Claudio Caiozzi, artista visual: “Mi obra está en un límite delgado entre ser publicidad y crítica”
Sus temas recurrentes son el consumo, los ídolos de masas y los vicios de Internet, cuyos mensajes explícitos revelan las contradicciones en que se mueven las personas.
Sarcásticas y contestarias. Así califica sus obras Claudio Caiozzi, fotógrafo y artista visual quien desde 2014 se dedica a estampar papeles por las paredes del centro de Santiago. Sus temas recurrentes son el consumo, los ídolos de masas y los vicios de internet, cuyos mensajes explícitos revelan las contradicciones en que se mueven las personas.
Acostumbrado a que sus imágenes duren poco tiempo en las calles, Caiozzi va a verlas frecuentemente con la intención de registrar las intervenciones y su inminente muerte. En entrevista con El Dínamo, señala que su obra bordea los límites de la publicidad y la crítica. Y eso es lo que precisamente le gusta.
-El mensaje de tus obras es bien explícito y con mucho sarcasmo, ¿siempre las piensas así?
-Me nacen no más, se me ocurre una cosa y de repente puede ser muy crítica, mala onda o simplemente chistosa. Es lo que se me ocurre en el momento. Tranquilein John Wayne es un dicho muy chileno y no dice nada en verdad, era para reírse y el público que se ríe con esa obra es como mi papá, porque ese dicho ya no se usa. Tengo otro que se llama “Perreo intenso” y son perros que atacan a una niña, son juegos de palabras. Todo depende del momento, que viene mucho del fotoperiodismo, la contingencia y de lo que yo pienso.
-Varias parecen representar contradicciones, como el monje vestido de Louis Vuitton, ¿qué te interesa decir con eso?
-Lo que pasa hoy en día, que ya no es tan importante tus creencias en el aspecto religioso, por ejemplo. Lo que busca la gente ahora es un estatus y estas cosas te lo dan. La idea era poner un monje con una capa Louis Vuitton y abajo le puse “la nueva iluminación”, porque las personas que tienen acceso a eso se sienten como iluminados y es un poco jugar con la ironía de la iluminación, que antiguamente era llegar al nirvana y hoy en día es lo material.
-¿Fracasaron las ideologías y religiones ante el consumo?
-No creo que hayan fracasado, pero sí ahora estamos en el peak del consumo. Tal vez en los 80’s pensábamos que lo desechable no iba a ser tanto, que las cosas iban a durar más. Actualmente pasa todo lo contrario. Por ejemplo, me sale más barato comprarme otra tele que arreglar una vieja. Todo se va a la basura.
-Hay mucha referencia a internet también, a un internet sacralizado.
-Yo vivo pegado al teléfono. Entonces veo el Wi-Fi como una cosa que la gente no puede vivir sin él, una cosa de primera necesidad y que se sacrifican cosas importantes a cambio de tenerlo. Ahora, gracias a Internet he podido mostrar mis obras, lo encuentro increíble, pero también tiene sus cosas malas. Todo el mundo se siente con el derecho de decirle todo a todos pero detrás de la pantalla. Todos son críticos, dueños de la verdad.
-¿Haz recibido críticas de parte de autoridades o instituciones por lo que haces?
-No. Los pacos me han pillado tres veces, pero cuando ven que es papel no se lo esperan. Los que pegan en papel en las calles siempre es para publicidad, lo hacen de día y ya tienen ciertas murallas para hacerlo, siendo que es ilegal. Cuando ven que estoy haciendo algo que no es publicidad y que tampoco es rayado, me dicen que me vaya y vuelva más tarde, me dan consejos. Ahora tengo un problema con Felipe Alessandri (alcalde de Santiago). En la calle Merced sacó todo mi trabajo, todos los rayados, pero dejó a una artista que ocupa muchas imágenes religiosas. Le pregunté a la gestora cultural, no me supo responder, le echó la culpa a las empresas que ellos contratan.
-¿Qué valor tiene para ti ocupar espacios públicos?
-La muralla es el mejor lienzo que puede existir; no tiene dueño, es de todos y te sientes con el derecho de intervenirla o si hay algo que no te gusta, lo vas a rayar, todos somos partícipes. Aparte, la visualización que tienes en la calle no lo tiene ninguna galería. La calle es la mejor galería en ese sentido porque pasa todo tipo de público. Hago mis obras en el centro porque las voy a ver mucho, me gusta tener el registro de cuando se van muriendo.
-Ya que tus obras están ligadas a la actualidad, ¿la política nacional está en tu radar?
-Trato de no meterme mucho en política nacional, aunque sí tengo mi postura. Algo me dice que todavía no lo haga, tampoco se me ha ocurrido algo para hacer como sí me ha pasado con el fútbol.
-¿Encuentras que es un tema sensible?
-No, porque no se me ocurre qué hacer todavía. Yo trabajo mucho así; con las cosas que se me ocurren, nunca me esfuerzo a hacer algo. Me gusta que mi trabajo se entienda en todos lados. Me encanta que una persona de otro país lo pueda ver y lo entienda perfecto. Creo que mi obra es súper sarcástica, está en un límite bien delgado entre ser publicidad y crítica. Por ejemplo, en el de H&M le sacaron a la niñita que está detrás. Mucha gente no veía a la niñita porque con el número quedaban ciegos e iban a la tienda con la imagen a pedir su 25% de descuento.
-¿Qué te pasa cuando ves tus obras intervenidas?
-La gente siempre queda loca y se preguntan qué es esto, por eso lo tocan, lo peñiscan en los bordes. El monje va a llevar tres años, está destruido, pero sigue estando ahí. Nunca arreglo mis obras pero con el monje lo voy a hacer. Hay obras que duran menos y otras más, las religiosas duran menos. El de la estatua el David duró un día.
-¿Por qué?
-Porque la gente se ofende.
-¿Qué valor tiene exponer en un museo como el GAM?
-Al GAM puede ir cualquiera, es un lugar gratuito. Había que contar la historia del edificio desde que lo hicieron y la idea era hacerlo como uno quisiera. Puse un montón de cosas y nadie me dijo nada, hice la obra en la muralla, con la condición de que cuando terminara la exposición se destruyera. La gracia era que fuera efímera, como mis obras de la calle.
-¿No tienes aprensión de que tu obra perdure?
-La tengo, pero fotográficamente. Si no tengo la foto soy capaz de hacerla de nuevo solo por eso. Si tengo la foto entonces que pase lo que sea con la obra. Estamos en la calle.