
“No quiero ser muy directo, pero el destino de mi especie literalmente depende de mí. Me desempeño bien bajo presión. Me gusta comer pasto y tirarme en el lodo. Sin problemas. 1,80 de alto y 2.200 kilos si eso importa”.
Ese es el perfil en Tinder de Sudán, el último rinoceronte blanco macho que queda en el norte, quien busca a una hembra para procrear. La idea de usar la aplicación es, en realidad, recaudar dinero suficiente para costear los tratamientos de fertilidad, que cuestan cerca de 9 millones de dólares.
Lo anterior debido a que los intentos de apareamiento natural fueron en vano, sin llegar a embarazo. Los científicos a cargo usarán el esperma de Sudán para fertilizar un óvulo de una de las últimas dos rinocerontes blancas del norte: Satu, de 17 años, o Najin, de 27. El embrión será implantado en una rinoceronte blanca del sur, una especie mucho más común.
Sudán tiene 43 años y vive en una reserva natural en Kenia custodiado por militares las 24 horas del día para evitar la presencia de cazadores furtivos, quienes matan a rinocerontes con el fin de extraer sus cuernos y luego venderlos en el mercado negro a 50.000 dólares el kilo, lo que los hace más valioso que el oro o la cocaína.