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19 de Diciembre de 2016

Carlos Peña plantea que es "irracional" y "cruel" mantener presos a violadores de DD.HH. enfermos

El columnista cuestiona que "¿cuál es el sentido de privar de libertad a quien ya no es capaz de experimentarla ni anhelarla? El criminal ya no está ahí".

Por Redacción
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El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, aseguró que es “irracional” y que “se parece mucho a la crueldad” mantener en prisión a los violadores de Derechos Humanos que se encuentran en distintos penales y que padecen alzhéimer o cáncer terminal, aunque con una explicación filosófica como suele hacerlo.

En su habitual columna de los domingos en El Mercurio, Peña cuestiona el hecho de “seguir castigando” a quienes “vagan en medio de las nubes de la memoria y otros que sobreviven apenas atrapados por alguna enfermedad terminal”, sean del tipo de presos que sean.

La pena tiene sentido si el sujeto que la sufre la vive como tal. Pero si el condenado es incapaz de tener la vivencia del castigo, si por padecer alzhéimer u otra forma de demencia no sabe dónde está, ni sería capaz de explicar por qué está en esta o en cualquier otra parte, si no es más que un cuerpo abandonado a sí mismo y al compás del olvido, ¿qué sentido tiene el castigo?”, se pregunta el columnista.

En ese sentido, Peña cuestiona que “¿cuál es el sentido de privar de libertad a quien ya no es capaz de experimentarla ni anhelarla? El criminal ya no está ahí (el yo que él alguna vez fue ya no existe, se extravió en las nubes de la memoria), y sus víctimas solo cuentan con un cuerpo para castigar, pero no con un sujeto (un enfermo de es un cuerpo que, al no tener memoria clara y no poder narrarse a sí mismo, podría ser cualquiera)”.

“Si hizo daño, ya no puede hacerlo a nadie; si hizo sufrir, ahora es él quien sufre; si no quiere reconocer el pasado ya poco importa, porque no tiene ningún futuro; si no muestra arrepentimiento es irrelevante, porque un moribundo arrepentido y otro pertinaz solo se diferencian por la suerte que cada uno tendrá en el improbable juicio final del que ninguno será testigo“, dice.

El recto de la UDP dice que “en este caso, la pena carece de sentido y arriesga deslegitimarse a sí misma porque, aun dictada con justicia, en medio del sinsentido de la enfermedad terminal se parece mucho a la crueldad. Y la crueldad tiene un lugar en la condición humana, sin ninguna duda, pero un Estado respetuoso de los ciudadanos no puede tolerarla por medios públicos”.

“Como se ve, no es la justicia, tampoco la moral ni menos la misericordia, tampoco el cálculo, la que obliga a liberar a quienes padecen alzhéimer o cáncer terminal. Es la razón. Castigar a un sujeto que ya no es tal, o a un cuerpo empujado dolorosamente hacia la muerte, no es injusto o inmoral. Es simplemente irracional“, dice,

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