Víctimas de maristas mencionan a Cristian Precht y Miguel Ortega como autores de abuso sexual
"Cristian Precht acaba de terminar su suspensión, pero él no puede volver a estar con contacto con niños, ni con adultos", apuntó uno de los denunciantes.
Tras su reunión con el obispo de Malta, Charles Scicluna, Jaime Concha y Jorge Franco, ex alumnos del Instito Alonso de Ercilla, comentaron algunos de los abusos de los cuales fueron víctimas por parte de integrantes de la Congregación de los Hermanos Maristas.
En entrevista con radio ADN, detallaron el horror vivido al interior del colegio de manos de miembros de dicha congregación y agregaron nuevos antecedentes.
El más importante hace mención a la participación del ex vicario de la Solidaridad, Cristian Precht, y Miguel Ortega, ex vicario de la Juventud, como parte de la red de abusos.
Invitados por el actual rector, Jesús Pérez, fueron presentados a Precht y Ortega en una reunión que parecía ser un examen vocacional.
Franco relató que él junto a Concha y un tercer compañero fueron convocados, pero se reunieron individualemnte. Tras hacerlo desnudarse, lo obligaron a ponerse una túnica, como parte del examen de su vocación.
“Miguel Ortega me empujó a la pared y me comenzó a tocar el cuerpo bajando sus manos y obviamente me sentí muy incomodo, mientras observaba Cristian Precht, y me fui”, contó Franco. Tras estas tocaciones impropias y comentarios respecto a su cuerpo, él salió corriendo de la sala y los otros dos alumnos también arrancaron.
Concha aseguró que esta es una de las razones por las que ellos piden la renuncia del actual rector del colegio y colabore con la justicia. “Él tiene que dar explicaciones de por qué en horario de clases normal nos lleva a esas salas especiales en donde estaban esperando estos sacerdotes. Esto quiere decir que había un acuerdo previo”.
Añadió que él mismo fue víctima de abusos por parte de Ortega, fallecido en 20015, quien le realizó tocaciones en reiteradas ocasiones en sus genitales, tanto en el colegio como en su parcela particular.
Mientras que los abusos por parte de Precht, a quien Concha reconoce que admiraba, ocurrieron a los 15 años durante una confesión, en la que también comenzó a realizarle tocaciones en sus genitales además de intentar besarlo y masturbarlo.
“Cristian Precht acaba de terminar su suspensión, pero él no puede volver a estar con contacto con niños, ni con adultos”, agregó Concha, señalando que ellos como denunciantes buscan que no se vuelva a repetir esta situación.
Historial de abusos
Jaime Concha contó que cuando llegó al colegio, con 10 años, el hermano marista José Monasterio, a quien conoció por sus aficiones artísticas, fue el primero que cometió abusos contra él.
Los abusos consistían principalmente en tocaciones e intentos de besarlo. “Como niño me produjo terror, me paralicé, no entendí lo que sucedió. Salí arrancando de la oficina, él trató de amilanar la situación haciendome unos regalos, medallitas y estampitas que tenía a mano”, contó Concha. Agregó que a pesar de que no fue obligado a no contar esta situación que vivió, la vergüenza y el estupor por lo vivido lo hizo guardar silencio.
Tras este episodio, al año siguiente sufrió el primer abuso por parte del hermano marista Abel Pérez, quien “se abalanzó” sobre él en una sala de clases en que estaban solos, “como un verdadero depredador, se lanzó como un león sobre mí”, y comennzó a realizarle tocaciones e intentar masturbarlo y besarlo.
Tras defenderse y lograr soltarse, “vino lo más chocante para mí”, contó Concha, “que me dijo mira lo que me hiciste hacer, pero Dios ya te perdonó tu pecado, entonces la culpa y la transferencia de la responsabilidad a mí fue lo que más me quebró y lo que me hizo callar”.
En el caso de Jorge Franco, relató que su llegada al colegio fue en primero medio y los abusos fueron perpetrados por Sergio Uribe, quien se desempeñaba como capellán del colegio.
Aprovechando la instancia de la confesión de los alumnos, Uribe conoció los problemas familiares que sufría Franco y se ofreció para interceder.
Después de hablar con su padre “me citó a su casa, en la Parroquia de Los Capuchinos, me invitó a su habitación, yo entendiendo que me iba a contar cómo había sido esa conversación, y él comenzó con tocaciones, cariños, y me obligó a hacer sexo oral. Obviamente eso me dejó pasmado, nervioso, y hubo algunos efectos a futuro que son bastante notorios”, recordó. “Hace tres meses que vengo hablando de esto, ha sido difícil”, agregó.
Jaime Concha también relató un episodio de abuso por parte de Uribe en la misma instancia de la confesión, antes de realizar su primera comunión.
Detalló además episodios de violación por parte de otros compañeros, tras ser emborrachados, y otros integrantes de la congregación. Agregó que muchas veces debió “rescatar” a Jorge a manos de Alfredo Soisa-Piñeyro, quien buscaba alumnos en las piezas para llevarlos a “La Pajarera” y realizar los abusos sexuales.
En 2013, el Arzobispado de Santiago confirmó que Alfredo-Soiza-Piñeyro dejó de ejercer el ministerio sacerdotal, tras las indagaciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La denuncia se envió al Vaticano por considerarla verosímil.
Ambos entrevistados relataron además las consecuencias que ha tenido en su vida estas traumaticas experiencias.
Franco contó que, tras las experiencias con Precht y Ortega, dejó de ser un alumno de buenas notas y líder de su grupo para caer en “el lado oscuro”, teniendo constantes problemas académicos y con su familia.
“Esto me fracturó la vida, la espiritualidad, la fe, la sexualidad, la masculinidad. Ellos nos fracturaron toda nuestra vida. Nos empujaron al precipicio”, dijo Concha.
Relató además cómo algunos compañeros se suicidaron y otros se convirtieron en adictos a las drogas.
“Yo los enfrenté (a los abusadores) siendo buen alumno, siendo el presidente del centro de alumnos, pero me costó caro. Pude sacar mi carrera de medicina, intenté formar familia, pero fracasé una y otra vez porque mi capacidad de amar estaba dañada. Yo siempre creí que iba a ser un objeto sexual, nunca un sujeto. Siempre creí que los que se acercaban a mi era para abusarme. Nunca me miraron ni siquiera como niño, yo fui un fetiche para ellos y más encima me echaban la culpa a mí. El abuso es un tatuaje que te hacen en el alma, la culpa no se te quita nunca”, contó un emocionado Concha.