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Actualizado el 24 de Abril de 2020

The Last Dance: una historia de deporte imperdible para cualquiera

La serie se centra en la última temporada de Michael Jordan en la NBA.

Por Cristina Alzate
The Last Dance en Netflix
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Basketball, la NBA, un campeonato que ocurrió hace más de dos décadas y una estrella de ese deporte que está lejos de sus momentos de más figuración. A simple vista no son los elementos para realizar un documental que pueda causar mucho interés para las pantallas locales. Pero The Last Dance, la serie de diez capítulos centrada en Michael Jordan que Netflix acaba de estrenar, no sólo logra entretener, sino rápidamente se convirtió en uno de los imperdibles de la plataforma de streaming. 

The Last Dance es un lujo por dos razones principales. La primera es sencilla y más bien corriente, pero no por eso menos importante: el acceso. Los creadores de la serie documental consiguieron acceso exclusivo a más de 500 horas de material inédito grabado por la NBA durante la última temporada de Michael Jordan con los Chicago Bulls, durante 1997 y 98. Un periodo legendario que selló la carrera de esa leyenda del basketball. Ese registro le da la posibilidad al documental de distinguirse de sus pares. Así, los realizadores no sólo tuvieron que limitarse a evocar la época de la que está hablando a través de entrevistas o recurrir a manidas imágenes de archivo,  sino que pudieron trasladar al espectador directo a lo que estaban contando, y mostrarles las frustraciones, peleas y triunfos con una cercanía pocas veces vistas. 

Un cuento antiguo bien contado

La segunda razón es menos evidente, pero igual de importante, y es la inteligencia con que está narrada la serie. Aquí no estamos frente a un documental deportivo inaccesible para quienes no estén familiarizados con la trivia y el detalle de Jordan y compañía. Ni tampoco es un registro para principiantes. Los realizadores tomaron el camino más ingenioso y supieron que lo que había que contar era otra historia. La de un chico común y corriente de Carolina del Norte, que gracias a que resultó ser extraordinario para jugar al basketball le cambió la vida para siempre. La historia más antigua del mundo. Vista, con distintos códigos y detalles, desde las fábulas infantiles hasta películas como La Guerra de las Galaxias. Un cuento con el que es muy fácil fascinarse si está bien contado, sin importar cuántas veces lo hayamos visto u oído.

Es ese reconocimiento y cercanía que tiene la serie la que la dota de una atractivo universal, a pesar de su ambientación y pormenores de nicho. 

Sentido del Drama

Eso no es todo. Además, sus creadores le sumaron algo muy necesario en las series documentales y que no siempre está presente: arco dramático. Un sentido de, por ponerle un nombre, telenovela. Aquí los conflictos interpersonales, los arquetipos que logra construir, la clara sensación de que la historia tendrá un comienzo, un desarrollo, un clímax un final, elevan The Last Dance de objeto para fanáticos, a imperdible para cualquiera que esté interesado en sumergirse en los detalles de qué se necesita para convertirse en el mejor, y los costos que se pagan en el camino. 

Realidad vs Ficción

The Last Dance es un ejemplo más de que Netflix ha tenido mucho mejor curatoría a la hora de elegir sus documentales que sus series de ficción, incluso considerando las diferencias de volumen. Esto se explica porque la compañía ocupa sus series de una forma estrictamente utilitaria, para subir los suscriptores, y por lo tanto no necesita ni le importa particularmente la calidad de sus productos. Si se tropieza con una ficción de alta calidad bienvenida sea, pero está lejos de ser su prioridad. Una estrategia que se ha comprobado incluso cuando firmó millonarios contratos con algunos de los nombres creativos más celebrados de la industria, como Ryan Murphy o David Fincher, a los que les dio carta blanca para que produjeran lo que buenamente se les ocurriera, sin ejercer control de calidad sobre lo que realizaban. Un sistema que repite con nombres menos experimentados y brillantes. Pero lo cierto es que la televisión es y siempre será un esfuerzo colectivo y, también, que una plataforma de streaming necesita una identidad. La de Netflix hasta ahora, en términos de sus series hechas en casa, parece ser “más es más” y los resultados de eso están a la vista: una biblioteca de títulos de calidad, siendo amables, muy dispareja, donde lo mejor que se encuentra son los que han adquirido a productoras externas y no lo que han realizado ellos mismos.

En el lado documental, en cambio, probablemente porque con esos títulos no piensan hacer crecer la base de suscriptores sino que satisfacer al porcentaje de sus clientes que disfruta de ese tipo de contenido, se nota que han tenido mucho mayor cuidado al sumar estos títulos a la biblioteca. El ganador del Oscar American Factory y la serie The Innocent Man son dos ejemplos de ello, y ahora, por su puesto, se suma a esa lista The Last Dance.

[Ver en NETFLIX]

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