Santiago Bachiller, experto en exclusión social: “La propiedad privada individual no es la única solución para el déficit habitacional”
El doctor en antropología argentino responde desde Bariloche qué hay detrás de la golpiza que terminó con la vida de un migrante colombiano en Iquique. “Fobia al pobre”, diagnostica. Ese fue el punto de partida de una conversación sobre un programa social donde Chile es líder: Vivienda Primero, que busca dar solución real y estructural a quienes viven la manifestación más cruda de la pobreza, la vida en calle.
“Aporofobia” –fobia al pobre–, pura y dura, es lo que explica para el argentino Santiago Bachiller (49) lo sucedido a Milton Domínguez (61), el migrante colombiano con discapacidad física que vivía en situación de calle y que murió víctima de una golpiza a manos de cuatro ex marinos el 19 de mayo pasado en Iquique.
Tanto el doctor en antropología social, experto en exclusión social, desigualdad y hábitat popular, que hoy trabaja en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de su país, como el trabajador social Andrés Millar y el albañil y cantante callejero que vivió siete años en calle, Héctor Ulloa, tienen un nudo en la garganta y los ojos húmedos, cuando miran la entrevista en video que le hicimos a Milton en diciembre de 2020.
Entonces acababa de perder la mitad de su pierna derecha a causa de una bacteria que contrajo en la residencia “sanitaria”, donde lo pusieron nuestras autoridades al entrar al país.
Los convocamos a los tres para que nos dieran su mirada sobre una noticia positiva, radicalmente opuesta a la violenta y estúpida muerte de Milton Domínguez. Hablamos del revolucionario programa Vivienda Primero, que este mes cumple cuatro años de funcionamiento en Chile y ya ha sacado de la calle a 540 personas. Todas mayores de 50 años, hombres y mujeres, con más de cinco años de experiencia viviendo a la intemperie, sin un lugar donde guarecerse. Ahora no sólo cuentan con un techo, sino que comparten una casa o un departamento impecable y al hacerlo han ido recuperando sus vidas y con ello la dignidad que da contar con baño, un domicilio que les permita existir legal y laboralmente, un living donde intentar recuperar a sus familias quebradas, apoyo para abandonar el consumo problemático de alcohol y tras drogas, asistencia médica. Todo esto, además de una dupla de apoyo sicosocial que los ayuda a reinsertarse social, familiar y laboralmente y los visita cada semana.
Andrés Millar, director de inclusión del Hogar de Cristo, precisa que aunque las cifras oficiales hablan de 19 mil personas en situación de calle en Chile, el equipo de la fundación tiene el registro de 40 mil atendidos en 2022. Por eso, aunque 540 suena poca cosa, el número es un salto enorme en términos humanos. Aquí cabe recordar la conocida frase del Talmud: “Quien salva a una persona, salva al mundo”.
Santiago Bachiller fue investigador del proyecto Red Calle de países latinoamericanos para el desarrollo de políticas de atención a las personas en situación de calle, una convocatoria de la Unión Europea para proyectos de cooperación Sur-Sur, que se desarrolló entre 2016 y 2019. O sea, sabe de qué habla. Y mantiene contacto periódico con investigadores de todos los países de la región. Desde San Carlos de Bariloche, donde vive, comenta lo sucedido en Iquique:
–Ver el testimonio de Milton Domínguez me produce dolor, impotencia, bronca. Acá en Argentina, puntualmente en Buenos Aires, se dio a conocer hace poco un mapa de la violencia que padecen las personas en situación de calle y que, apelando a la literatura especializada, no tiene otro nombre que aporofobia. Fobia al pobre. Es un ensañamiento con el distinto, con el pobre desplazado de otro país. Una completa falta de empatía. Ver al otro como un ilegal, no como una persona, sin darnos cuenta de que para él, “el otro” somos nosotros. Sin duda, esta actitud no es simple de cambiar y, sin duda, se requiere una campaña de sensibilización social importante y sostenida en el tiempo.
–Un elemento clave en el ataque a Milton Domínguez es su condición de migrante irregular. ¿Cuánto y de qué manera se ha acrecentado el fenómeno de las personas en situación de calle en América Latina en particular y en el mundo en general a causa de la migración?
–No tengo ahora ni sé si existen cifras sobre el tema, salvo datos aislados que sí manejo de algunas realidades puntuales. Cuando hice mi tesis en España, a comienzos de los años 2000, se estimaba que los migrantes eran el 10% del total de las personas sin casa en ese país. Hoy se sabe que son el 60%. Es un incremento significativo que se explica en situaciones bélicas y guerras como las de Siria y lo que sucede en Ucrania. En Latinoamérica, la situación de migración masiva de venezolanos es evidente en el norte de Brasil, en Colombia y acá, en Chile. En un mundo globalizado donde todo circula, las personas también lo hacen y pasan a cargar con su extranjería, una condición muy difícil de llevar, cuando se es pobre.
No a los depósitos de pobres
Santiago fue convocado para presentar el modelo integrado para personas en situación de calle, que lanzó el Hogar de Cristo en 2022 y que le parece lo más sólido que existe en materia de estudios en Latinoamérica. Entonces nos dijo: “Creo que, en Chile, los gobiernos de derecha han hecho harto más por visibilizar y abordar esta realidad. Probablemente este juicio resulte antipopular y a algunos no les guste oírlo, porque igualmente lo hecho es insuficiente, pero en comparación con los demás países de la región hay mayor conciencia y avances, en especial frente a mi país, donde ni siquiera hemos logrado tener una política nacional para las personas en calle”.
Hace unas semanas esa política se legisló, lo que permitirá que el Instituto Nacional de Estadísticas, el INE trasandino, tenga un anexo que incluya a estas personas que hasta ahora han estado “completamente invisibilizadas. Pero debe ser información fidedigna, que sirva, porque el dato que se ha entregado es que existirían menos de tres mil en todo el país, lo que es una burla, algo imposible de creer. Antes de la pandemia, pequeñas organizaciones estimaban en nueve mil a las personas de calle en Buenos Aires. Ojalá que esta legislación no sea una oportunidad perdida. Qué más quisiéramos que tener las estadísticas que tiene Chile, pero somos un país federal, donde consolidar cifras es mucho más complejos que en un sistema unitario como el chileno”.
Dentro de la región, el programa Vivienda Primero, Houssing First en su origen, se aplica en Chile, Uruguay y Costa Rica, que encontró en él la solución para otro problema: desocupar camas hospitalarias que estaban copadas por personas en situación de calle, como cuenta Bachiller. Pero, comparativamente, es en Chile donde tiene un mayor desarrollo. “En Uruguay ha habido muchas dificultades para conseguir viviendas para Houssing First, porque el valor del suelo se ha disparado y lo que había era tan periférico que no servía para lograr la inclusión de las personas en situación de calle”.
En Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, Houssing First, modelo creado en Nueva York por el psicólogo griego estadounidense Sam Tsemberis, viene aplicándose desde los años 90. Y en estos años ha demostrado ser el programa más costo-efectivo para terminar con el sinhogarismo, como dicen en España, donde también se aplica con éxito. Lo mismo que en otros países de Europa.
–¿Podrías explicar en qué consiste Houssing First, nuestro Vivienda Primero?
–Antes se definía la situación de calle como la falta de un techo, sin considerar los demás y múltiples factores involucrados. Chile en eso progresó al entender que es una suma de carencias (salud física y mental, educación, empleo, redes…) y que la vivienda es el primer paso, no el último de una escalera de exigencias para obtener un techo digno, que es como suelen concebirse los programas tradicionales. La vivienda es un premio, no el punto de partida. La alternativa que se ofrece en la mayoría de los países de la región es el modelo asilar, el de asilo. Es decir, un depósito para pobres, un techo en una estructura masiva, donde abunda la violencia, absolutamente deprimente, que no logra ningún resultado positivo en nadie. Yo sé de antropología urbana y por eso sé que los espacios que habitamos condicionan la vida. Los masificados, edilicios, densos, sin ninguna capacidad de privacidad amplifican el estrés que viven las personas en situación de calle.
Nos comenta que para las cuarentenas a causa de la pandemia en Argentina a los ciudadanos que llegaban desde el extranjero se les hacía cumplirla en hoteles, en habitaciones privadas, mientras que a las personas en situación de calle se les metía en polideportivos para doscientas personas y más. “Esos lugares atiborrados y hacinados fracasan. No tienen logros. Por eso decimos que la vivienda es lo primero. Que es un derecho social que debe consignarse en las constituciones de los Estados. Ojalá ustedes consigan incluirlo en el texto que están comenzando de nuevo a redactar”.
Vivienda Primero entrega una casa compartida a dos o tres personas que han tenido una larga experiencia de calle y más de 50 años –la mitad de los cuales tienen más de 60– y apoyo de una dupla sicosocial para ir reconstruyendo sus vidas. Los logros son emocionantes.
Dice el experto: “El avance de Chile en la materia, país profundamente neoliberal, se explica en la focalización que ha hecho en grupos especialmente vulnerables. Eso está muy bien, pero no hay que pensar que es la panacea. El déficit de vivienda es tan amplio que no se puede concluir que sólo con Houssing First basta para terminar con las personas en situación de calle. El impacto es muy menor en cifras y hay muchas otras poblaciones necesitadas: familias en campamentos, los que viven hacinados o como allegados. Y cada política social visibiliza una nueva necesidad, una nueva reclamación”.
–¿Y qué y cómo se hace entonces?
–Es muy complejo, por eso es que los políticos se hacen los tontos con estos temas. Y por eso es tan importante que Vivienda Primero no se convierta en una moda, en algo así como un fetiche de programa social exitoso. Las soluciones técnicas efectivas y exitosas necesitan de un respaldo político detrás.
No crean que soy comunista
Cuando lo conocimos, Santiago nos explicó “la metáfora de la bañera”.
“Quienes investigan el tema de la situación de calle suelen apelar a ella, a los esfuerzos por evitar que se rebalse de agua. Podemos tomar un balde y quitar toda el agua posible; esa sería la función de las políticas paliativas. Pero si no cerramos el grifo, nuestros esfuerzos permanentemente serán desbordados: por más que contemos con excelentes programas de inclusión social, la cantidad de gente que sale será menor respecto de la que llega o incluso reincide en la situación de calle. Entonces, debemos garantizar políticas universales que beneficien al conjunto de la población. Si realmente queremos acabar con la situación de calle, en vez de conformarnos con la gestión de este flagelo social, debemos regular mercados que expulsan o precarizan la vida de millones de personas, como el de la vivienda o el trabajo, debemos garantizar un sistema de salud y de educación de calidad y accesible a todos los sectores sociales, apostar por un sistema impositivo menos regresivo”.
–Tus propuestas pasan necesariamente por más intervención estatal de los mercados. ¿Es eso?
–Sin intervención del mercado del suelo, de la vivienda, es imposible resolver el gran déficit habitacional que existe. El ejemplo que tenemos en Argentina es que durante el periodo del kichnerismo se construyó más vivienda oficial que nunca. Fueron más de un millón de soluciones habitacionales, pero no se reguló el suelo y, a medida que se construía, se encarecían los terrenos. Se dio la paradoja de medidas desarrollistas en materia de construcción y neoliberales para el mercado del suelo. O sea, mientras más construía el Estado, más lejana se volvía la vivienda para los sectores populares por el valor creciente de la tierra.
–Houssing First no es la panacea. ¿Cuál es la respuesta entonces?
–Si queremos realmente como meta final que no haya más personas en situación de calle la pelea es política y tiene que darse en esos ámbitos: mercado de la vivienda, del suelo, de la salud, de la educación. Pero Vivienda Primero debe continuar porque sí es una gran solución para esos cientos de personas que han logrado recuperar sus vidas.
–Considerando lo masivo que es el problema de la falta de vivienda en los países de la región, ¿con qué argumento justificas que se priorice darles casa a las personas en situación de calle, que no tienen ni un mínimo ahorro acumulado para la vivienda?
–Hasta ahora las políticas de vivienda en nuestros países han favorecido a las capas media y en Argentina al menos a los que se organizaban en asentamientos populares y presionaban políticamente. Hoy en Buenos Aires, por ejemplo, no existe ni una sola plaza para personas en situación de calle, por eso me parece oportuno, necesario y justo que se priorice a quienes siempre han quedado rezagados. Hoy, en Argentina, tres millones y medio de personas están con déficit habitacional. O sea, va sensación de injusticia frente a la carencia la van a experimentar muchos grupos y la competencia por lograr un techo es enorme.
–Suena desolador. De nuevo, ¿qué se hace?
–Debemos cambiar la mentalidad dominante hasta ahora y entender que no revertiremos el déficit habitacional pensando que el único camino son políticas públicas centradas en la propiedad privada individual. Hay que cruzar esa línea tabú… y con esto no quiero que se me acuse de comunista –dice, poniéndose el parche antes de la herida. Luego agrega:
–Hay un montón de países nórdicos que han desarrollado experiencia de propiedades comunales. El Estado no debe garantizar que el ciudadano va a tener una propiedad, pero sí debe asegurar que tendrá el derecho a uso de un lugar seguro para desarrollar plenamente su vida. Creo que la fórmula es empezar a cuestionar principios sacralizados en la sociedad capitalista como es la propiedad privada individual y desarrollar nuevas y creativas soluciones.