En busca de un relato y la discusión del legado: los desafíos del gobierno de Gabriel Boric en su recta final
Sortear crisis y hacer frente a conflictos internos; avanzar en temas legislativos y defender reformas emblemáticas, ganar experiencias y saber cambiar de rumbo. Esas son algunas de las luces y sombras que ha enfrentado el Gobierno de Gabriel Boric, que se alista a transitar su último año en La Moneda.

“El último cuarto del Gobierno”. Así han calificado ministros y el propio presidente Gabriel Boric el último año final de esta administración que comienza a correr desde este martes 11 de marzo.
Tres años han transcurrido desde que Boric y sus colaboradores asumieron el poder en 2022. Ahora, con sólo un año por delante, el Gobierno y la alianza oficialista proyectan lo que será la recta final de la administración, la cual ha pasado por severas crisis -como la polémica de los indultos y el Caso Monsalve– y ha celebrado triunfos legislativos como la recientemente aprobada reforma de pensiones.
Con ese panorama a la vista, EL DÍNAMO conversó con analistas y expertos en comunicación política sobre el relato que debe buscar el Ejecutivo en este tramo final, los puntos altos y bajos de la administración, el legado, y la proyección del progresismo una vez Gabriel Boric culmine su último año de Gobierno y abandone La Moneda.
En busca de un relato para el último año de Gobierno
Con la reforma de pensiones ya aprobada y la carrera presidencial desatada, varias voces alertan sobre la posibilidad que el Gobierno sufra el síndrome del “pato cojo” que hace referencia a que las administraciones suelen caer en la irrelevancia ante la contingencia electoral y la recurrente salida de ministros para asumir desafíos presidenciales o parlamentarias.
De cara a su último año de Gobierno, sin embargo, Boric rechazó esta premisa: “Cuando se dice el último año, pareciera que quedara poco. Es el 25% del gobierno. Es mucho. Por lo tanto, aquí todas esas frases típicas que empiezan a aparecer, de pato cojo (…) acá no se tienen que escuchar”, dijo el mandatario la semana pasada en la previa del tercer aniversario de su mandato.
De todas formas, analistas advierten que es necesario que el presidente y sus ministros encuentren un relato durante este último año de Gobierno.
Requerido por EL DÍNAMO, el escritor y ex convencional constituyente Patricio Fernández, sostiene que el mandatario debería “fortalecer su talla de estadista, de personaje político que vuela más allá de su propio partido”.
Ximena Jara, experta en comunicación política y ex redactora de los discursos de Michelle Bachelet, apunta a que se debe aterrizar el discurso “transformador” que se ha buscado instalar desde un inicio.
“Parece bastante claro que la idea de las grandes transformaciones estructurales debe dejarse de lado en favor de las transformaciones de la vida cotidiana que son reales y son cuantiosas, muchas de ellas puertas adentro, como la realidad de las mujeres, profundamente transformada por la ley que persigue a los papitos corazón, con un nuevo estándar de trato en contextos laborales como es la Ley Karin, con una red de cuidados que comienza a instalar el gran debate del siglo XXI, que es, precisamente la crisis de los cuidados; con una jornada laboral menos agobiante y con mejores pensiones. Esa transformación existe y debe ser parte del relato, tal como lo es la determinación con que se ha enfrentado la inseguridad, con recursos y herramientas que de verdad nos ponen a la altura del desafío”, comenta Jara.
Axel Callis, analista y director de TúInfluyes, agrega que “el Gobierno debería construir una narrativa sobre la adaptación a los cambios que tuvo que enfrentar. Es decir, cómo logró el presidente y su equipo ir adaptándose a circunstancias buscadas y no buscadas. Por ejemplo, la guerra en Ucrania no fue buscada, pero la derrota del plebiscito al respaldar el Apruebo sí lo fue”.
En esa línea, Callis hace hincapié en que “es importante enfatizar esa capacidad que tuvo el Gobierno para mantenerse en movimiento, a pesar de las barreras o los errores cometidos, ya sea por negligencia propia o por factores del contexto internacional”.
Por su parte, Kenneth Bunker, cientista político y académico de la Universidad San Sebastián, sostiene que “el discurso en este último tramo debe tener mejor sintonía con las prioridades de las personas, básicamente economía y seguridad, que son las áreas donde el Gobierno muestra mayor debilidad”.
Por su parte, Cristóbal Bellolio, académico de la Universidad Adolfo Ibáñez y de la Universidad de Chicago, añade que la administración de Boric debiera demostrar en este último año de Gobierno los aprendizajes adquiridos a lo largo del periodo.
“Lo que hace un gobierno maduro, lo que hace un gobierno que lee bien las señales, no es seguir adelante como si no hubiera pasado nada, sino acusar recibo y modificar el plan de viaje”, dice el analista.
“Desde ese punto de vista, gobernar es navegar. Significa que tú comienzas el viaje en un puerto, tienes previsto llegar a un cierto destino, pero en el camino, las olas, las tempestades, los vientos te van alejando del destino original. Lo importante es que recales igual en un puerto, que quizás no es el mismo que tenías pensado al principio, pero que llegues al final. Eso constituye, finalmente, la regularidad democrática: poder pasar la banda al que viene sin que se altere el proceso político”, asegura Bellolio.
Ximena Orchard, directora del Centro de Estudios de la Comunicación Pública (CECOMP), de la Universidad de Santiago, acota que “el último año es la recta final de una carrera que es relativamente corta, por lo que el foco está usualmente en el hacer y concretar. Sobre la narrativa, el esfuerzo del gobierno debería estar puesto en identificar aquellos logros que permitan hacer balances positivos de lo realizado y proyectar políticamente a la coalición que lo respalda“.
Proceso constitucional: el golpe de timón
El giro del Ejecutivo desde el fracaso de la Convención Constitucional hasta la actualidad -y el abandono del concepto de Gobierno transformador y las “reformas estructurales”- es otro tópico en el que se hace énfasis a la hora de valorar la administración de Gabriel Boric.
Sobre esto, Bunker apunta a que “un gobierno transformador significa hacer cambios profundos e irreversibles; el actual es más bien un gobierno de transición, con pocos y pequeños cambios, obviamente dentro de un contexto muy difícil. Pero ciertamente no es lo que se prometió, y probablemente tampoco es lo que la misma coalición de gobierno hubiera querido”.
En una línea similar, Patricio Fernández refuerza la idea de que este Gobierno terminó siendo uno de carácter “estabilizador”.
“Boric tuvo el talento de irse adaptando a nuevos requerimientos y cambios de circunstancias, especialmente tras los procesos constituyentes fracasados. Las ideas transformadoras iniciales se enfrentaron a un mundo y país muy veleidoso y en transformación. La realidad fue más móvil que el proyecto inicial con el que llegó. Por lo tanto, no fueron las metas propuestas al llegar las que terminaron siendo su mayor reto. No obstante, terminó siendo un gobierno estabilizador. Recordemos cómo estaba Chile hace tres años y la situación actual refleja, de algún modo, el talento de haberse dejado permear por la necesidad de calma que el país requería”, asegura Fernández.
Sobre las razones de este cambio de rumbo, Bellolio apunta a que el relato de la “normalización” del país encuentra sustento precisamente en el fracaso constituyente.
“Ellos dicen que han normalizado al país. Y desde un cierto punto de vista, eso es cierto. Quizás esto habría ocurrido igual, no lo sé. Pero creo que el rechazo al texto constitucional de la Convención ayudó a que volviera un poco la moderación y la normalidad. Y el rechazo al segundo texto también”, agrega el académico de la UAI.
“El proyecto político frenteamplista y de este gobierno original estaba muy bien representado en la propuesta de la Convención. Pero cuando esa propuesta recibe un rechazo tan mayoritario como el del 4 de septiembre de 2022, de alguna manera muere el diseño original y comienza el proceso de adaptación”, sentencia Bellolio.
Respecto al título autoimpuesto de “Gobierno transformador”, Callis comparte que “la agenda de reforma transformadora murió el 4 de septiembre de 2022”.
En cambio, el analista considera que “este es un gobierno que más bien ha logrado mantenerse en pie, a pesar de una serie de derrotas electorales y culturales”.
Ese es uno de sus principales atributos positivos: ha logrado irse siempre adaptando a las derrotas consecutivas que tuvo durante la época de los plebiscitos, y de otra forma, le dieron el arma al cuerpo con los resultados de la elección de gobernadores”, añade Callis.
Sobre esto, Orchard hace una distinción: el segundo proceso constitucional -comandado por el Partido Republicano- ayudó a encarrilar la gestión. “A este Gobierno le tocó gestionar el tránsito del país por dos procesos constituyentes fallidos, el primero de ellos fuertemente apoyado por la coalición oficialista. El primer rechazo frustró el impulso transformador del gobierno, pero el segundo rechazo le permitió retomar cierto control político y avanzar en una agenda de administración de la realidad más que transformaciones profundas“, dice la académica.

La construcción de un legado: cómo será recordado el Gobierno de Boric
¿Tiene un legado reconocible el Gobierno de Boric y cómo será recordado? Esas preguntas ya han comenzado a rondar en los diversos círculos políticos y en La Moneda.
Jara pone en el acento en que “este Gobierno comenzó a hablar del legado muy tempranamente, yo diría que es algo que no vimos antes. Pero, a un año de distancia, si un gobierno no estuviera pensando en su legado y tratando de instalar sus relatos y lineamientos, no estaría haciendo su pega”.
Por el contrario, Orchard apunta a que “se podría argumentar que el legado de un gobierno es algo que se puede evaluar mejor con un poco de tiempo y distancia, pero es habitual que se instale en la agenda una discusión sobre el legado durante su último año. Para la coalición gobernante, esto es una oportunidad en la medida que puede tratar de influir en la manera que la opinión pública termine evaluando el trabajo de la administración saliente, pero por ahora no es una discusión que La Moneda esté instalando o liderando“.
Bunker, en tanto, asegura que la búsqueda de un legado en el tramo final “es lo natural” y que “a este punto ya los grandes cambios se hicieron, ahora hay que empezar a unificarlos, darles sentido, construir un relato coherente“.
Fernández añade otro factor a la valoración del Gobierno; la introducción de una nueva generación en el esquema del poder: “Este gobierno significó la entrada de una nueva generación en el poder y ha conseguido administrar un rebarajamiento de fuerzas políticas en relativa paz y sin grandes crisis“, destaca el escritor.
Bellolio añade al mosaico de la valoración del legado el relato de “nueva normalidad” que el Gobierno ha buscado instalar desde el segundo aniversario de la asunción de Boric. Sobre esto, explica que “es descriptivamente correcta, Chile ha retornado un poco a la normalidad, lo que está bien” pero hace la salvedad de que “no sé si enteramente porque ellos lo hayan querido así o fue una mezcla de circunstancias la que finalmente hizo que esto pasara, como por ejemplo el rechazo del primer proceso constituyente”.

La herencia política
Cuando el presidente Gabriel Boric citó a los jefes de partido a Cerro Castillo en noviembre del año pasado tras la elección municipal de gobernadores, el mandatario expresó un deseo que ya venía comentando a sus cercanos desde hace meses: enfrentar la elección parlamentaria y presidencial con la mayor amplitud y unidad posible.
Ese deseo no sólo fue transmitido a los partidos que sostienen su Gobierno, sino que el mismo mandatario se ha encargado de ampliar hacia el centro su alcance político. De hecho, en el último cambio de gabinete, Boric designó en el Ministerio de Defensa a Adriana Delpiano, figura de la primera generación concertacionista que entró al poder con Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Ese es uno de los legados que ha buscado dejar el presidente una vez deje La Moneda: una coalición amplia en que se encuentren la izquierda y centroizquierda, hasta incluso la DC.
Ese deseo, sin embargo, choca con la realidad política.
Patricio Fernández afirma que “las izquierdas no son todas lo mismo; en su interior conviven posturas muy difíciles de reconciliar” y, en ese sentido, apunta a que “el Frente Amplio tendrá una dificultad interna en lo sucesivo; una parte de su militancia tiende más a las posturas del Partido Comunista, mientras otra parte significativa, especialmente quienes están involucrados en el gobierno, concilia mejor con el universo del socialismo democrático“.
Ese hecho, según Fernández, tendría un efecto negativo en la configuración del ala más radical de la alianza de Gobierno: “Si el Partido Comunista no resuelve esta diferencia de miradas, generará una especie de quiebre al interior del Frente Amplio. Todo se solucionaría si los sectores más fieles al gobierno se escindieran del Partido Comunista, cosa que difícilmente sucederá”, sostiene.
Orchard, en tanto, hace hincapié en la experiencia ganada para la izquierda al llegar a La Moneda, señalando que “si de algo sirve la experiencia de este Gobierno, creo que será inevitablemente que el sector revise sus prioridades programáticas y sobre todo discursivas para conectar con las preocupaciones actuales de las personas“.
Bunker, en tanto, vislumbrando un panorama en que por el contrario del anhelo de unidad del mandatario, lo que terminará ocurriendo será un debilitamiento del Socialismo Democrático. “Mi intuición es que la nueva izquierda, digamos el ala de Apruebo Dignidad, tiene más proyección de futuro. El Socialismo Democrático hace poco para defenderse y retomar el poder. Incluso con Carolina Tohá como eventual candidata, no sé si eso será suficiente o útil para una proyección de largo plazo”, dice el académico de la USS.
Opinión similar manifiesta Callis, quien apunta a que “en términos de alianzas para la próxima década, veo mucho más futuro en una alianza entre el mundo socialista y el Frente Amplio que con otras fuerzas políticas como el PC o la Democracia Cristiana“.
Por el contrario, Bellolio indica que “lo lógico es que se mantenga la alianza entre el mundo frenteamplista y el mundo del socialismo democrático. Y yo esperaría que en los próximos años generaran una reflexión respecto de cuál debe ser la izquierda que Chile se merece, entendiendo que ya no puede ser esa izquierda pasada para la punta, mega identitaria. Hay ciertas sensibilidades en la población chilena que se revelaron con el voto obligatorio, que tienen todavía cierta adhesión a ideales unitarios, a ideales nacionales“.