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Actualizado el 22 de Mayo de 2023

[ARCHIVO] La entrevista en que Milton Domínguez relata su vida truncada en Iquique

Buscando mejores oportunidades de vida, este colombiano estudió instalación y mantención de paneles solares. Averiguó que en Chile estaba muy desarrollada esta energía y se puso a caminar desde Cali. Entró por Colchane, y en la residencia sanitaria de Iquique se contagió un hongo que le comió los dedos del pie derecho y obligó a amputarle la pierna. Su historia de vida terminó en manos de un grupo de marinos que lo golpearon hasta la muerte.

Por Ximena Torres Cautivo
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Milton Domínguez (58) es la viva manifestación de lo inútil que resulta la expresión “¿por qué a mí?”. Dueño de una resiliencia que bien podría confundirse con resignación, este colombiano, que se movía por Cali en moto y se ganaba la vida como repartidor de comida, hoy es un migrante indocumentado en Chile, que vive en la Hospedería de Hombres del Hogar de Cristo en Iquique, desde abril de este año, y sueña con conseguir una prótesis para su pierna derecha, amputada desde más arriba de la rodilla en el hospital de la ciudad.

Cuando entró a Chile por Colchane, cruzando ilegalmente por la zona de los bofedales, venía con la ilusión viva de regularizar su situación y encontrar un mejor destino laboral en nuestro país. Venía además parado sobre sus dos piernas, sanas e intactas.

“Podría haberme hecho la América en Cali ahora que todos piden comida por Rappi, pero yo quería superarme y se me ocurrió estudiar para técnico en instalación y mantención de paneles solares, una tecnología que no se ha implementado casi nada en mi país. Yo creo que ahí está el futuro: habrá granjas solares inmensas, carros eléctricos, electrogasolineras… Por internet me enteré que en España y en Chile hay mucho desarrollo del uso de la energía solar y decidí migrar para acá”, contó.

Cuenta que se demoró dos meses en cruzar parte del continente, desde Cali a Pisiga, en Bolivia, y de ahí a Colchane.

“Fue muy sencillo cruzar la frontera entre Bolivia y Chile; hay mucha gente transitando y poco control. Para seguir el trayecto a Iquique, hay que auto denunciarse en Colchane. Yo lo hice con dos venezolanos con los que venía viajando. Fuimos a Carabineros, para la auto denuncia y para que vieran que no traíamos ni droga ni vegetales. Finalmente nos trajeron a Iquique y nos llevaron a una residencia sanitaria donde debíamos hacer la cuarentena”, relató Rodríguez.

Ahí, detalló, “en el baño del lugar, me hice una herida en el pie. Un rasguñito sin importancia, parecía ser, pero al día siguiente se me empezó a poner negro un dedo. A los tres días, el hongo que me contagié me había comido todo el dedo, pero en el Consultorio Videla no pudieron hacer nada. Fui al Hospital y no me atendieron porque no tenía carnet”.

“Finalmente, unas señoras de la Cruz Roja lograron que me atendieran con un RUT provisional. Me amputaron dos dedos, luego me dijeron que me iban a cortar un pedazo más, me llevaron a pabellón y me pusieron la anestesia raquídea. Cuando desperté, me faltaba la mitad de la pierna derecha”, dijo, sobándose el muñón y mencionando lo molesto de los dolores fantasma.

Milton Domínguez llegó a Chile el 11 de abril pasado. Durante su travesía latinoamericana, se enteró de la muerte de su añoso padre: tenía 96 años y le dolió mucho no haber estado con él. Por eso, cuando sufrió la amputación de su pierna, prefirió no decirla nada a su madre: “A sus 84 años y recién viuda, no quise afligirla más. Hablé con una de mis hermanas más cercanas. Nosotros somos siete hijos; yo soy el quinto, y no me he casado ni tenido hijos”. Por suerte, piensa.

“En la travesía desde Colombia hasta Iquique, vi muchas cosas terribles. Ninguna persona se merece pasar por esto: el peligroso cruce de las trochas, la gente que abusa cruelmente de la desgracia de los migrantes, gente que muere al caer de las mulas o autobuses repletos, mujeres que son abusadas o pierden a sus niños en el camino, niños que ven morir a sus padres. Finalmente, como hombre solo, uno cuenta con suerte, porque es responsable sólo de sí mismo, no de sus hijos pequeños. Eso sí que es tremendo”, reflexionó este caleño, hoy semi iquiqueño, que sueña con obtener una prótesis, volver a pararse en dos piernas y trabajar con la energía solar del Norte Grande Chile.

El boxeador en la hospedería

La psicóloga Bonnie Taylor es antofagastina de nacimiento pero iquiqueña de corazón. Desde 2011 trabaja en el Hogar de Cristo. Partió en un programa de Acogida, para hacer diagnóstico psicológico a las personas en situación de calle, una iniciativa muy buena pero a la que se le acabó el financiamiento. Luego dirigió un Centro Diurno. Hoy está a cargo de la Hospedería de Hombres de Iquique, donde Milton Domínguez es uno de los 21 acogidos. Por la amputación de su pierna que le resta movilidad es uno de los que permanece en la casa todo el día junto a otros tres o cuatro acogidos. Uno de ellos es Rodolfo Provoste (64), ex boxeador profesional, fuertemente golpeado por la vida y su oficio, lo que se traduce en un evidente daño neurológico.

Bonnie se relaciona con ellos con calidez, los saluda con alegría, los estimula, los impulsa a tener la casa limpia y ordenada. Tanto Milton como Rodolfo no son los típicos hombres en situación de calle. Acá en Iquique la mayoría son personas –hombres y cada vez más mujeres con consumo problemático de drogas–.

“Lo que más se en la ciudad es tratamiento terapéutico y de rehabilitación de consumo de drogas. Acá la principal droga que se consume es la pasta base, incluso entre los adultos mayores. Es mucho más presente que el alcohol y tremendamente dañina y adictiva, porque es barata y de fácil acceso. En muchos puntos de la ciudad, por 500 pesos, obtienes tu dosis. Nosotros hemos comprobado mucha gente que llega desde el sur a Iquique, al volver se va con un alto nivel de consumo, mucho más deteriorados de lo que llegaron”, comentó Taylor.

Hay, sin duda, casos de éxito. Muy alentadores, “como el de Daniel Jara, un adulto mayor, que hace desde hace 5 años vive bien y sin consumo. A él logramos apoyarlo, re vincularlo con su familia, conseguirle un subsidio de arriendo. Hoy está radicado en el valle del Elqui, desde donde se comunica regularmente con nosotros”.

Bonnie destaca que las mujeres en la calle, que han aumentado mucho y son mucho más complejas de tratar, “suelen prostituirse por la droga y generan relaciones tóxicas de dependencia para sobrevivir en la calle. Cuesta mucho sacarlas de ahí”.

Tampoco abundan los programas para ellas, como esta Hospedería de Hombres, donde conviven en armonía “21 personalidades distintas, donde la vida cotidiana pasa por negociar, conciliar, trabajar juntos. No es fácil, pero ayuda a que vayan recuperando la dignidad. Programas geniales como Vivienda Primer, que en Iquique no existe, sería un gran avance, porque al restituir a las personas el derecho a la vivienda, también les devuelven los derechos a la protección, al cuidado, a la salud. Todo eso transforma a las personas, les permite recuperar la dignidad”, comentó Bonnie, mientras Milton Rodríguez sueña con su pierna perdida y Rodolfo, con sus lejanas glorias como boxeador.

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