Amanda Céspedes, neurosiquiatra infantil: “Las pantallas pequeñas provocan un daño tremendo a los niños”
La especialista se refiere a los celulares, los iPads, todos recursos fáciles para mantener tranquilos a los más chicos, pero perjudicando el desarrollo de sus capacidades cognitivas. De la importancia de aprovechar la capacidad neuronal de los primeros mil días de vida, etapa clave para emparejar la cancha de la desigualdad, nos habló desde Italia.
–Esta realidad aplastante de delincuencia que vivimos, con poblaciones enteras en manos de grupos delictuales, debe ser abordada con fuerza por las autoridades. La llegada del narcotráfico y del crimen organizado está teniendo consecuencias fatales y debemos detener este mal social. Pero hay otra violencia más grande incluso que la del niño que debe esconderse bajo su cama o su pupitre frente a una balacera; es el uso de las pantallas pequeñas, smartphones, iPads. Eso genera un daño tremendo a la infancia.
Amanda Céspedes (76), la connotada neurosiquiatra infantil, que ahora mismo está ejerciendo de abuela en la ciudad de Trieste, donde vive Chiara, su nieta italiana, es una verdadera súper heroína para las educadoras de párvulos chilenas.
Lo comprobamos, cuando la invitamos a Hora de Conversar, el programa que hacemos por streaming, para hablar sobre “la verdadera educación superior”. O sea, la inicial, la que entregan salas cuna y jardines infantiles, en una etapa que es clave para emparejar la cancha de las oportunidades: los primeros mil días de vida (incluida la gestación).
El interés que despertó en educadoras y técnicas fue notorio, y no sólo porque reivindica el rol de estas profesionales, sino porque justifica con argumentos tomados de la neurociencia la importancia de esta etapa del desarrollo. Y sobre todo porque post pandemia ha sido muy lento el regreso de los lactantes y párvulos de familias más pobres y vulnerables a estos dispositivos esenciales. Dice:
–El niño nace con tres veces más células en su cerebro que las que tendrá a los quince años. Esas células son las neuronas, que están al servicio de la inteligencia social, intelectual, espiritual, emocional. Pero para que esas células cerebrales brillen después que el niño ha nacido tienen que hacer redes entre ellas. Hay que conseguir que, por así decirlo, las neuronas se tomen de las manos y empiecen a funcionar coordinada y espléndidamente bien. Hay que aprovechar que los niños y niñas pequeñas, sin distinción de raza, nivel socioeconómico, género, tienen tres veces más neuronas que el resto de los seres humanos. Eso significa que es en ese momento cuando cuentan con tres veces más oportunidades de desarrollar lo mejor de sí mismos. Efectivamente, la educación en esta etapa es educación para la vida, porque es cuando el ser humano tiene su máximo potencial para desarrollar.
–Es lamentable que exista tan poco conocimiento de lo clave que es esta etapa para el desarrollo cognitivo. Salas cuna y jardines infantiles se siguen entendiendo como guarderías de guaguas, no como espacios de crecimiento y enriquecimiento para la vida. ¿A qué lo atribuyes?
–Muchos padres, familiares y cuidadores de los niños menores desconocen lo que significa el enriquecimiento intelectual, social, emocional incluso espiritual que puede proporcionar el jardín infantil. Existen aún muchos prejuicios, sobre todo a nivel más popular: que los vas a tratar mal, que se van a contagiar enfermedades, que el mejor espacio es su casa… Se ha comprobado científicamente que hay una diferencia enorme entre el niño que llega a la escuela básica habiendo tenido sala cuna y jardín infantil con el que no lo tuvo. El primero lleva la delantera, tiene unos dos mil días de adelanto en su desarrollo respecto del otro. Y es rezago va a ser una marca a fuego a lo largo de toda su vida. Va a tener impacto escolar, vocacional, laboral. Es fundamental que el niño tenga educación inicial desde la más temprana edad.
Académica y autora de varios ensayos que se han convertido en bestsellers, como “Educar en las Emociones”, Amanda hace notar lo corta que es la historia de la educación parvularia dentro del desarrollo de la educación en general en el mundo. Quizás por eso tiende a mirársela como una pedagogía menor. Como un espacio de juego y cuidado frente al verdadero aprendizaje.
La experta discrepa: “Antes se pensaba que los niños estaban mejor en casa al cuidado de la madre. Hoy, cuando las familias enfrentan realidades complejas y diversas, tanto por problemas disfuncionales o sociales, que la mamá sea la que cuide al niño es difícil. Muchas madres son jefas de hogar monoparentales, deben trabajar para que la familia subsista, o deben hacer de cuidadoras de sus padres ancianos, a veces postrados. Que el niño esté en casa no significa que esté bien cuidado y atendido. Por el contrario, puede que se esté perdiendo de manera brutal la posibilidad de enriquecimiento, intelectual, social y emocional que se da en los primeros mil días de vida”.
–La larga suspensión de clases presenciales a causa de la pandemia generó un rezago tremendo en los aprendizajes de los niños y niñas pequeñas y está teniendo un efecto a la baja sobre las matrículas ahora que se volvieron a abrir salas cuna y jardines. ¿Cómo evalúas ese impacto y qué propones hacer?
Antes de responder, hace una precisión que le importa mucho: “Se habla de estimulación temprana, yo quiero señalar que es un concepto errado, hablemos mejor de enriquecimiento temprano. Las autoridades educacionales se equivocan porque suelen pensar que el aprendizaje es sólo intelectual, cuando en esta etapa se trata de otra cosa”. Dicho esto, se hace cargo de la pregunta:
–Tenemos que ganar tiempo, tenemos que enriquecer lo que se perdió. Es como si hubiésemos comprado un terreno que tiene un jardín muy lindo pero donde todas las plantas están mustias por falta de riego durante meses. Lo primero que tenemos que hacer es regar, proporcionar nutrientes, fertilizar. Esto significa ofrecer espacio y tiempo para que los niños activen sus propios recursos de enriquecimiento integral. Que jueguen, bailen, imaginen, pinten, descubran el arte, que tengan la dedicación de sus padres y generen juntos momentos hermosos de entrega. Hoy vemos que se les machaca el cerebro escuchando reguetón y eso los empobrece o se les tiene durante horas frente a una pantalla y eso los daña.
Regaloneo respetuoso
Amanda coincide en nuestro programa con la compositora y publicista Elizabeth Carmona, quien es la madre intelectual del famoso Perro Chocolo, personaje que tiene casi siete millones y medio de suscriptores en su canal de Youtube y encanta a los niños. Ambas rescatan la fuerza de la música como herramienta de enriquecimiento en estos primeros mil días.
–La música es un elemento esencial para el desarrollo de la inteligencia humana. El niño nace musical, trae una herencia musical inscrita en su ADN. Música, arte plástico y movimiento son los más grandes impulsores de la inteligencia. Cuando el niño canta y baila en grupo se enriquece su inteligencia emocional. Una canción de cuna, una ronda calma a un niño pequeño o lo llena de energía lúdica vital, ambos efectos son extraordinariamente enriquecedores. Desde la neurociencia, no hablamos de estimulación, sino de enriquecimiento, como señalé antes, porque los niños pequeños traen todo con ellos, y el rol de los adultos, los cuidadores, los educadores, es enriquecer ese enorme bagaje que traen. Siempre debemos mirar a niños y niñas pequeños como semillas pletóricas de talentos y nosotros debemos estar ahí para enriquecer esos talentos.
–No hay que hablar entonces de aprendizajes intelectuales en esta etapa.
–No, hay que enriquecer lo que traen, haciendo todo para que ese bagaje florezca. Las autoridades educacionales de la primera infancia deben saber que los niños necesitan jugar, reír, cantar, bailar, tener muchos espacios para la creatividad y el arte. El concepto de aprendizaje debemos dejarlo para la enseñanza básica y, aún ahí, es discutible. En la primera infancia, el concepto es enriquecimiento integral. Porque al niño no se le enseña a hablar, el niño viene programado para hablar, uno enriquece el lenguaje; al niño no se le enseña a caminar, el niño viene programado para caminar, hay que enriquecer ampliamente el movimiento; y así con todas sus capacidades. Lo que el niño pequeño necesita es mucho más fino, más sutil y, al mismo tiempo, más potente que lo se le da después, que es el aprendizaje intelectual.
De acuerdo al último Estudio Longitudinal Mil Primeros Días, presentado en septiembre del año pasado, se observa un empeoramiento de las condiciones socioeconómicas de los hogares de niños y niñas en edad preescolar. Esto lo reflejan números como la pérdida de empleo de las madres (28%), la disminución de ingresos de las familias (68,3%) y la menor comida (10,3%), así como un aumento de los índices de depresión de las madres (20%) y cambios en el comportamiento de los niños y niñas percibidos por sus madres (60%). Todo esto a causa de los efectos sanitarios, sociales, económicos, de la pandemia.
–¿Cómo se recuperan todos esos impactos, sobre todo los emocionales en los niños y niñas más pequeños?
–La pandemia y sus consecuencias sociales fueron un tremendo golpe para los seres humanos en todo el planeta, pero sobre todo para las personas que viven en vulnerabilidad. A ellas las golpeó muy fuertemente, las derribó y las posibilidades que tienen de levantarse requieren de una diligente mano tendida y no sólo de declaraciones. ¿Cómo las levantamos del suelo donde quedaron? Primero y perdonen que insista tanto con esto, debemos los espacios y los tiempos para que activen sus recursos propios de sanación. Esto es clave en los niños. ¿Cuáles son esos sus recursos curativos? El juego, la imaginación, la música, el canto, las artes visuales, la creatividad, el movimiento y sobre todo el regaloneo respetuoso. Hoy veo a muchos padres y madres que los tratan con infinito cariño para, al momento siguiente, cuando el niño está haciendo una pataleta, descalificarlo de manera brutal. Esa forma bipolar de tratar a los niños los daña de manera grave.
Amanda repite varias veces el concepto “regaloneo respetuoso”. Y resume así sus efectos: “El niño sana de sus heridas emocionales cuando se siente querido, respetado y rodeado por personas en las cuales puede confiar”.
Y en este punto, la neurosiquiatra infantil, que fue criada por cinco tías profesoras normalistas, lo que, sin duda, ha marcado su carácter y su vocación, hace un reconocimiento. “La sociedad chilena deposita su confianza en educadoras y técnicas en párvulos, pero, ¡por Dios que las trata mal! ¿Cómo es posible que una tarea tan delicada sea una de las profesiones más mal pagadas? ¿Por qué siendo el 95 por ciento personal femenino el que se dedica a esta profesión no tengan las facilidades mínimas que sí se les da en Europa para poder hacerse cargo de sus casas y de sus propios hijos? En fin, tenemos que darles otro estatus, respetarlas, porque son mucho más importantes que los neurocirujanos, pero, ¿cuánto ganan unos y otras? Nosotros ponemos toda nuestra confianza y a los seres humanos que más queremos en manos de ese grupo y las tratamos como lo último. Eso no puede seguir siendo así.
Nos imaginamos cómo suena el aplauso en salas cuna y jardines infantiles después de esta declaración.
Con la pistola cargada
Presidenta de la Fundación Educacional Amanda, que trabaja con niños y niñas hasta los diez años de edad en situación de vulnerabilidad, se ha quedado sin fondos para un proyecto en una comuna paupérrima del norte.
Dice con tono de urgencia: “El plan fue aprobado pero nos quedamos sin plata al cabo de dos años. Trabajamos con un grupo de 700 niños y niñas menores de cinco años que no van al jardín, que no han ido nunca al jardín infantil, que no tienen o no han tenido ninguna oportunidad de enriquecimiento en sus vidas y van a llegar a primero básico con un rezago enorme. Nosotros trabajamos con sus familias, que son todas rurales, y con la comunidad. En Chile existe un 31 por ciento de niños que sufren maltrato, normalmente en sus casas. ¿Cómo se evita ese maltrato? Educando a la comunidad. Yo me apasiono con estos temas, porque siento que hay mucho que hacer y perdemos ¡tanto tiempo! Y hay tanto, tanto que hacer”.
–A propósito del norte, hace un par de semanas se dio a conocer la falta de establecimientos educacionales para hacerse cargo de la alta demanda de niños y niñas migrantes que necesitan educarse. ¿Cómo ves la realidad de la infancia migrante?
–Los niños y niñas son invisibilizados, ignorados y vulnerados, y la infancia migrante lo es mucho más todavía. En Chile, hemos olvidado que somos un país de migrantes, de personas con una tremenda resiliencias para salir adelante, pese a haber llegado en condiciones precarias. Los migrantes hoy salen vulnerados de sus países y siguen siendo vulnerados aquí, sobre todo los niños. Nosotros debemos ponernos en su lugar, recordar nuestra propia condición de migrantes y ser consecuentes con eso tan repetido de poner a los niños primero, que suele quedarse sólo en una frase.
–Al inicio hablaste del efecto de la inseguridad y la violencia en los más pequeños. ¿Podrías abundar en el tema?
–El nivel de la delincuencia y la violencia que estamos viendo en estos momentos está dañando profundamente a nuestros niños, en especial en los territorios donde se ha enquistado el narcotráfico. Hay poblaciones enteras tomadas por el narco y ahí la violencia campea. Sin duda, la solución no es más cárceles. Detener un mal social de esta envergadura requiere de soluciones globales, serias, preventivas. Pero quiero profundizar en ese otro aspecto del que se habla menos: el uso de pantallas pequeñas para entretener a los niños es nefasto. Estamos dañando en forma permanente y continua el cerebro y esto se va a expresar en las generaciones futuras. No les pasemos el celular ni la tablet a los más pequeños para que se queden tranquilos y no nos molesten.
Hace unas semanas volvió a ser noticias el que las generaciones jóvenes tienen menos coeficiente intelectual que sus padres. La hipótesis, que tiene varios estudios mundiales que la avalan, culpa al uso excesivo y temprano de pantallas del descenso de habilidades relacionadas con el lenguaje, la memoria, la concentración y sobre todo el contacto con otros. Un libro apasionante es el del neurocientífico francés Michel Desmurget, cuyo título lo dice todo: “La fábrica de cretinos digitales”.
La menuda, baja, dulce Amanda, se engrandece cuando lanza sus flechas contra los adultos, ya sea políticos, profesores e incluso padres y dice: “Entregar un smartphone a una guagua para que no moleste, es una irresponsabilidad equivalente a dejar un arma cargada en el living de la casa”.