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7 de Diciembre de 2016

Recicladores, testimonios del primer eslabón de transformación de residuos

Recolectando basura en las calles, de noche y forma solitaria, hombres y mujeres vieron en ello un oficio rentable. Con ayuda del programa Reciclaje Inclusivo de Fundación Casa de la Paz accedieron a herramientas para sacar mejor provecho y profesionalizar un oficio que, sin darse cuenta, promueve el reciclaje doméstico.

Por Consuelo Olguín
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En Chile se generan casi 17 millones de toneladas de residuos sólidos al año, pero sólo el 10% se recicla. Ante ello, las políticas públicas están orientadas a reforzar la educación ambiental a través de una serie de iniciativas. En paralelo, en la industria de la recuperación de residuos continúa siendo esencial el rol de los recicladores de base.

Según un catastro hecho por el Movimiento Nacional de Recicladores de Chile A.G. junto al Ministerio de Medio Ambiente en las 346 comunas del país hay más de sesenta mil recicladores que hoy realizan su trabajo con prácticas informales.

Marcela Puchi empezó recogiendo papel, diarios, cartón, latas de aluminio y objetos chatarras que la gente dejaba afuera de sus casas, cuyo destino final sería el camión de la basura y luego un vertedero. Así empezó a reciclar ese material que estaba en buen estado pero que nadie se daba la tarea de ordenar, clasificar y acopiar. 

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“Yo no terminé nunca el cuarto medio entonces no tenía trabajo estable, no siempre  tenía plata para invertir y encontré en el reciclaje una manera de sobrevivir. Era más rentable. Yo ahí invertía mi cuerpo, trabajo, tiempo”, dice Marcela, quien trabaja hace diez años como recicladora de base en Peñalolén.

Al principio lo hacía de manera solitaria, sin hablar con los vecinos. Pero ahora hay un diálogo con ellos, saben qué materiales necesita y determinó una ruta que recorre tres veces a la semana con su moto eléctrica para recoger los desechos, los cuales guarda en una bodega en Quilín. Una vez al mes vende ese material a empresas.

Sin caer en cuenta, Marcela Puchi promueve el reciclaje al interior de las casas al igual que cientos de sus pares que trabajan en dicho oficio, de manera formal e informal. En 2014 Fundación Casa de la Paz contabilizó a 400 recicladores de base en cuatro comunas de la Región Metropolitana: Quinta Normal, Santiago, Recoleta y Peñalolén.

En medio de la discusión de la ley de fomento al reciclaje, dicha fundación inició el proyecto de Reciclaje Inclusivo Comuna (RIC), el que benefició a 20 recicladores capacitados en modelos de negocio y emprendimiento, siete puntos limpios administrados por ellos, 5.000 familias con servicio de reciclaje, un acuerdo comercial de recepción de residuos con 20 instituciones y un barrio comercial, junto a la creación de una cooperativa de trabajo.

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La directora de la iniciativa, Mayling Yuen, indica que el “proyecto se centró en la incorporación y formalización de los recicladores de base, el fortalecimiento de la cadena de reciclaje” y explica que “una empresa grande no puede ir a buscar un contenedor chiquitito porque no les sale rentable. En esta búsqueda encontramos la figura de recicladores de base que lo que hacen es ir a las casas y gracias al encadenamiento de distintos actores pueden llegar a canchas de reciclaje y entrar al proceso”.

En ese grupo de trabajo se encuentra Orlando Castañeda, quien trabaja en el mundo del reciclaje desde hace cinco años cuando jubiló de una empresa consultora. “Con sacrificio y puntualidad empecé a reciclar en la calle. Me fui haciendo propaganda solo”, cuenta.

Administrador de uno de los siete puntos limpios, ubicado en Quinta Normal, señala que ahora que tiene un lugar de acopio, ordena y una vez a la semana un intermediario retira la mercancía para luego llevarla a empresas que quedan en la periferia. Y al igual que Marcela Puchi, Castañeda formalizó su oficio y entabló diálogo con las personas que habitan las casas donde recoge los residuos.

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Ambos coinciden que se trata de un trabajo sacrificado, pero pilar fundamental en la cadena de transformación de los desechos. Sin embargo, aún falta por avanzar. “La sensibilidad de la gente es bien escasa, tiran cualquier cosa en la ventanilla donde botellas o papel. Hay que explicarles que se trata el punto limpio, no un vertedero”. 

A ojos de Marcela, “esto es para los que son empeñosos porque los que son quedados nunca surgen” y añade que si bien hay familias con hábito de reciclar, hay lugares que hacen el mínimo esfuerzo. “Falta que las empresas, colegios o consultorios nos den los materiales”, señala.

La idea de Fundación Casa de la Paz es replicar el proyecto a otros lugares y de esa forma contribuir a una cultura de reciclaje sistemática.

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