La historia del hacinamiento en Chile que Mañalich aseguró no conocer
Un estudio del Centro Producción del Espacio alertó en marzo sobre la vulnerabilidad de las comunas con menos ingresos del país frente al COVID-19.
Por estos días, el ministro de Salud, Jaime Mañalich, salió a explicar en varias ocasiones uno de sus dichos más polémicos, referente a las dificultades para materializar el distanciamiento social en el sector sur y poniente de la capital a causa del hacinamiento.
Según dijo Mañalich, habría ignorado que “hay un sector de Santiago, donde existe un nivel de pobreza y hacinamiento (…) del cual yo no tenía conciencia de la magnitud que tenía”. Lo que a su vez, “continúa generando un aumento significativo de casos”.
Sin embargo, desde la academia revelaron a EL DÍNAMO que la historia del hacinamiento en Chile se viene documentando desde hace décadas y que incluso, a través de diferentes estudios, ya se había alertado que podría tener consecuencias desastrosas en la propagación del COVID-19.
Por ejemplo, a través de un análisis de datos estadísticos en el Centro Producción del Espacio de la Universidad de Las Américas (UDLA) alertaron en marzo que cuando la enfermedad llegara a las comunas de mayor vulnerabilidad social se dispararían los contagios. Según indicaron en el documento, principalmente porque los centros médicos serían de menor calidad, al igual que las viviendas, pero también por los altos índices de hacinamiento.
De acuerdo al centro de estudios, en base a información del Censo 2017, justamente las comunas que hoy presentan la mayor cantidad de nuevos casos como Puente Alto, La Florida, Peñalolén, Santiago, Maipú y La Granja, tienen más viviendas en condición de hacinamiento. Concepto usado, de acuerdo a los parámetros de estudios de organismos del Estado, cuando habitan 2,5 personas o más por dormitorio.
Razones y origen del hacinamiento en Chile
Quien se sorprendió bastante con el supuesto “desconocimiento” de Mañalich respecto al hacinamiento fue el director del Centro Producción del Espacio UDLA, Francisco Vergara-Perucich. De acuerdo al académico, “viene ocurriendo desde hace ya varias décadas. Desde los noventas que la Región Metropolitana tiene estas características“.
Según explicó Vergara, el déficit de viviendas en nuestro país era de 500 mil unidades en 1998, mientras que el Censo del 2017 reveló que el déficit volvió a ser de 500 mil unidades, aproximadamente.
“Es decir, en casi 20 años todas las políticas desarrolladas desde el Estado no lograron solucionar este problema de vivienda sólo con un sistema subsidiario”, complementó.
Por ello, de acuerdo al académico, es tan complicada la situación del COVID-19 en el sector sur y poniente del Gran Santiago, donde, “está la peor calidad de vivienda, con una mala infraestructura y con mucho hacinamiento. No son comunas donde sus domicilios permiten mantener el distanciamiento social, ni siquiera en la calle, porque hasta las veredas son menos y más pequeñas, como en Puente Alto que miden menos de un metro”.
“Hemos visto que el sistema productivo de viviendas en Chile, que permite ir mejorando la calidad de los hogares, ha apuntado a un sector específico, a aquellos que la pueden pagar. Es un modelo de desarrollo urbano que tiende a beneficiar a los altos ingresos y no a la mayoría de la población”, complementó el experto.
El alto costo de las viviendas en el sector sur y poniente
La alta cantidad de nuevos contagios en este sector también se debe a que aquí es donde los habitantes destinan una proporción mayor de sus ingresos a los costos de su vivienda. Esto, sumado a que muchos de ellos son independientes, estaría generando que deban incumplir las medidas sanitarias para llevar dinero a sus hogares.
Según Francisco Vergara, “el precio de la vivienda es el factor que mejor explica el aumento de casos en la zona sur y poniente de Santiago y cómo se movió el virus hasta allí”.
De acuerdo a los últimos análisis del Centro Producción del Espacio, ahora el virus se localiza donde las viviendas son más baratas, de peor calidad y ubicadas en comunas periféricas, pero también, “donde el esfuerzo familiar es mucho mayor para pagar su vivienda, es decir, destinan un porcentaje mayor de sus sueldos en este concepto”.
“Debido a que el pago tiene que continuar no se pueden dar el lujo de perder sus puestos de trabajo, sobre todo si son trabajos informales, y terminan incumpliendo las cuarentenas”, concluyó Vergara.