Los crudos relatos de María Caniulen, la nana discriminada porque su hija usó una piscina en Ñuñoa
La trabajadora explica que cuando llegó a Santiago trabajó como asesora del hogar y en condiciones realmente impresionantes. "En un comienzo tenía un día libre por cada quince trabajados. Supuestamente me pagaban cien mil pesos, pero siempre me daban ochenta", dice.
María Caniulen es la asesora del hogar que vivió un crudo episodio de discriminación, cuando una propietaria del edificio donde trabaja reclamó porque su hija ocupó la piscina destinada -a su juicio- solo para los vecinos y que ésta no podía ser ocupada por el servicio doméstico.
Tras ese episodio, Caniulen relata su historia a The Clinic Online donde cuenta que no es la primera vez que ocurre y que a lo largo de su vida vivió discriminación por ser “nana” y de origen mapuche.
“Yo estaba terminando mis labores. Cuando bajé del departamento, casi yéndome a mi casa, el guardia de turno me dijo que si podíamos conversar. Me comentó que recibió un reclamo de una propietaria. Ella le dijo que los hijos de las empleadas no podían usar la piscina. El día anterior mi hija estuvo bañándose en ella. Yo quedé sorprendida”, cuenta.
Caniulen afirma que sus papás estaban furiosos. “Se enteraron por la televisión. Ni siquiera los había llamado. Mi mamá se preguntaba cómo podía existir gente que aún hiciera ese tipo de clasificaciones. Esto era netamente clasismo, le respondí yo”, agrega.
“Estos problemas vienen de la casa. No le guardo rencor al guardia del edificio, porque era su trabajo. La que tiene el problema es la señora del reclamo. No sé qué tendrá en su cabeza. No sé qué clase de vida querrá para sus hijos o sus nietos. ¿Qué más se puede esperar si aún hay gente que clasifica a otra en un país? Ahora la juventud es más abierta. Hay varios movimientos sociales y eso está bien. Se podría llegar a cambiar algo”, dice.
Así, la trabajadora explica que cuando llegó a los 19 años a Santiago, originaria de Nueva Imperial, en Temuco, trabajó como asesora del hogar en varios lugares y en condiciones realmente impresionantes. “En un comienzo tenía un día libre por cada quince trabajados. Supuestamente me pagaban cien mil pesos, pero siempre me daban ochenta. Me decían que los otros veinte eran para las imposiciones. Era mentira. Revisando por internet me di cuenta que era falso. Nunca me pagaron”, relata.
María Caniulen dice que en el pasado también tuvo problemas por sus rasgos indígenas, lo que le impidió encontrar trabajo en varios momentos. “Recuerdo que con varias otras niñas mapuches íbamos a las agencias de trabajos a buscar pega. Pero las señoras decían, específicamente, que no querían mapuches. Una tipa rubia decía clarito ‘no quiero indios’. Te miraban el apellido y no podías seguir”, explica.
“Yo no siento vergüenza por ser mapuche. Me gusta. Participo en la comunidad en que nací. Y todo eso se lo he inculcado a mis hijos. Pero hay gente con la mente muy cerrada. Creen que porque tienen un aire de superioridad pueden pasar a llevar a cualquiera. Y no es así“, agrega.
Finalmente, Caniulen dice que “a Chile le falta ser más gente. Más humano. Pensar antes de actuar. No somos animales. Hay que mirarse más en el espejo y preguntarse en qué estamos fallando. Hay que verse más como personas. No ser tan fríos. Ojalá no siguiera pasando, si en el fondo somos todos iguales”.