“Soy rubio ¿y qué?”: el manifiesto que evidencia de manera fiel lo que realmente ocurre en el extraño mundo de José Antonio Kast
El excandidato presidencial contestó a las duras críticas que realizó Cristóbal Bellolio en una columna de opinión.
El excandidato presidencial José Antonio Kast se defendió luego de las duras críticas de Cristóbal Bellolio respecto al prototipo de votante que lo sigue en una columna titulada “Rubios del mundo, uníos” en The Clinic.
El ex UDI acudió al mismo medio para hacer sus descargos, negando que “para mí el ciudadano promedio es hombre, blanco, maduro, heterosexual, creyente y patriota” y que su inspiración es” defenderlos a ellos, que se encontrarían oprimidos y que con un discurso profético, aspiro a liderar un retorno a privilegios anticuados e imponer desde el Estado”, como expresó Bellolio.
“Al igual que Bellolio, soy hombre, blanco, maduro, heterosexual y patriota. Ambos estudiamos en Derecho en la Universidad Católica, fuimos gremialistas y nuestras familias tenían los suficientes recursos como para pagarnos la Universidad y entregarnos un buen pasar. ¿Cuál es mi problema entonces? ¿Por qué la obsesión por categorizarme y descalificarme? ¿Será porque soy rubio (y católico)? ¿Será porque no tuve el privilegio de estudiar un postgrado y llenarme de conceptos, ideas foráneas y citas de autores extravagantes que son capaces de explicar como funciona el mundo desde una biblioteca?“, cuestionó Kast.
“No necesito imaginarme a nadie, porque a diferencia de él, yo no seguí una carrera académica sino que me dediqué a conocer la realidad (…) El ciudadano promedio es de carne y hueso, no la descripción que un paper académico o una cuenta influyente de twitter pueda entregar”, agregó en su descargo.
Siguió: “no soy yo el que excluye, sino el que es excluido por hablar con sinceridad y defender las convicciones e ideas en las que creo. No soy yo el que discrimina, sino el que es discriminado por ser rubio, por ser católico, por tener 9 hijos o por decir que me gusta pololear con mi señora. Los intolerantes son otros y son ellos los que se arrogan la representación de grupos de personas y que los impulsan a rechazar al que piensa distinto, por la religión que profesa o por el color de su pelo”.
“Esos son los ciudadanos promedio. Los que se levantan todos los días a las 5 de la mañana para tomar el Transantiago; los que esperan meses por una hora en el consultorio de salud para operarse; o que sufren por la mala calidad del liceo donde están sus hijos. Esos son los oprimidos; los pobres que no encuentran un trabajo digno y que no llegan a fin de mes, por que reciben poca plata y la vida, cada vez es más cara. Esos son los marginados, los que a las 8 de la noche se encierran en sus casas por temor a ser asaltados y que han renunciado a la vida en comunidad, por la llegada del narcotráfico. Esa realidad no está en las columnas de El Mercurio, La Tercera, The Clinic o la Revista Capital. De esa realidad nadie habla en los programas de discusión política ni en el Top Secret de La Segunda. Precisamente, esa narrativa la que aspiro a cambiar#”, indicó.
“A pesar de ser rubio, no aspiro a otra cosa que ocupar la vitrina pública para ser una voz de los verdaderos oprimidos, de los que genuinamente representan el ciudadano promedio de nuestra sociedad. Esos que, independiente de su sexo, color de pelo, origen o religión, buscan con esfuerzo sacar sus vidas adelante, formar una familia y actuar con responsabilidad, aquellos a los que el Estado les sigue imponiendo regulaciones y convenciones culturales; y a los que la minoría de columnistas y analistas sigue colgándole caracterizaciones e intereses, que están muy lejos de aceptar“, concluyó Kast en su columna.