la pelea hay que darla en conjunto con las policías, las municipalidades y los organismos técnicos competentes, en conjunto con la comunidad”, dice Orrego.
Si bien no es su responsabilidad, la Intendencia de Santiago asumió un desafío de grandes proporciones: reducir la cantidad de vertederos y microbasurales a través del programa Santiago Resiliente -impulsado por la Fundación Rockefeller- el cual entrega a las ciudades herramientas para sortear de mejor forma las amenazas propias de las grandes urbes. “La primera responsabilidad es de los municipios, que deben fiscalizar, pero no seamos hipócritas: todos queremos una ciudad limpia y sin embargo pagamos para que alguien ensucie la comuna de al lado” señala la autoridad.
Todo humo es tóxico
A fines de 2011 la casa de Denisse Rodríguez, ubicada en el sector seis del Acceso Sur de La Pintana, se llenó de ratas. También las de sus vecinas. El origen: un sitio estatal abandonado y ocupado por personas sin hogar. El lugar resultó propicio para dejar todo elemento que sobrara de las casas de los vecinos. “Hasta animales muertos habían”, cuenta Denisse y agrega que “no faltaba el loquito que le prendía fuego a la basura”, sin ningún tipo de cuidado en el proceso de quema.
“Cuando hay vertederos cercanos las aguas se contaminan, así como también el aire por los pequeños incendios que se producen, el aire se vuelve tóxico. Toda combustión libera sustancias tóxicas”, explica Luis Díaz, académico del Departamento de Ingeniería Química de la Usach. La presencia directa de metales pesados, dióxido de azufre y material particulado -entre otros- resulta nocivo para la salud de la población, algo que se manifiesta como ardor en los ojos hasta formación del cáncer.
El factor cultural
Desde un prisma más técnico, el seremi Metropolitano de Medioambiente, Jorge Canals, indica que “lo que se necesita son políticas de largo plazo y que tiene que ver con hacer alianzas, por ejemplo, con la Cámara Chilena de la Construcción, juntar a las asociaciones de camioneros que quieren fortalecer el transporte legal, a todos los actores para llegar a acuerdos que tienen que ver con lo que se fiscaliza”.
Mientras en países desarrollados se reutilizan entre el 20 y 30% de la basura, en Chile la cifra alcanza apenas un 5%. La falta de una cultura consciente con el medioambiente apunta al foco del que emanan muchos otros conflictos sociales: la tan cuestionada educación chilena.
Sin conocerse, Denisse y Claudio Orrego coinciden en que la solución tiene que ver con un proceso de culturización, así como también de fomento a la reutilización de los desechos. “No sacas nada con ponerle conteiner a la gente si no saben usarlo. Además deben haber más espacios de reciclaje”, opina la dirigenta. A la par, Orrego dice que “hay un tema cultural que es necesario cambiar y que es educar a nuestra población en el reciclaje y la reutilización”.
Sentada en la mesa de su casa en la comuna en que vive hace 16 años, Denisse Rodríguez reflexiona: “Nunca separo la basura porque soy floja, pero debo ser la única persona que sí separa el aceite quemado porque sé el daño que hace, porque tengo hijos y quiero este mundo para ellos. No quiero que se acabe cuando yo me muera”.