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19 de Febrero de 2014

Infiltrados "a la chilena": Cuando la realidad supera a la ficción y alcanza la comedia

La confesión de Raúl Castro Antipán como informante de Carabineros vuelve a recordar la labor frustrada realidad de agentes de diverso tipo que hemos conocido debido a la falta de prolijidad, o una deficiente "mimetización", por parte de los funcionarios involucrados en tareas de "inteligencia".

Por Nicolás Binder
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La sorpresiva declaración la semana pasada de Raúl Castro Antipán, testigo protegido del Ministerio Público de la Araucanía en el juicio contra comuneros mapuche por el caso Peaje Quino, donde confesó ser informante de la Dipolcar,  tiene por estos días a fiscales y carabineros intentando desmarcarse de la ola expansiva que el caso ha generado, considerando que en esta ‘labor’ se cometieron atentados por los que se inculpó a dos jóvenes mapuche, Patricio Queipul y Luis Marileo cuando eran menores de edad y que, finalmente, resultaron absueltos.

Carabineros, mediante un comunicado, negó que Castro Antipán fuera un “agente de inteligencia”, y agregó que solo se limitó a entregar información sobre delitos “cometidos con anterioridad y, en ningún caso, a la planificación o ejecución de los mismos”. Sin embargo, el jefe de inteligencia de Cautín, capitán Patricio Marín,  reveló durante el juicio oral que Castro era informante desde febrero de 2009, y que “entregaba información, a veces él informaba que iban a haber desórdenes en la Universidad, barricadas, ataques a vehículos o en la ruta y esos hechos ocurrían”.

Infiltrados

La revelación de Castro Antipán como informante de la Dipolcar vuelve a poner sobre la mesa el uso de informantes, “agentes provocadores” o “infiltrados” por parte de aparatos de inteligencia del Estado, no solo en hechos relacionados con el conflicto mapuche, sino también en otras situaciones como protestas estudiantiles y en movilizaciones laborales.

La figura legal de “informante” se encuentra definida en algunas leyes nacionales. Según el artículo 32 de la Ley 19.974, que creó la Agencia Nacional de Inteligencia, se entiende por informante “a las personas que no siendo funcionarios de un organismo de inteligencia, le suministran antecedentes e información para efectuar el proceso de inteligencia”. Pero  la ley no ahonda en las funciones o las responsabilidades que estas personas tienen en su labor.

Otra definición se encuentra en el artículo 25 de la Ley 20.000 de drogas, que autoriza a funcionarios policiales ejercer como agentes encubiertos y agentes reveladores. También define al informante como la persona que “suministra antecedentes a los organismos policiales acerca de la preparación o comisión de un delito o de quienes han participado en él, o que, sin tener la intención de cometerlo y con conocimiento de dichos organismos, participa en los términos señalados en alguno de los incisos anteriores”. Sin embargo, las figuras de “infiltrado” o “agente provocador” no están presentes en esta ley.

De todas formas es conocida la utilización de agentes de inteligencia por parte de las instituciones policiales, gracias a la falta de prolijidad, o una deficiente “mimetización”, por parte de los funcionarios involucrados en tareas de recolección de inteligencia.

A continuación presentamos   cinco de los casos más insólitos y polémicos de “infiltración” de policías que se han conocidos en los últimos años.

Mochila, mochila…

En agosto de 2010 se registró un curioso hecho durante una marcha convocada por la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (Anef). Según el material registrado por la cadena de noticias Telesur, un supuesto estudiante universitario es llevado detenido por funcionarios policiales, pero su mochila queda en manos de unas mujeres que presenciaron la escena. De pronto aparece otro sujeto que, forcejeando, les arrebata la mochila a las solidarias custodias y sale arrancando. El sujeto,  perseguido por manifestantes, se refugia en el piquete de carabineros más cercano.

Posteriormente, un artículo de El Ciudadano aseguró que otro “estudiante” en esa marcha también resultó ser un carabinero infiltrado, ya que por error dejó abandonada su mochila con elementos como una radio, esposas y una identificación en su interior, material suficiente que lo delató como un agente del Estado. 

El taxista que nunca fue

Otro caso que quedó al descubierto fue uno ocurrido en Iquique el 2011. Según información consignada por La Estrella de Iquique, la tarde del 1 de junio del 2011, en una asamblea de trabajadores del puerto de dicha ciudad, fue descubierto un detective de la Policía de Investigaciones, que se hacía pasar por taxista.

El encuentro, que se realizaba en la sede de los estibadores y a raíz de las movilizaciones de los trabajadores de la empresa Iquique Terminal Internacional, reunía a varios dirigentes gremiales, entre ellos de la Federación de Camioneros de la Región.

En un determinado momento, todos los presentes se dieron cuenta de la presencia de un hombre que nadie conocía. Al percatarse de esta situación, los dirigentes le preguntaron a quién representaba, y el sujeto respondió que era taxista. Sin embargo los no le creyeron, y al exigir documentación, descubrieron que el misterioso hombre era Enzo Rivera Ramos, detective de la PDI.

En los treinta minutos que fue retenido en un cuarto, mientras llegaba Carabineros para llevárselo, el falso taxista, entre otras cosas, recibió escupitajos y empujones. Posteriormente la PDI reconoció que Rivera pertenecía a la sección Extranjería de la institución. ¿Qué hacía ahí?, nunca fue aclarado.

Guardia del Congreso

Otra ‘labor secreta’  que causó polémica fue la del carabinero infiltrado que fue descubierto en una marcha por la educación registrada en la ciudad de Valparaíso en agosto de 2011, uno de los meses más tensos de las protestas estudiantiles.

El hecho se registró el día 9 de agosto, cuando estudiantes se dieron cuenta de la presencia de un tipo con jeans y polera con actitud sospechosa. Los estudiantes no dudaron en manifestar sus dudas y el efectivo rápidamente se vio arrinconado, por lo que buscó refugio al interior del Congreso Nacional, con la venia de la guardia de Carabineros del recinto institucional.

El jefe de la guardia, comandante Hernán Silva, reconoció que se trataba de un carabinero de civil aunque se negó a identificarlo, luego de las acusaciones de los diputados Hugo Gutiérrez y Lautaro Carmona, que  presenciaron el hecho.

El subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, justificaría horas después la labor del carabinero infiltrado, afirmando que se trataba de una funcionario que debía “mimetizarse de acuerdo a las condiciones del ambiente”, como consignó Radio Cooperativa. 

La ‘solidaridad’ de la PDI con Carabineros

Otro inédito hecho de un fracasado intento de infiltración a cargo de descuidados agentes del Estado fue el que ocurrió una tarde de abril del 2011 en la comuna de Ñuñoa, cuando en una protesta, un detective encubierto de la PDI delató a orto funcionario encubierto, esta vez carabinero, perteneciente a la Dipolcar.

Según informó en su momento La Tercera, los hechos se registraron cerca del campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile. Pasado el mediodía, un grupo de encapuchados instaló barricadas y lanzó piedras y bombas molotov contra carabineros instalados en el lugar, en apoyo a los procesados del Caso Bombas.

Luego de que las Fuerzas Especiales controlaran los desórdenes, los encapuchados se replegaron en la Facultad de Filosofía de la Casa de Bello para continuar provocando a los funcionarios policiales. Fue en ese momento cuando de pronto varios de los jóvenes empezaron a dudar de la presencia de un sujeto que había estado con ellos, que al parecer nadie conocía, y que por momentos registraba con una cámara de video los hechos que ocurrían.

Efectivamente, se trataba de un detective de la Brigada de Inteligencia Metropolitana de la PDI. Pero al ser acusado por los demás jóvenes de ser policía, y ante una inminente agresión por parte de ellos, el detective apuntó a otro de los encapuchados y lo delató como un infiltrado, lo que resultó ser cierto.

El carabinero resultó con lesiones leves y el detective se zafó de la intensa situación. Sin embargo, curiosamente el encapuchado- detective fue detenido y luego liberado después de que revelara su verdadera identidad.

Alguien te mira en el aula

Por último, un caso distinto de “infiltración”,  pero no por eso menos llamativo, es de Alejandro Hernández Suárez, docente de la Universidad Técnológica Metropolitana que resultó ser informante de la Agencia Nacional de Inteligencia.

Hernández era profesor de la Escuela de Desarrollo Social de la Utem, cuando en el segundo semestre del 2012 un informe de Contraloría arrojó que uno de los profesores de planta de la casa de estudios estaba al mismo tiempo contratado en la Agencia Nacional de Inteligencia.

Según estudiantes y profesores de la carrera, Hernández era cercano y querido por los propios alumnos. Cuando se supo que trabajaba en la ANI, la propia universidad, de forma sigilosa, lo sacó de las cátedras y lo puso como coordinador del Magíster de Políticas Públicas y Seguridad Ciudadana. Sin embargo, Hernández renunció a la casa de estudios debido a la presión de estudiantes y autoridades, luego de que El Dínamo diera a conocer su caso el año pasado.

Una de las dudas que dejó el paso de Hernández por la Utem fue cuál era su rol como “agente” de la ANI dentro de la universidad, y si era verdad que realizaba perfiles de inteligencia de estudiantes, con la ayuda, ya sea intencional o no, de los  propios compañeros de la carrera.

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