Ascanio Cavallo: “Los políticos chilenos son mentirosillos”
“La Historia Oculta de la Década Socialista. 2000-2010” se llama el libro que acaba de publicar con la periodista Rocío Montes, con fuentes abiertas. Admirador de la transparencia de la prensa anglosajona, el Premio Nacional de Periodismo 2021 comenta, además, sobre la crisis de los medios, de Lagos y Bachelet y de todo lo que no vimos venir en 33 capítulos.
–¿Cómo se te ocurre que va a ser un invento? Lo que pasa es que si eres milico o cura, cuando te dan una misión, tienes que llegar con algo, aunque sea delirante. Por formación, no puedes no responder a lo que te han pedido. Yo creo que eso les pasó a los escoltas de Pinochet.
Irónico como siempre, Ascanio Cavallo (65), Premio Nacional de Periodismo 2021, confirma y explica así la veracidad del disparatado episodio con que se inicia “La Historia Oculta de la Década Socialista”, el de la detención del general Pinochet en Londres.
El libro que escribió en tándem con la periodista Rocío Montes a partir de 2015 y que fue lanzado este martes, tiene 33 capítulos y se inicia con “El Otoño Comienza en Londres”, donde está lo que parece sacado de una comedia de espías chapuceros en los años de la Guerra Fría. Reproducimos el asunto:
“El director de Inteligencia del Ejército, el general Eduardo Jara, convoca a su oficina de calle República al equipo de seguridad de Pinochet, que ha tenido que regresar para regularizar su situación de permisos para estar fuera de Chile. Les hace un encargo: presentar un plan para sacar a Pinochet de The Clinic burlando a Scotland Yard. No deben dejar nada por escrito, ni hacer dibujos, ni notas, nada. Sólo un informe verbal”.
Los escoltas traman un plan que incluye un par de armas internadas por España, la colaboración de una mucama rumana, doña Lucía –la única a la que los guardianes de Scotland Yard no revisan–, unos furgones ubicados en un callejón estratégico. “Pinochet es un bulto rígido y pesa mucho. Y son ocho pisos. ¿Solución? Una tirolesa que baje en diagonal transportando al general (R)”.
Parece chiste, pero la idea de la fuga fue posible en esos agitados tiempos anteriores a la década socialista que abordan Cavallo y Montes, pero determinantes en la misma. “El plan no llega a ser evaluado porque Pinochet debe irse de The Clinic. Cuando se lo cuentan, el coronel Izurieta Ferrer se ríe con ciertos nervios. De haber ocurrido, el primer sospechoso habría sido el agregado militar”.
Cuenta el Premio Nacional de Periodismo 2021 que este episodio es lo más novedoso que lograron desentrañar sobre un caso largamente abordado. “Hay dos libros que recomiendo. El que escribieron Mónica Pérez y Felipe Gerdtzen, Augusto Pinochet: 503 días atrapado en Londres, muy bueno, quizás el más bueno de todos los escritos sobre el caso, y un mamotreto de un argentino, Ernesto Ekaizer, muy lleno de detalles, Yo, Augusto. Era difícil encontrar algo nuevo sobre el tema, pero lo de la fuga en tirolesa, lo es”.
Ascanio y Rocío, los autores, dicen en las palabras iniciales del texto, que hicieron “doscientas diez entrevistas, todas las cuales fueron confidenciales y casi todas grabadas. Los autores tienen el compromiso de no revelar quiénes fueron entrevistados ni tampoco quiénes fueron omitidos, con o sin su voluntad”, precisan.
Ahora, fumándose “un purito de después de almuerzo”, inocuo e inocente, en su parecer, después de haberse fumando toneladas de cartones de cajetillas durante años, Cavallo comenta: “En general, los políticos chilenos son mentirosillos. Por eso, estos libros no se pueden hacer con las fuentes abiertas, lo que es una desgracia. Me da mucha envidia cuando leo a Bob Woodward contando que estuvo caminando por los jardines de la Casa Blanca hablando de tal o cual cosa con el Presidente. Es otro el nivel de transparencia que tiene la política anglosajona. La latina es como la nuestra. Una lástima”.
–Pero cae de cajón que muchos de los que aparecen mencionados tienen que estar entre sus doscientos diez entrevistados. En ese primer capítulo, varios personajes salen muy bien parados. Juan Gabriel Valdés, el actual embajador de Chile en Washington, luce muy resuelto y competente respecto de lo de Pinochet. Es como el jovencito de la película.
–Sí, es notable todo lo que hizo y cómo se las arregló para hacer lo que hizo y que la gente lo olvidara. Hay otros que padecieron mucho más por el rol que les tocó en ese caso, como José Miguel Insulza. Que lo pasaron mal en dos sentidos: por estar desgarrados internamente al tener que defender a Pinochet y por sufrir ataques, insultos, descalificaciones tremendas.
–Juan Gabriel Valdés no sufrió eso, al menos tan duramente.
–Yo creo que no. Él, junto con otros, claro, es quien es solucionó el problema de la detención de Pinochet. Se le ocurrieron cosas útiles. Y en ellas se aprecia la mucha educación e influencia del padre, Gabriel Valdés. Hay ahí mucho carrete político. Hablamos de dos generaciones de políticos de altísimo nivel. Él resolvió el problema, porque le dio un enfoque político, que era algo que los ingleses necesitaban, porque estaban metidos en un enredo que no entendían mucho, pero les sonaba como una cosa heroica.
–Y, por otro lado, escriben ustedes en el libro, los españoles se estaban aprovechando del pánico.
–Claro, los españoles estaban subidos por el chorro porque con esto le creaban un problema al PSOE. El PSOE se dividió frente a esta cuestión también.
El padre y la hija
Ascanio tenía publicadas dos historias ocultas: La del Régimen Militar, que escribió con sus amigos y compañeros de universidad, miembros del equipo de La Época, Manuel Salazar y Óscar Sepúlveda; y La de la Transición, que hizo en solitario. En pareja, trabajados con una mujer, tiene dos: El poder de la paradoja. 14 lecciones políticas de la vida de Patricio Aylwin (2006) y Golpe, un relato hora a hora del 11 de septiembre de 1973. Ambos los armó con la periodista tempranamente fallecida, Margarita Serrano, con quien trabajó en la Universidad Adolfo Ibáñez y en Tironi y Asociados, y eran grandes amigos.
–¿De dónde surge la alianza con Rocío Montes, conocida corresponsal del diario español El País, en Chile?
–Nos conocimos cuando ella me hizo una entrevista para revista Caras. Me pareció una persona inteligente, astuta, muy adecuada y correcta en lo que transcribió de ese encuentro. Me gustó la forma en que abordó la conversación y me pareció que podía ser una buena una socia.
Partieron con el libro en 2015. “O sea, cuando no había sucedido ninguno de los grandes acontecimientos de estos tiempos, ni siquiera había asumido Piñera su segundo mandato. Pero como nos demoramos tanto, la distancia de los hechos ha permitido leer con otros ojos el período”, comentó Cavallo.
–¿Por qué entonces les pareció relevante desentrañar la década socialista?
–La idea inicial es que se trataba de dos gobiernos socialistas sucesivos, y eso nunca había sucedido en la historia de Chile. Es verdad que los socialistas no tienen el mismo cariño por Lagos que por Bachelet. Además, en el caso de Lagos eran tan marcada la cuestión del recuerdo de Allende. Todo eso formaba una unidad. Después nos dimos cuenta que debíamos partir un poquito antes de 2000. Así surge el capítulo uno de Pinochet en Londres, la Crisis Asiática, el surgimiento de los flagelantes y los complacientes y la elección tan estrecha entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín.
En la introducción del libro, escriben: “Lagos y Bachelet se diferenciaban en la manera en que vivieron la dictadura militar; pero su distancia mayor se hallaba en los proyectos diferentes que imaginaban para Chile y ese hecho grueso, concluyente, no puede ser oscurecido por sus declaraciones de coherencia y continuidad. El esfuerzo que ambos hicieron para encubrir esa diferencia forma parte de sus virtudes políticas”.
–Ahora se ha visto con mayor nitidez cuán distantes han estado siempre. ¿Cómo ves esa relación?
–Fue una continuidad muy difícil; la presencia de Lagos era demasiado fuerte en el panorama nacional. Yo creo que él se sentía el padre del nuevo gobierno, pero la hija no se quería sentir hija. Es jodido cuando el padre tiene el rechazo de los hijos. Hay una tensión muy fuerte en el traspaso de mando. Acuérdate cómo le bajaron todos los proyectos: el tren al sur, el puente sobre el Canal de Chacao, incluso Sonrisa de Mujer, que perdió protagonismo.
Advertencia profética
Leyendo “La Década Socialista”, se siente a cada rato lo despistada que es la ciudadanía y, peor aún, la falta de percepción de la prensa de aquello que se está incubando. Pasó, por ejemplo, con el Transantiago.
–¿Sientes, Ascanio, que realmente nadie sopesó sus consecuencias?
–Sí, nadie cachó la magnitud del impacto que tendría sobre la vida de las personas y sobre la política. Al final, terminó con la renuncia de unos ministros y chao. Nadie cachó la conmoción país que generaría. Y, visto desde hoy, el Transantiago fue un error desde el comienzo.
El periodista distingue un dato relevante entre el gobierno del padre y el de la hija rebelde: él gobernó seis años y ella, cuatro. “A Lagos le vino muy bien contar con seis años, porque los tres primeros fueron de depresión económica y recién después del tercero logró salir, tirar para arriba, crecer y llenar el país de autopistas. En el caso de Frei, fue justo al revés. El llenó de autopistas al comienzo, pero en los últimos se le fue todo al suelo por la crisis asiática y por la detención de Pinochet…
Frei sale bien parado en el libro. Y Ascanio lo reconoce. “Frei es un hombre muy valiente y muy de Estado. También hay mucho de educación familiar ahí, de legado del padre”, dijo.
–¿Qué es mejor en términos de duración del periodo presidencial, a tu juicio?
–Un Presidente malo por seis años es una pesadilla. Imagínate a cualquiera de los que compitieron en la última elección a cargo por seis años. O cómo habría sido el último gobierno de Piñera si hubiese sido de seis. Cuatro son cortos para el que quiere hacer una revolución, pero un gobierno moderado de continuidad funciona bien en cuatro años. Creo que lo mejor son cuatro años.
–Leyendo el libro, confirmo eso de que toda mala situación es susceptible de empeorar…
–Así es. Cada día puede ser peor. Antes, estabas insinuando algo que es muy importante. A uno como periodista, en el día a día, se le van muchas cosas. No te das cuenta de lo que esconden las noticias. Y, como ya decía, los políticos locales no son muy dados a hablar con la verdad, con transparencia, y no puedes conversar con nadie si no garantizas y resguardas su identidad y su secreto, más complejo es acercarse a la verdad de los hechos.
–Como Premio Nacional de Periodismo, ¿vive la prensa una crisis insalvable?
–Nunca antes hubo tanta confusión. Hoy se confundió la función que tenían los medios tradicionales con la de las redes, que es completamente distinta. Está todo mezclado. La gente necesita creer en algo, pensar que hay algún grado de verdad en lo que lee y eso no lo tienen las redes. Eso lo producen los medios profesionales. Pero ahora estamos en el fondo del pozo. Y lamentablemente tenemos muchos periodistas jóvenes que se han educado en la cultura de Google. No tienen otra fuente de investigación. Las salas de redacción dan miedo, porque está toda la gente sentada frente a un computador, conectada a unos audífonos. Nadie sale a la calle. Yo creo que eso fue lo que pasó para el 18 de octubre, por eso sabemos tan poco de lo que pasó.
–Habría que escribir La Historia Oculta del 18-O.
A muchos periodistas les daba miedo salir a la calle, cuando hacerlo es como de silabario si eres periodista. No te puede dar miedo; o sea, si te da, te lo tienes que aguantar. Gran parte de la cobertura del 18 de octubre se hizo con esa cámara estática que está sobre la Plaza Italia. Era todo el día transmitiendo esa imagen.
–¿Eres crítico del análisis político llevado a los matinales?
–Claro, y ese es un fenómeno que venía de un poco antes. En el terremoto de 2010, que es el capítulo que cierra “La Historia Oculta de la Década Socialista”, nosotros identificamos que un movilizador muy importante del gobierno, que al comienzo se quedó paralizado, fue la tele transmitiendo. Fue Amaro Gómez-Pablos transmitiendo desde Concepción, el que los movió, cuando no querían mandar militares ni declarar estado de sitio. Fueron las imágenes de Amaro con los saqueadores pasando detrás de él, en vivo, cargando con televisores, pantallas de plasma lavadoras, microondas, los que sacudieron al gobierno de su inercia.
–También ese capítulo final da para una apasionante serie de Netflix.
–Da, claro que da. ¿Viste que ahora salió en Netflix una película de los 13 niños que quedaron atrapados en Tailandia? Y es mucho mejor que las de los mineros atrapados en Chile, porque no tiene la mezquindad política que tuvieron las que se hicieron sobre lo sucedido acá.
–Me acuerdo de la escena de Juliete Binoche vendiendo empanadas en el campamento Esperanza.
–Yo compro esas empanadas. No me gustan mucho, pero esas sí que las compro –dice, con su ironía fina.
La misma con que responde cuando le hacemos ver la diferencia de edad que tiene con Rocío Montes, su partner en esta investigación.
“Ella debe ser la mitad más joven que yo, aunque no lo sé fehacientemente porque no sé la edad de las mujeres. Partimos trabajando en 2015 y pasaron muchas cosas, incluida la pandemia, que primero nos paralizó por la imposibilidad de ir a entrevistar gente, pero apareció esta joya que es Zoom y permite hablar con gente que está al otro lado del mundo. El noventa por ciento de las entrevistas las hicimos juntos. Y eso es muy bueno, no sólo porque somos dos, sino porque por nuestra diferencia de edad, yo podría haber dado cosas por sentadas y ella haber pasado por alto otras.
–¿Estás satisfecho con el resultado? ¿Se ajustó al plan?
–Teníamos una idea inicial, algo vaga, de los capítulos, pero por el camino todo va cambiando. Hubo temas que se metieron, como el de la Constitución de 2006, a la que yo no daba tanta importancia. Hay un capítulo titulado El almirante que se volvió senador, al que yo no le había dado mucha bola, pero es clave. El almirante Arancibia fue candidato por la Quinta Región por la UDI para parar a Piñera, pero era comandante en Jefe. Lagos lo echó. Lo forzó a salir. Ese capítulo no estaba en el plan para nada.
Se ríe cuando se la juega con el primer capítulo como el mejor. El ya varias veces mencionado: el de Pinochet en Londres. “Era fácil enredarse en cuestiones judiciales y está muchas veces contado, pero creo que lo resolvimos bien”.
Y responde así cuando le preguntamos cuál es la gran conclusión que sacan a la luz de la situación política presente de esa década de socialismo.
–Hay una cuestión que quizás debimos destacar. Fue en 2005 o 2006, cuando Edgardo Boeninger hace una advertencia. Dice que si la Concertación no para los elementos de corrupción que se están presentando, va a quedar marcada en el futuro por ellos, tal como Pinochet quedó marcado por la violación a los derechos humanos. Esa advertencia fue profética, porque es de lo que se acusa a la Concertación hasta el día de hoy, de haber sido un nido de tramposos. Y no es que todos se hayan “forrado”, como acusan algunos, pero convirtieron al Estado en una fuente de ingresos lícitos y no lícitos, como si no hubieran podido trabajar en otra cosa. Es cuestión de recordar las peleas por los cargos durante el gobierno de Bachelet. Muy rasca todo.