Análisis de El Presidente: oportunidad perdida
De alguna manera, los involucrados se las arreglaron para casi convertirla en un intento por completo fallido.
Arruinar por completo El Presidente, la nueva serie de Amazon Prime Video sobre el llamado “Fifagate” parecía una tarea imposible. Tenían una productora de probada excelencia como Fábula a cargo de la factura (junto a los franceses de Gaumont y los argentinos Kapow), un reconocido actor como protagonista y una historia derechamente fascinante entre manos. Pero de alguna manera, los involucrados se las arreglaron para casi convertirla en un intento por completo fallido.
Culpables hay varios: actuaciones que, por ser caritativa, se pueden calificar de disparejas; una narración inexplicablemente en dos tiempos; uno que otro asomo de falta de presupuesto. Pero el responsable principal de la casi debacle es un guión que no tiene excusa para ser tan deficiente. En todos los niveles. Lo peor es la construcción de los personajes. O la total ausencia de ello. De Sergio Jadue (Andrés Parra) para abajo, el libreto falla al momento de delinear roles reconocibles como seres humanos, que sean capaces de hacer avanzar la historia, que se distinga qué quieren, por qué y hacia dónde van. Durante la trama nos enteramos de que Jadue es corrupto, un mafioso en ciernes y bastante patético, pero en ningún momento sabemos por qué ni para qué, fuera de lo que le indica su mujer, Nené (Paulina Gaitán). Ella, por su parte, no sale de la caricatura de la mujer ambiciosa que básicamente sólo quiere ascender socialmente. Tampoco sabemos por qué.
La gracia de ver series es, en los mejores casos, interpretar lo que se está viendo y enriquecer nuestro entendimiento de la naturaleza humana. Y si eso es mucho pedir, por lo menos conectar con personajes reconocibles, cercanos o interesantes. Acá se quedan cortos de eso y de mucho más.
Para entender qué tan perdidos estaban los guionistas, o al menos uno de ellos, una muestra. En una entrevista en el LA Times, Armando Bó (Birdman), también director de El Presidente, aseguró que el casting de Karla Souza (que interpreta a la agente del FBI Lisa Harris) y Paulina Gaitán (Nené) era muy importante, para destacar los diferentes tipos de “personajes femeninos fuertes”. Pero en realidad ambas actrices están dentro de lo peor del elenco y, como el resto de los roles, sus papeles no pasan del estereotipo y la caricatura. La agente del FBI, en particular, no justifica su existencia en la trama en ningún momento. Sinceramente, cuesta entender que escritores como Luis Barrales y, sobre todo, Rodrigo Fluxá, responsable de la estupenda La Cacería (Mega), se hayan caído de esta manera. Ahora, las manos de Amazon Prime Video son largas, y había muchos cocineros en esta sopa.
Pero no todo es fatalidad en El Presidente. Fábula es una productora que se ha hecho un nombre en el mundo. Y aquí nuevamente prueba por qué. El guión no los acompañará, pero el look y producción de la serie están impecables. Y aunque no todos los actores están de acuerdo en cuál es el género de la serie en que están trabajando (Luis Gnecco piensa que está en una farsa; Anita Reeves actuando un kilo y haciendo milagros con muy poco; Francisco Reyes bien, pero en una de mafiosos, etc), ese es un problema del director, que no supo transmitir el tono que buscaba. Pero los productores le dieron material con un buen casting y a los espectadores chilenos una delicia con la entretención de identificar a todos los rostros familiares que desfilan por la pantalla. Ése es precisamente otro gancho para el público local: el ver una historia chilena, llena de referencias, escenarios y caras conocidas. Pura cercanía.
La otra salvación llega con Andrés Parra, el ex Patrón del Mal, que ahora se anota otro villano de cuento. Pero aquí no sólo consigue un acento chileno muy convincente, sino que a punta de talento y carisma, se echa al hombro la serie, logra lo imposible y hace querible a Sergio Jadue (probablemente más un acierto espectacular del actor que intención del guión), y engancha lo suficiente como para que exista un incentivo para seguir el programa hasta el final. Si ese era el objetivo, está cumplido. Pero es lamentable, porque aquí había talento y potencial para más. Mucho más.