Mujeres que se abren camino: testimonio de una jefa en el masculino mundo minero
Según un estudio hecho por el Consejo Minero en conjunto con Fundación Chile en 2016, la participación de la fuerza laboral femenina en minería alcanza apenas un 7,5% a nivel nacional.
La minería es uno de los sectores que más aporte económico entrega al país, pese a la baja que tuvo en 2016. Otra de las características de esta industria es la mayoritaria presencia de hombres en distintos niveles de cargos, muy superior a otros sectores de la economía. De hecho, la participación de la fuerza laboral femenina chilena en minería alcanza apenas un 7,5%, cifra que contrasta con el escenario de otros países, como Australia y Canadá donde la presencia de trabajadoras es de un 19% y 17%, respectivamente.
La ingeniera civil química Renata Crisosto (32) es parte de esta minoría de mujeres que en Chile trabaja en minería, pero además es jefa. Hace tres años tiene a su cargo las operaciones de las pozas de Sur Viejo, en SQM. Con la experiencia de este cargo, analiza los prejuicios que enfrentó al inicio y la realidad de muchas mujeres que trabajan en un ámbito históricamente dominado por los hombres.
-Actualmente, la participación de la fuerza laboral femenina en minería es de un 7,5% ¿Cómo se podría aumentar esa cifra?
-Tenemos que partir la discusión de la base, donde las capacidades son las mismas. El problema es que todavía se relaciona enfermería, obstetricia o pedagogía como las típicas carreras femeninas, y eso cambió hace rato. Hay que implementar más políticas de integración, exigir a las empresas un mayor porcentaje que el promedio mínimo que hoy existe. El problema no pasa por capacidad; hay muchas mujeres que son capaces y pueden estar a la par de los hombres, pero resulta muy difícil romper las barreras y paradigmas, sobre todo la de los “viejos” más antiguos. Para ellos, aceptar a una mujer -más aún en jefatura- es un gran tema. Aunque cada día esta mirada va cambiando, aún estamos lejos. Creo que en general todavía hay muchas empresas que ven a las mujeres como un problema, principalmente por la maternidad. Eso definitivamente debe cambiar.
-Sin embargo la empresa donde trabajas dobla esa cifra, llegando al 16%. ¿A qué responde eso?
-Hemos abierto camino mediante el boca a boca. De a poco hemos ido empoderándonos en nuestros cargos, saliendo de los laboratorios o escritorios y haciéndonos presente en el terreno. Somos muy responsables, y para abrirnos camino en una senda minada de paradigmas, debemos esforzarnos el doble, demostrar más capacidades, y así poder validarnos y entrar en un mundo que era muy masculino. Eso psicológicamente te sirve para esforzarte más. En SQM creo que hemos avanzado bastante, nos hemos ganado nuestros espacios, y la empresa modernizo su forma de ver la integración femenina ya que le ha funcionado y rendido frutos. Tengo la sensación que hoy los cargos se ocupan por capacidades y no por género, por ello es que las mujeres hemos aumentado nuestra presencia en la empresa, y eso está a la vista.
-¿A qué tipo de situaciones se enfrenta una mujer que trabaja en un lugar donde hay gran presencia de hombres?
-Principalmente a que cuestionen tus decisiones, algo que uno como mujer se enfrenta al principio; pero una vez que los “viejos” ya te conocen, empiezan a confiar en ti. Otra cosa que choca al principio, aunque sea parte de la idiosincrasia nacional, es que cuando uno ando mal genio se asume burdamente que es un tema ‘hormonal’; mientras que cuando un hombre anda mal genio lo asocian a otras cosas, o incluso es signo de autoridad.
-¿Se debe enfrentar muchos prejuicios?
-Muchos, en un principio siempre está el estigma de que una no sabe lo que está haciendo, aún más en operaciones porque más que estudiarlo la experiencia se mide en el día a día y para eso se necesitan años. Es muy raro ver una mujer como jefa de operaciones, entonces hay un alto nivel competitivo y de estrés. En mi área somos varias mujeres.
-¿Es machista el rubro minero con las trabajadoras?
-Sí, como jefa de operaciones me costó validarme frente a mis pares. Pero fue a través de la experiencia que debí ir validándome. Los trabajadores más antiguos, que vienen de otra escuela, te tratan de ‘niña’, o de ‘la señorita’. A mí me molestaba mucho que me dijeran ‘mi niña’. Generalmente respondía: “yo no soy niña de nadie”.
-¿Cómo se abre camino una mujer en ese mundo?
-A mí al menos me jugó a favor el tipo de personalidad que tengo y el trato que tengo con los trabajadores, no podría ser jefa de operaciones sin el respaldo de ellos, que se fue dando con el tiempo. La confianza se construye, se trabaja y se gana. Esto tiene que ver principalmente con un tema del trabajo en equipo y no sentir una superioridad con respecto a nadie. También de compartir el conocimiento. Al principio existe un conocimiento que luego se traduce en confianza; y que finalmente permite generar un grato ambiente laboral. En los comienzos, los trabajadores dudaban, había mucho de incredulidad. Hoy, luego de conocernos y formar equipo, la situación cambió por completo. Inclusive hoy, respetuosamente, bromean diciéndome: “le hago caso sólo porque es mi jefa, porque ni mi señora me manda”, o “jefa, usted se desquita acá porque en la casa no manda”. Con el tiempo hemos construido una excelente relación; somos familia.
-A su juicio, ¿qué falta para que el país avance en la participación de la mujer en el mundo laboral?
-Creo que hay dos cosas que fundamentales para avanzar en esta materia: la primera, que cualquier cargo debe medirse por las capacidades y condiciones, no por el género del postulante; y lo segundo, igualar los sueldos, porque aún en Chile hay una brecha que se debe corregir.