Dura respuesta de Manuel Guerrero al "perdón" de los presos de Punta Peuco
El hijo de una de las víctimas del "caso degollados" relató el perdón que debió hacer con diversas personas a lo largo de su vida y también con el país e, incluso, con la periodista Mónica González. ¿Perdón a los asesinos de su padre? Acá lo explica.
El próximo viernes, un grupo de seis internos del penal Punta Peuco podría pedir perdón por las violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante la dictadura militar, durante un acto ecuménico en ese lugar.
Extraoficialmente se sabe que el ex director asistente de la Dina, Raúl Iturriaga Neumann, tomaría la palabra durante el acto y que participaría en el acto el ex fiscal militar Fernando Torres Silva.
Este hecho generó inmediatamente reacciones en las agrupaciones de familiares de Detenidos Desaparecidos. Uno de ellos fue Manuel Guerrero Antequera, hijo de Manuel Guerrero Ceballos, una de las víctimas del “caso degollados”, quien aseguró que él ya perdonó pero no precisamente a los asesinos de su padre o restantes militares condenados.
Guerrero explicó que aclaró que “no puedo perdonar a nombre de mi padre, porque eso tendría que hacerlo él, y como él no está, no me corresponde perdonar vicariamente por él. Lo segundo es precisar si yo he perdonado. Y en mi largo proceso, que me ha tomado una vida, energía y reflexión, la respuesta es positiva: sí, he perdonado. Pero debo detallar a quién”.
En una publicación en su página en Facebook, Guerrero dijo que “al primero que me tomó años perdonar fue a mi mismo. El no haber podido hacer más para que mi papá apareciera con vida, entre la mañana del 29 y el mediodía del 30 de marzo de 1985, me tomó tiempo perdonármelo. (…) hasta que al día siguiente el director de mi escuela me llevó a un lado por la tarde, para contarme que había aparecido mi papá degollado en Quilicura. No lloré durante meses, porque no me lo podía perdonar”.
“Pasaron años hasta que tomé consciencia que era un niño de 14. Lo abracé, le conversé, lo oí, busqué comprender y lo acogí. No estaba en mis manos salvarlo con vida. Fui la primera persona a quien perdoné. Y así he podido seguir viviendo“, contó.
El académico relató que el segundo perdón fue al partido de su padre, el Partido Comunista. “Mi rabia mayor era (es) con el Partido. Por qué no lo cuidaron, cómo dejaron que esto sucediera, cómo ocurrió un crimen tan absurdo, a las puertas de un colegio en pleno estado de sitio. (…) Pasó tiempo para que aceptara, en el curso de mi elaboración, que esto no era resorte -necesariamente- de la organización de mi padre (…). Creo que lo he perdonado. Al menos tengo la voluntad abierta y en proceso permanente de perdonarle”, explicó.
“Más difícil resultó perdonar a mi propio padre. Porque él corrió riesgos a mis ojos innecesarios. Porque se expuso al máximo, porque abusó de su buena fortuna. Porque tenía hijos y quedamos huachos. Porque otros le sobrevivieron y les miro y veo crecer con sus hijos y nietos y yo no he tenido ese privilegio. Me costó comprender que mi padre no sería mi papá, sino fuese aquél que tomó la opción más dura, porque toda su generación fue exterminada (…) Hoy lo perdono”, escribió en un largo texto.
Guerrero explicó también el proceso para perdonar a la periodista Mónica González, hoy directora de Ciper y por esos años investigadora junto a su padre y a José Manuel Parada, quienes investigaron y publicaron un reportaje sobre el Comando Conjunto -organismo que desempeñó un papel clave en la persecución y eliminación de los miembros del PC- y que gatilló la muerte de Guerrero, Parada y Santiago Nattino, pero no la periodista.
“Me tomó años perdonarla. Me dolía su sobrevivencia (sin desear un ápice su muerte, sino deseando con todo mi cuerpo y alma que mi padre no hubiese caído). Años viendo su desarrollo como la gran periodista de investigación que es, y a la sombra veía el espectro de mi padre que hizo posible parte de esa carrera (…). Me tuve que reunir un día con ella y conversamos horas. Le hice todas las preguntas que traía preparadas durante años de investigación, intentando entender qué pasó. Y descubrí a una mujer valiosa, que le dolía lo ocurrido, y que la historia muchas veces es más banal de lo que uno imagina y proyecta. Y la perdoné”, contó.
Según Manuel Guerrero, también le tomó años perdonar a su familia, por “cómo podíamos seguir viviendo nuestra vida cotidiana, con qué derecho, si estaba la ausencia del Manuel. (…) Y perdoné por mis hijas, para que tuvieran tías, primas, una vida familiar que yo disfruté de pequeño. Y por que no había motivos para seguir cargando con un muerto, si en la familia Guerrero vive mi papá entre todos”.
En esa línea, el sociólogo dijo que “lo que más tiempo me ha llevado ha sido perdonar a Chile. Este país que me quitó a mi padre, que hace justicia a medias, que si no presionamos nos vuelve a dar la espalda”.
“Y mi forma de perdonarlo fue viniéndome a vivir a formar mi propio núcleo familiar, a estudiar, trabajar, armar organización barrial, recrear y recuperar amistades y formar nuevas. (…) Tengo la confianza que al nivel y modo que esté al alcance de cada uno, si reforzamos las experiencias positivas y las orientamos en la dirección adecuada, y actuamos con foco en lo que nos ocurre y en los demás, podemos reconstruirnos como personas y como comunidad”, explicó.
Finalmente, Guerrero dice que “sí, he perdonado en mi vida. Y ello me ha permitido ir más libre, liviano. Ha sido una elaboración larga, un ejercicio de apuesta por el amor. ¿Y a los asesinos? Ah, con ellos justicia. Nada más. Ni nada menos“.