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Actualizado el 7 de Marzo de 2023

Cristóbal Bellolio: “A la izquierda le mataron al poeta”

Y no hablamos de Pablo Neruda, sino del texto constitucional rechazado por un 62 por ciento de los votantes en el Plebiscito de Salida. Al doctor en Filosofía y académico de la UAI le preocupa el cero entusiasmo de la facción perdedora con el actual proceso. “No sacamos nada con que los únicos tirando el carro de la nueva Constitución sean los de la derecha”. Y sostiene convencido de que al Gobierno le conviene “desconstitucionalizarse”.

Por Ximena Torres Cautivo
FOTOS: María Eugenia Irarrázabal.
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“Boric duerme con Irina, pero desayuna con Tohá y almuerza con Marcel”, resume el doctor en Filosofía y académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, Cristóbal Bellolio (43), cuando le preguntamos por qué tiene tanta confianza en la sensatez del primer mandatario si la persona que convive con él manifiesta una interpretación tan divergente del porqué del rechazo del 4S.

Precisa:

–Los dichos de Irina nos recuerdan que ésta es una disputa que se está dando. Ella representa toda la cultura frenteamplista originaria frente a los que ahora generan la conducción política del Gobierno, el eje Tohá-Marcel, por así llamarlo, y que tiene completamente superada esa discusión. Tal como Héctor Soto, que siempre anda identificando dos almas en todas partes, aquí están presentes esas dos almas. Lo de Irina sencillamente pone de manifiesto que ese gen frenteamplista está presente y que, para amplios sectores de las izquierdas, la batalla central todavía tiene que ver con las cuerpas y el lenguaje inclusivo, mientras hay otros que creen que la cosa está relacionada con necesidades materiales de pan, techo y abrigo no satisfechas. Estas disputas están presentes en todas las izquierdas del mundo y no me parece que sean tan irreconciliables.

–Pero es revelador que dos que duermen juntos tengan discursos tan dispares.

–Sí, claro y, por eso, resulta doloroso, porque la política no es puro pragmatismo. Me imagino que todo esto tiene que doler. ¿O tú crees que al presidente no le debe haber dolido hacer cambios en su gabinete? ¿O deshacerse de Matías Meza-Lopehandía? ¿O afrontar todo lo que significó políticamente lo de los indultos? Es el mismo dolor que debe haber sentido Michelle Bachelet cuando cortó a Alberto Arenas y llamó a Rodrigo Valdés en Hacienda y reemplazó a Rodrigo Peñaillillo por Jorge Burgos en Interior. Pero los estadistas deben dar pasos que duelan y creo que Boric lo está haciendo. Y en buena hora que así sea. Algunos llaman a esto inconsecuencia; yo lo llamo madurez.

–Dadas estas diferencias, ¿cómo crees que resulten los actos conmemorativos a 50 años del Golpe de Estado? ¿No resultará en puro enfrentamiento entre las dos almas y tantas otras?

–Ya lo dijimos: este Gobierno ya no es el de los millennials frenteamplistas. Estamos claros en eso. Hoy es de los que comparten ese gen súper crítico de todo lo que hicieron sus padres y hermanos mayores a cargo de la transición. Pero también es el Gobierno de los Tohá, los Uriarte y los Marcel, y de gran parte de los cuadros de PS que está participando del Gobierno y fueron activos miembros de la Concertación. Este Gobierno hoy luce distinto a cómo cuando llegó. Por eso, si me hubieses preguntado hace un año esto mismo, te habría dicho que era un error para esta nueva generación insistir demasiado en el tema de la conmemoración del golpe del 73 por una razón estratégica. Esto, porque los protagonistas no son ellos, sino los de la Concertación. En términos estrictamente tácticos, la foto de la generación que sufrió el golpe, la tortura, la persecución, el exilio y luego el retorno y la reconstrucción de la democracia, es justamente la que ellos quisieron desplazar. Si en el escenario está Lagos, por así decirlo, y no Boric, no es bueno para Boric. Pero en el momento actual, quizás la conmemoración sirva para fusionar las disímiles miradas de estas dos generaciones de la izquierda chilena. Quizás sea bueno, porque puede ser la manera de generar un puente y componer una relación dañada.

Wouldn’t it be nice

–El Gobierno está a punto de cumplir un año, ¿cómo evalúas su desempeño?

–Ha sido un año de aprendizaje, de madurez. Este es un elenco, un ecosistema generacional, que no se esperaba llegar al poder tan pronto y se encontró con él por una serie de circunstancias fortuitas. (Daniel) Jadue posibilitó el arranque de Boric. Además, ya se había producido el derrumbe por completo de la centro izquierda y el derrumbe por completo de la centro derecha, y la aparición de un populismo de extrema derecha. Todo coincide con el fin de un ciclo al que yo denomino “la era Caburgua”: Piñera 1, Bachelet 1, Piñera 2, Bachelet 2, un periodo de alternancia en que se congelaron los liderazgos de la generación intermedia, la X, y forzó una maduración acelerada de la de los millennials, grupo que adquirió conciencia política en democracia. Por eso, no me extraña tanto que hayan pasado de ser vehementes increpadores del poder, como lo eran hasta hace un año, a hoy estar tratando, como diría  Sol Serrano, de “habitar las instituciones del poder” –dice con un poquitín de risueña ironía.

Para Bellolio ha sido “muy sintomático” ver cómo hoy el Gobierno intenta articular un discurso centrado en reconocimientos del tipo: “Sí, es verdad: gobernar era más difícil de lo que pensamos; sí, es verdad: fuimos mezquinos en nuestras críticas al manejo de la pandemia; sí, es verdad, nos equivocamos con el tema de los retiros… y así”.

Afirma el analista:

–Es bien llamativo como ellos mismos se han dado cuenta de que otra cosa es con guitarra y creo que no podía ser de otra forma. No estoy siendo condescendiente con esto, no digo: “Ay, pobrecitos, es lógico que no sepan”. No, estoy simplemente observando que ésta es una generación a la que le faltaban hartos años de rodaje para gobernar. Porque no se trata sólo de los que llegan al poder político. Generalmente, cuando una generación llega al Gobierno, coincide con que sus coetáneos son los que están manejando la empresa, los medios, los sindicatos… Acá no, porque las otras esferas del poder siguen manejadas por una generación mayor y, por eso, hay un desajuste natural que produce turbulencias.

Bellolio se acuerda, aunque no canta, pero cita y traduce el título de una canción de los Beach Boys, que le encanta y le parece que viene al caso: “Wouldn’t it be nice if we were older?”. O sea, “¿Acaso no sería mejor que fuéramos más viejos? Es como al revés de los que todos quieren; acá requieren más años”, dice, entre risas.  

Y continúa:

–Ellos estaban esperando que este proceso los fogueara para llegar con más cuerpo al poder, pero todo se precipitó. Y, cuando se vieron en el Gobierno, me pareció del todo razonable que el gabinete inicial fuera ciento por ciento frenteamplista: Izkia, Camila, Giorgio… Y, del mismo modo, me parece que, después del estrepitoso fracaso del plebiscito al proyecto refundacional de la Convención Constitucional, es de toda lógica que hayan ido a solicitarles ayuda a los hermanos mayores. Y no a cualquiera, sino nada menos que a Carolina Tohá, la hija política de Lagos, y a Ana Lya Uriarte, la hija política de Bachelet. Y al socialismo democrático completo. En esta segunda etapa, se han visto obligados a una mayor moderación, a templar la voracidad transformadora, a reconocer que esa idea del amigo De Polo de “meterle incertidumbre al sistema” era mala, porque la incertidumbre a la hora de gobernar nunca ha sido una buena aliada.

Insiste en que no quiere sonar “condescendiente con Boric y Compañía”. Y que es importante señalar que la agenda política en Chile cambió a partir de la irrupción con mucha fuerza, a mediados de 2021, de José Antonio Kast. “Ahí empezó a quedar más o menos claro que los temas de orden público y económicos eran los relevantes para la ciudadanía y ya no los que habían dominado la ansiedad transformadora del estallido social pre pandemia. Y ambas materias, seguridad y economía, siempre han sido parte del repertorio natural de la derecha, sin juzgar si lo hacen bien o mal en ellas. La joven generación frenteamplista nunca ha sido dada a hablar de temas como crecimiento económico, acuerdos comerciales, equilibrio fiscal, inversión, control migratorio, seguridad en la macro zona sur, seguridad ciudadana, y ahora están celebrando el IMACEC de enero con todo”.  

–Por eso mismo, a muchos les hace sentido el comentado próximo cambio de gabinete. ¿Se producirá? ¿Habrá reemplazos en las subsecretarías y otros mandos operativos para alinearlos a todos con los nuevos objetivos? ¿Qué crees?  

–No sé… Creo que Tohá y Uriarte han tratado de recuperar el rumbo político perdido después del plebiscito. Marcel lo ha hecho bien. Respecto de Cancillería, claro, ahí ha habido algunos corcoveos, pero no creo que ese sea un factor por el cual los chilenos evalúan a un Gobierno. No creo que esté ahí el problema, aunque el flanco internacional sí se abrió de manera inesperada. Tengo la impresión que ellos pensaban que ese iba a ser un ámbito para puros abrazos. “¡Qué cosa más cool que Boric en el concierto internacional!”. Un joven con sueños de cambio. Esta “nueva guardia que no ha renunciado a la utopía”, a cambiar el mundo desde la democracia, como la llamó Time. Ha sido complejo ver cómo en un área donde todo iba a estar bajo control se hayan generado algunos problemas. Pero comparto contigo que es más en los mandos medios donde deberían estar los cambios.

Evelyn Matthei vs Camila Vallejo

A Cristóbal Bellolio le combina la camiseta gris clara con la pared gris oscura de su comedor, con el bonito espejo de marcos cuadriculados metálicos negros que la cubre en parte y con la lámpara de fibras naturales que se refleja en él. Todo muy cool. Advierte que por ahí anda Galio, su hijo menor, porque están fumigando el resto del departamento. Cuenta que en la mañana, Roma, su primogénita, debutó en prekínder y él la fue a dejar a la magna ocasión.

Nos comenta todo esto, mientras nosotros pensamos que cuando sea mayor y las nieves del tiempo le plateen la sien y el resto de la cabeza, lucirá como una versión más musculosa y corpulenta del arquitecto Federico Sánchez. Es estiloso el profesor Bellolio, con la gran barba cuidada. Estiloso y gracioso. Con un mérito escaso en Chile: sabe reírse de sí mismo.

Lo hace cuando nos describe su carrera académica y lo mucho menos presente que está en los medios hoy. Cuando tenía 27, dice, y comenzaba su andadura académica en la Universidad Adolfo Ibáñez, donde ha hecho toda su carrera, con un par de intervalos para ir a estudiar fuera de Chile, escribía tupido y parejo en la prensa.

“Los académicos serios primero se especializan en un tema y cuando ya están consagrados, tipo Noam Chomsky o Carlos Peña en Chile, se convierten en columnistas. En mi caso, fue un poco al revés, porque partí a los 27 escribiendo en los medios. ¿Mis méritos? Un olfato decente para interpretar la realidad política chilena, el no ser partisano, no escribir desde un nicho abanderizado, hacerlo desde una perspectiva más bien imparcial. Yo partí antes que Mansuy, Ortúzar, Mayol, en paralelo con los viejos cracks. Pero al irme especializando en teoría política, me fui poniendo más fome; o sea, más riguroso. Porque las buenas columnas deben tener un afán de provocación. La ponderación no es buena desde el punto de vista mediático. Para los medios funcionan mejor los polemistas. Y yo con el tiempo me he ido academizando. Son buenos los que no escriben para caer bien. Un ejemplo, si eres mujer y escribes todo sobre los sesgos de género, no me interesará leerte, porque yo le exijo a la columna provocación. Además debe tener una tesis redonda, estar  bien escrita y pegar un golpe. Los muy abanderizados no me gustan; por eso, no leo ni El Desconcierto ni El Líbero. La gracia de Matamala y Peña es que generan una incomodidad en su propia audiencia; no son predecibles. 

¿Extrañas la figuración que te daban esos golpes que pegabas?

–Bueno, cuando estaba más chico, había algo de vanidad en el querer estar. Ahora, de repente, me invitan a los matinales. Los productores creen que uno les tiene que agradecer la invitación, cuando no pagan, hay que levantarse temprano y uno puede estar toda la mañana esperando salir al aire y nunca sabes si te van a tener cinco minutos o una hora en pantalla. Es verdad que cien columnas en la revista Capital nunca tendrán el impacto de una aparición en la tele. Eso los productores lo saben. Lo que no saben es que “los opinólogos” de la política no vivimos del aire, tenemos que parar la olla, trabajamos. Luego, con suerte, te dan las gracias.  

Más maduro y sin ansias de figurar como antes, quien luego de egresar de la Católica se convirtiera “en fiel soldado del proyecto renacentista de Leonidas Montes en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez”, dice, irónico, que hoy “escribe cientos de papers que nadie leerá” y que lo anima el afán de “ser académico y elegante”.

–Elegante y académicamente, entonces, ¿cómo ves el avance del nuevo intento constitucional?

–Al Gobierno le conviene desconstitucionalizarse. Y yo estoy preocupado porque la izquierda está cero entusiasmada con participar del proceso, no sacamos nada con que los únicos tirando el carro de la nueva constitución sean los de la derecha. Mi miedo actual tiene que ver con que a la izquierda como que le mataron al poeta. Ella invirtió demasiado tiempo y pasión en una relación y esa relación termina en una estruendosa frustración. Es como la sensación de nunca más voy a volver a amar… Y la derecha está jugando con fuego al abusar de la institución de los expertos, instalando a candidatos con marcado perfil político. Todos muy buenas personas, pero donde hay cinco ex altos funcionarios del gobierno de Piñera. Creo que se corre un riesgo al llevar de nuevo el asunto a una cuestión programática.

–Además, todo lo grueso está prácticamente escrito.

–Los famosos bordes, sí, limitan los grados de innovación institucional. Yo veo dos errores en la derecha: lo de los expertos y el afán de hacer un programa de gobierno y no una constitución nueva, donde deben  convivir moros y cristianos. Es el mismo error que cometió el Gobierno de Boric, cuando creyó que el 78 por ciento que votó Apruebo en el plebiscito de entrada iba a votar Apruebo en el de salida. No, los Apruebos del primer plebiscito eran muy diversos entre sí, tal como el Rechazo no es único. Hay muchos Rechazos.

–¿Consideras a Boric un estadista?

–Sí, porque pone al bien del país por sobre su prestigio personal o un proyecto específico. Boric entendió que al rechazarse el texto constitucional, el proyecto frenteamplista en su forma original fracasó. Él comprende que él no gobierna sólo para el tipo de Ñuñoa que dice todes, ni sólo para el evangélico al que le gusta el Tedeum, ni sólo para el huaso que ama el rodea, y así. Él se dio cuenta de que cambió el paisaje y su proyecto debe sufrir cambios

–¿Quién sucederá a Boric?

–Cualquier cosa puede pasar. Puede que aún no conozcamos al sucesor de Boric. Tras el regreso a la democracia, estábamos acostumbrados a la política predecible. Dieciocho meses antes de cada elección el que iba punteando en las encuestas era el que ganaba. Eso cambió en la última elección, hubo cambios en la pool position y resulta que a la final llegaron Kast y Boric, algo impredecible, porque ninguno pertenecía las coaliciones que habían dominado el escenario político en los últimos treinta años. Esas coaliciones se han ido jibarizando. En 2017, Piñera y Guiller no sumaron el 60 por ciento de los votos juntos, y en la última elección Sichel y Provoste, los dos “grandes” ni siquiera llegaron a segunda vuelta. ¿Se enfrentarán Evelyn Matthei con Camila Vallejo en la próxima elección? ¿O será una de ellas contra Jiles o Parisi, donde ambos representan la peruanización completa de la política chilena? ¿O habrá gente en la papeleta a la que todavía no conocemos?

Vea el próximo capítulo.  

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