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16 de Enero de 2022

Un programa realista (Carta abierta a Gabriel Boric)

Tengo poca esperanza y aún menos chance que el Presidente electo, Gabriel Boric, alguna vez lea esta carta. Pero como sufro de la enfermedad de comunicar (¿comuniquitis?) de todas maneras lo envío a El Dínamo, para ver si se publica entre otras opiniones.

Por Tomás Szasz
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Tengo poca esperanza y aún menos chance que el Presidente electo, Gabriel Boric alguna vez lea esta carta. Pero como sufro de la enfermedad de comunicar (¿comuniquitis?) de todas maneras lo envío a EL DÍNAMO, para ver si se publica entre otras opiniones.

Señor presidente electo, leí, estudié, desmenucé casi todos sus programas y modificaciones como también a todas las opiniones, aclaraciones y explicaciones a las que tuve acceso. Y no voy a referirme a ninguno/a en esta mi humilde carta. Ni críticas, ni halagos, ni siquiera predicciones. Mi intención es entregar a sus manos un borrador, una base de ciertos puntos de un programa que pienso ayudaría mucho a Chile: va, a todas/os chilenas y chilenos. De eso estoy seguro.

Se debe presentar con gran difusión al mundo el nuevo proyecto de Chile que se basa en la atracción para las inversiones más lucrativas del siglo XXI. Independientemente de las reformas sociales que se quieran y/o puedan llevar a cabo, el aspecto del país hoy está a la baja, está endeudado, tiene inflación con escaso control, está dividido políticamente, tiene un Estado desmesurado e ineficiente, una distribución de riquezas desastrosa, y un montón de otras etcéteras que lo hace cualquier cosa, menos atractivo. ¿Qué hacer entonces para cambiar ese triste espectáculo? ¿Para llamar la atención del mundo de nuevo sobre nuestra existencia?

Presentar a Chile como el mejor sitio a invertir en un mundo de plena –y cada vez peor– crisis. Sí, ya sé: hablo de “inversión”, una palabra poco simpática a la ideología suya y de las y los que lo rodean. Pero una cosa (sus ideas) no excluye utilizar a otra (inversión) cuando se trata de lo que tanto Usted como yo, aunque desde distintos ángulos, queremos: un Chile feliz. ¿No es cierto? Claro que sí: el Presidente Boric y el anciano e insignificante Szasz anhelamos una sola cosa, lo mismo: un país bienaventurado.

Bueno, pero vayamos a la idea. Chile posee algunas cosas que otros países no poseen. Hablo del conjunto que, a pesar de nuestra relativa potencia, nos catapultaría, ante la mirada de aquellos mal-ben-ditos inversores que, nos guste o no, poco a nada sufrirán con un nuevo rumbo político de nuestro país. Ya vemos que a casi todos les importamos un pito. Excepto que… los excitemos con la posibilidad absolutamente cierta que acá pueden aumentar sus ilimitadas ansias de ser aún más ricos de lo que son. ¿Qué nos importa si de paso nos hace ricos a nosotros también? Nuestro país y el grupo de países con los que a partir de ahora eventualmente compartirá ideologías, no tienen la capacidad de cambiar el mundo a su gusto.

Vuelta al tema por la que le escribo –perdone tanta divagación– me refiero que tenemos litio, cobre, hidrógeno, territorios y clima de aprovechar energías solares y eólicas por una parte; poco capital, seria desocupación, gran necesidad de valor agregado a lo simple que vendemos por la otra. Si ponemos en el escaparate todo lo bueno que Chile dispone, explicamos que se necesita  inversión para desarrollarlo, encima ofrecemos extremas ventajas para el inversor, entonces ambos, Usted y yo, sabemos que aparecerán los siempre ávidos capitales para semejante festín. Yo no soy experto en economía, impuestos ni finanzas pero nadie puede discutir que esto, ¡con un férreo control se entiende!, disparará el valor de Chile en el mundo y, mucho más importante: traerá dinero, creará muy mucho trabajo, innovación, tecnología… y finalmente estos inversores mal-ben-ditos solo llevarán sus dividendos. Pero el desarrollo, el aumento en la calidad de vida de chilenas/os, la tecnología y las instalaciones quedarán acá. Serán nuestras si sabemos asentar las bases de esa movida de forma inteligente, honesta pero sagaz.

Y esta semilla, idea de un semejante plan, no es ideológico. Solo práctico. Piénselo.

Atentamente, Tomás Szasz.
 

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