Lucy Oporto Valencia: “Votaré Rechazo por el origen barbárico de la Convención y el texto resultante”
Eso dice la licenciada en filosofía a quien muchos reconocen su visionario análisis de los hechos de octubre de 2019 en Chile. Nada bueno surge de la violencia, es su predicamento y, desde ese piso, construye los conceptos que la han vuelto visible: “lumpenfascismo” y “lumpenconsumismo”. Ni a la derecha, ni a la izquierda, ella mira desde mucho más allá.
Oporto Valencia son sus apellidos, pero no conoce ninguna de esas dos ciudades europeas, y cree altamente improbable llegar a pisarlas en su vida. Cualquiera de las dos le parecería ideal para dejar este Chile donde nació –específicamente en Viña del Mar–, que a su juicio va en picada, con un nivel de degradación inconmensurable. Cuesta abajo en la rodada, como dice el tango.
Lucy Oporto Valencia (56), filósofa, investigadora independiente, escritora, es la solitaria autora de un buen número de obras, en las que se pasea por la vida, la obra y el pensamiento de Violeta Parra –“El Diablo en la música. La muerte del amor en El Gavilán, de Violeta Parra” (Editorial USACH, 2013)– hasta otras de títulos más claramente políticos, como “He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza. Ensayos de crónica filosófica” (Editorial Katankura, 2021), y el ensayo “Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir”, incluido en la anterior, considerado por algunos como “uno de los textos más lúcidos y provocativos sobre el 18 de octubre de 2019”.
“Por supuesto que si tuviera recursos me iría de Chile; no volvería nunca”, nos dice desde un lugar indeterminado de Valparaíso.
-Naciste en el lugar equivocado.
-Así parece.
Y en el tiempo errado. Misteriosa y muy privada, Lucy ha reconocido su allendismo, lo que –afirma– es muy distinto de integrar un partido de izquierda. “Nunca he militado en nada, pero siempre he manifestado mi admiración por Salvador Allende y mi afinidad con ciertas cuestiones básicas contenidas en las ideas de izquierda, como la búsqueda de la igualdad”, explica en su decir rotundo, como es ella y sus escritos, que analizan demoledoramente todo lo sucedido en Chile a partir del golpe militar y la dictadura, siguiendo por los gobiernos de la Concertación y terminando con los hechos que culminaron en la redacción de una nueva Constitución, la elección de Gabriel Boric y la instalación de este nuevo gobierno que le parece “nefasto”.
Por eso, no duda en responder así cuando le preguntamos cómo votará el 4 de septiembre próximo:
-Votaré “Rechazo”, principalmente debido al origen barbárico de la Convención Constitucional y del texto resultante. Me refiero a la asonada de octubre de 2019. Además, considero que esa nueva Constitución tiene una impronta abiertamente racista, dada la inclusión de normas relativas a la plurinacionalidad, autonomía territorial y escaños reservados de raza en todos los niveles, cuestión que, al comienzo del llamado proceso constituyente, no estaba considerada. Esto de ninguna manera significa que yo conceda algún mérito a la Constitución de 1980, ni menos aún a la dictadura militar-civil.
-¿Tampoco hay algún liderazgo en el gobierno actual que te dé confianza?
-No, no hay ninguno que me parezca confiable, partiendo por Izkia Siches, quien ha hecho un uso vulgar y obsceno de su embarazo, instrumentalizando su maternidad con fines propagandísticos y políticos. ¿A quién le importa que sea madre para efectos de su rol? ¿Por qué, recién parida, se exhibió de esa manera? Y cuando fue presentada como líder del gabinete y dijo esa frase: “Me gusta pensar el Ministerio del Interior como una madre que cuida a su país”, con esa vocecita chillona. No. Realmente, ella me parece impresentable. Insoportable. Y, lo fundamental, incompetente para cargos tan importantes como el de Ministra del Interior y Seguridad Pública, y el de Vicepresidenta de la República, ni más ni menos que la segunda autoridad del país, después de Boric.
De madres obscenas a madres terribles
-En una entrevista leí que Michelle Bachelet te parecía “la madre terrible”. ¿Qué quisiste decir con eso?
-Quise decir que ella ha representado y sigue representando a la madre terrible, que es un arquetipo, según Carl Gustav Jung. Ella es una encarnación de aquello. El proceso de disolución y de descomposición social que se precipitó en sus gobiernos corresponde a la ausencia de forma, uno de los rasgos propios de ese arquetipo, tanto individual como colectivamente. Hoy dicho proceso de disolución está en su apoteosis. La reaparición de Bachelet, en el último tiempo, apoyando la nueva Constitución, sin más, no es casual, desde este punto de vista. Cabe precisar que se trata de un arquetipo del inconsciente colectivo chileno proyectado en ella, y no necesariamente de ella en términos personales.
Que nadie se llame a error: Lucy no es de derecha, ni liberal, ni menos partidaria del modelo neoliberal, el que le asquea y, a su juicio, es parte central de la corrupción y la descomposición social de Chile, que ahora se exhiben sin límites ni pudor. En cierto sentido, está encarnado en la figura del Gavilán, al que se refiere en su estudio sobre esa composición de Violeta Parra, quien es muchísimo más que un cancionero, por si alguien creyó algo así. Aunque, en su vida, la música es central.
Lucy no habla de su familia. “De ellos no puedo decirte nada”. Todo lo que ha logrado lo ha hecho de manera independiente. “Mis estudios son lo más importante para mí. Estudié en el Colegio Alemán de Valparaíso y, paralelamente, en el Conservatorio de la Escuela de Música de la UCV (así se llamaba en esos años). Me interesaban la Filosofía y las Letras, pero primero estudié Interpretación Musical en Guitarra, en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde ingresé en 1985. Y en 1995, comencé a estudiar Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Valparaíso”.
Sobre su relación actual con la interpretación musical, afirma lo siguiente: “Mi práctica musical ha continuado de otro modo, por mis propios medios, en busca de una manera de entender la interpretación musical unida a una dimensión en que el espíritu y la letra de las obras sea un ejercicio consciente, a fin de superar una serie de limitaciones propias de mi formación inicial en el Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y de lo que significó seguir esos estudios durante la década de 1980 y comienzos de la década de 1990. Me interesa hallar una integración entre filosofía e interpretación musical como arte corporal y del movimiento. La música sigue siendo una manera de expresar emociones y sentimientos, una intuición espiritual o un misterio. Allí todo está integrado y, al parecer, las estructuras mentales del pensamiento y la emoción musical se retroalimentan. El repertorio de la guitarra y su sonido se prestan especialmente para la concentración y la introspección”.
Lucy reconoce en el profesor Miguel Orellana Benado a “mi maestro”, con quien se formó en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Valparaíso, y hoy trabaja en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. “Él ha formado a muchos estudiantes y tiene un propósito como profesor: fomentar la independencia y capacidad reflexiva con documentación, imaginación y rigor, así como el pluralismo en filosofía. Su confianza en las capacidades de sus estudiantes es fundamental para poder trabajar en forma independiente, sobre todo bajo condiciones precarias y hostiles. Sin su formación, unida a la larga amistad que hemos sostenido por más de veinte años, yo no habría podido escribir nada después, considerando que todos mis trabajos han sido realizados prácticamente en descampado”.
-¿Por qué no estás al alero de una universidad? ¿A qué se debe que no seas académica y trabajes de forma independiente?
-Por una parte, no califico para los estándares del mercado académico. Ante los ojos de ese mundo, a mí me falta todo. En colegios, tampoco puedo hacer clases, porque no estudié pedagogía. Hoy ya no existe la universidad, sino el mercado académico. Todo se funda en tener post títulos, varios doctorados y postdoctorados, hasta la muerte; en contar con artículos en revistas académicas indexadas, que son un tremendo negocio; en hacer investigaciones para otros. A mí no me interesa ser empleada de nadie. Además, tampoco califico para la docencia universitaria. Pero, por otra parte y principalmente, se debe a que me he ido formando al margen de tales condiciones, en el curso de toda mi vida adulta, lo cual ha alcanzado ya una maduración, que para mí es algo mucho más valioso que la adaptación a los algoritmos del mercado académico y su mezquindad organizada. Ahora mismo estoy haciendo estudios de doctorado en Filosofía, pero es por interés mío, personal.
-¿Cómo trabajas entonces?
-Hago investigaciones en forma independiente y más bien aislada, con los medios disponibles, que no son muchos. Vivo sencillamente en un cerro de Valparaíso, ciudad que se halla en estado ruinoso y sumida en una gran decadencia. Por lo demás, el perfil de los seres que describo en mi ensayo intitulado “Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir”, y en otros anteriores, persiste no sólo aquí, sino en vastos sectores de la población chilena, sobre todo después de la asonada barbárica de octubre de 2019.
Lucy dice que se concentra en sus escritos y puede pasar varios días seguidos sin hablar con nadie, porque sus obras son consecuencia de procesos introspectivos. “Tengo una alta concentración en mi trabajo. En él está todo integrado, desde lo filosófico hasta mi conexión emocional con las cosas, que necesito para poder pensar. Así funciona mi mente; todo está conectado”.
La “chispeza” del crimen organizado
No es fácil leer a Lucy. Sus textos aluden al pensamiento de Jung, a la cinematografía alemana, a la obra de Violeta Parra. Tampoco son literales. Están llenos de capas. Y su rotundidad, que no deja títere con cabeza, hace que la cuestionen moros y cristianos.
Cito un párrafo del más reciente: “He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza. Ensayos de crónica filosófica”, donde afirma: “Desde octubre de 2019, Chile viene precipitándose de modo manifiesto hacia la barbarie y la crisis total: moral, espiritual, política, social, jurídica, institucional, económica, sanitaria, migratoria, medioambiental e hídrica”. Y más adelante, sostiene: “Los encapuchados NO SON una fuerza libertaria, ni representantes de una vanguardia esclarecida que actuaría en nombre del pueblo. Son la imagen de la podredumbre moral de la sociedad de consumo: depredadores siempre insatisfechos, dispuestos a tener, poseer y destruir, como único horizonte de su presente carente de contenido humano y espiritual. Son la escoria de la sociedad de consumo, y cómplices de su disolución constitutiva y autojustificada”.
Esto, por supuesto, saca roncha entre los grupos ultra y regocija a los liberales de derecha, que la entrevistan por allí y por acá, mientras ella no trepida en advertir sobre la ruina moral de Chile.
Ya en 2011 había acuñado el concepto lumpenfascismo unido al de lumpenización, en su ensayo “La maduración de la Serpiente”, incluido en “Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo” (Editorial USACH, 2015), describiéndolos así: “La lumpenización es, primero, un proceso de decadencia moral y espiritual y, segundo, de decadencia y descomposición social, como signos de un orden socavado desde dentro. Mientras que el lumpenfascismo corresponde a un específico tipo humano constitutivamente degradado, así como a las manifestaciones de su forma de vida, cuyo foco es una forma transversal de ejercer el poder, o de reproducir el ejercicio del poder del vencedor”. Y actualmente, agrega: “Esa transversalidad de la dominación, que se extiende desde los grandes amos hasta el último de los ‘pobres y oprimidos’, desarrollada durante la postdictadura hasta la actualidad, se basa en los pseudovalores propios de la sociedad de consumo, ampliamente legitimados por todos los gobiernos de este período: tener, poseer, destruir (en términos de Pasolini), cuya culminación actual es el crimen organizado”.
-¿Eso es lo que está en la base de la violencia creciente?
-Así es. Para documentarme, llevo un registro personal de la escalada de la violencia que viene padeciendo Chile a partir de 2019. Es tomado de los principales noticieros de radio y de lo que publican algunos medios electrónicos. Esos son mis medios de información. Tomo nota detallada, principalmente de las balaceras y los atentados incendiarios y armados, así como de la expansión del crimen organizado, fenómenos que van de mal en peor.
-¿Qué salida le ves a esta violencia desatada?
-No sé. No tengo una respuesta. El conflicto primariamente es de orden moral y espiritual, lo cual requiere un trabajo interno y personal que permita superar la barbarie instalada. Lo ideado tras la asonada de octubre de 2019, el llamado proceso constituyente y la nueva Constitución, es tan lamentable como la Constitución que nos rige hoy, porque ambos se originaron en la barbarie.
-¿Crees que Gabriel Boric pueda hacer algo por superar el actual estado de cosas?
-Mira, no me da la impresión de que sea un mal hombre, pero no tiene condiciones para gobernar el país. No tiene espíritu, ni autoridad, ni don de mando. La figura del presidente, como en todas las jerarquías, no puede asumirla cualquiera. En eso estoy con Platón, quien afirma que deben gobernar los mejores y los más sabios, lo cual supone un enorme autoconocimiento del alma para alcanzar la idea del Bien. Eso requiere de largos procesos de maduración, de mucha formación, de generosidad, de condiciones intelectuales, espirituales y morales, y de virtudes superiores, que no veo en Chile, principalmente debido a la destrucción de la educación pública, cuya manifestación más terrible ha sido la ruina de colegios y liceos históricos, como el INBA, cuyos rectores han llegado a ser golpeados por encapuchados, y el Instituto Nacional, recientemente incendiado.
-¿Cómo se resuelve la crisis de la llamada Macrozona Sur?
-No sé. Es terrorífica y enorme. Parece inmanejable, especialmente por la inacción incomprensible del gobierno ante las amenazas y reivindicaciones de la Coordinadora Arauco Malleco, la CAM, y otros grupos, de muchos atentados en la actualidad, si bien la escalada de la violencia en esa zona comenzó en 1997. Es una guerra civil de baja intensidad, como han declarado algunos. Y lo más terrible es que la crisis generalizada de Chile se ha mezclado con otras temáticas, como lo medioambiental, la crisis hídrica, los derechos de las culturas vernáculas, la protección de los animales, la igualdad de las mujeres. Todas, causas valiosas. Es como si todo se hubiera pervertido en este proceso de ir pendiente abajo, hacia la barbarie. Sospecho que antes de 2019 alguien supo observar con mucha detención y en profundidad el proceso de descomposición en curso y lo capitalizó en su favor. Ha terminado siendo funcional al crimen organizado, que pudiera estar detrás de todo esto, desde dentro y fuera de Chile. Es una tesis que no puedo demostrar de modo concluyente, pero que lo único que progrese en este país sea eso, da veracidad a mis afirmaciones.
-Sí, y por eso la gente pide mayor seguridad y autoridad del Estado.
-Claro. Hoy existe lo que pudiera llamarse exculpación victimista: todo el que se declare víctima y se posicione manipuladoramente adquiere poder y se vuelve intocable. Son gente sin el menor sentido de la autocrítica, y a quienes habría que rendir culto. En cambio, las víctimas de atentados incendiarios y armados en la Macrozona Sur no le importan mucho al gobierno. Eso a mí me parece perverso. Por eso, que las autoridades no dimensionen el peligro y lo impresentable de liberar a los llamados “presos políticos de la revuelta” o “presos del estallido”, por ejemplo, resulta incomprensible e irracional. Es una manifestación más de la anomia instalada en el gobierno, que sólo favorecerá la impunidad, de larga data en Chile, y radicalizará el avance de la violencia y el crimen organizado.