
El ‘nube negra’ es un tipo de adulto que de niño encumbraba volantines, pero que de grande cambió la figura de colores por una enorme nube negra. El problema de esta ‘especie’ es que no pueden evitar la tentación de compartir su sombra en cada encuentro con un otro.
A veces te toca ser testigo de dos ‘nubes negras’ que se saludan y comparten la sombra que los une (todo tipo de enfermedades -reales e imaginarias-, recuento de desgracias de miembros de las respectivas familias, incluido linaje indirecto). Una vez que descargan un poco su oscuridad, van en busca del incauto -que llegó al encuentro, cumpleaños, tecito, carrete o malón- sin siquiera una visera que lo proteja del lado oscuro de la fuerza.
Ahí estábamos la Sofi y yo en el cumpleaños de Andrés este fin de semana
-Y … ¿cómo va todo ? Le pregunta la Cami a la Sofi.
–Bien, súper. Los niños bien, la pega entretenida, con el Benja enamorados, disfrutando que los críos están más grandes…
Este es el momento en que yo pienso “por qué no te callas mujer, que la felicidad ajena incomoda sobremanera a los ‘nube negra’”, pero ya es demasiado tarde y la Cami arremete:
-¡Me angustian tanto los tiempos de bonanza, siempre terminan con algo drástico!, ojalá te dure.
Agarro a mi amiga luminosa del brazo y la salvo antes de que le instalen la nube negra encima. Nos intercepta otra amiga.
-¿¡Cómo estás!? (me abraza cariñosa) -¡qué flaquita, Paz, te pasaste!
El 75 % de las personas con que me encuentro, desde hace años, inicia la conversación con la misma apreciación. Antes yo interrumpía con un “¿Flaca bien, o flaca mal?”. Ahora dejo que el monólogo de mi interlocutor/a continúe.
-Por más que voy al gimnasio o cierro la boca, sigo sin poder bajar. Me siento asquerosa en este cuerpo, no me reconozco. Aunque, la verdad, cuando he estado flaca me veo tan mal, parezco enferma. ¿Tú, estás bien ?
Antes me quedaba un rato en estado ‘capturada por la sombra’ y me juraba a mí misma que al día siguiente iba a tomar hora al doctor para ver si lo mío era producto de alguna enfermedad terminal que aún no había descubierto. Pero ya no, ahora sé que es consecuencia del modus operandi del ‘nube negra’.
Interrumpe mi reflexión la entrada del Chasca Valdivieso. Hace años que no lo veía en estos cumpleaños.
-¡Pero compadrito, qué gustó verlo! Grita el dueño de casa acercándose. ¿Y qué le pasó a sus chascas, perrito? ¡Al parrón lo anduvieron podando más de la cuenta! ¡Bienvenido a Pelequén! -y se suman otras voces aplicando ‘la chispa del chileno’ con múltiples maneras de comunicarle al Chasca que se quedó pelado (como si él no lo supiera).
El Chasca, en modo agresión al servicio de la supervivencia, sale jugando:
-“¿Y usted Flaquito? Se ha dedicado a puro comer choripanes, de flaco le queda el sobrenombre no más!”.
Con ganas de situar el encuentro en el lado luminoso de la fuerza, le celebro al Chasca los bailes de su hijo en Instagram. Un crío de unos siete años que es un prodigio.
-¿Dónde aprendió? Se suma curiosa la Cami.
-En internet, viendo videos.
-Ten cuidado Chasquita, cualquier día amanecen todos muertos por la famosa Momo. Por suerte mi hija es cero enganchada en las redes, está full dedicada a la equitación. Yo también empecé a tomar clases. Vamos juntas, es genial.
-¡Andas a caballo a esta edad! ¡Qué miedo ! ¡Se quedó parapléjico Superman y no se va a quedar uno! Agrega otra ‘nube negra’ en medio de este cielo nublado.
Me acuerdo de que a los chilenos nos encanta que nos digan “los ingleses de America Latina”. Qué ganas que fuera por sus virtudes y no por sus cielos eternamente grises.
Algún bendito sube la música y nos vamos a bailar. Lo mejor para combatir el lado oscuro de la fuerza ¡arranca del ‘nube negra’!
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