
Una vez más, marzo.
Reconozco que no deja de sorprenderme lo rápido que pasa el tiempo. Ayer les dije “Felices merecidas vacaciones a las mamitas del cole”, y hoy admiro sus espléndidos bronceados mientras acompaño a mis hijos a la sala en su primer día de clases.
Esto ya lo viví.
Camino con una mochila en cada mano ¡Horror! ¡La deben llevar ellos! ¿Por qué sigo cargando la mochila?
La verdad… es que el tiempo pasó tan rápido que no alcancé a darme cuenta de que ya crecieron.
Paro el piloto automático y los miro. No importa si llegamos tarde al primer día. Perdón, si LLEGAN (“ellos, ellos, ellos van al colegio, NO YO”, me lo repito como mantra). Me detengo.
Quiero mirarlos a los ojos y que me miren, para contarles que la vida pasa en un segundo y no hay que malgastarla.
– “No se van a dar ni cuenta, pero en unos días más vamos a estar buscando los huevos del Conejo de Pascua, después comprando las salchichas para el asadito del 18. Al poco tiempo saldremos a buscar los dulces de Halloween, para luego abrir los regalos de Navidad y, unos días más tarde, pedir los deseos de Año Nuevo. Acto seguido volveré a perseguirlos con el factor solar en vacaciones y regresaremos a Santiago a que se prueben los uniformes del colegio y, de nuevo, vamos a estar aquí en un año más, en este mismo lugar, y les voy a decir que paremos bajo este mismo árbol para mirarnos a los ojos. Será una tradición familiar”.
A mis niños les da un ataque de risa que me contagian y, entre risas, seguimos mirándonos. Los abrazo. Luego, les informo que nunca más voy a llevarles la mochila, porque el tiempo no pasa en vano. Se les acaba el ataque de risa y reanudamos el trayecto.
Ya libre de bolsos ajenos decido hacer un decálogo para que el tiempo, tan valioso y veloz, sea de la mejor calidad posible.
- No llevar mochilas ajenas.
- A toda costa evitar el modo “piloto automático” para vivir.
- No asumir más tareas de las que puedo hacer sin tener que correr.
- Mirar menos el celular y más a los ojos.
- Inventar más tradiciones familiares.
- No perder tiempo comprando NADA que no necesite REALMENTE.
- Escuchar más música y menos noticias.
- Juntarme con gente que quiero y que me quiere.
- No interrumpir los momentos lindos con “la foto para recordarlo”.
- Tener un ataque de risa a la semana.
Interrumpe mi decálogo el timbre del colegio, todavía estamos lejos de las salas.
– ¡¡¡Corre mamá, que vamos a llegar tarde!!!
– Corran ustedes, pero sin angustia, ¡gocen su primer día de clases!
Veo orgullosa a mis niños -que ya no son tan niños- como se alejan corriendo a sus respectivas salas.
Esto ya lo viví.
Buen marzo. ❤️