El trauma del encierro y la muerte empuja a Italia a contener la segunda ola del coronavirus
Las dramáticas imágenes de marzo motivaron que las autoridades y la ciudadanía abordara el rebrote de mejor manera a diferencia de España y Francia.
Italia fue el primer país de Europa que recibió el golpe de la pandemia del coronavirus, en un trauma que marcó a una sociedad que está haciendo todo lo posible para evitar una segunda ola de contagios y fallecidos.
Los 36 mil decesos confirmados desde marzo tienen a la nación como una de las peores en nivel de letalidad en relación a los casos confirmados, considerando que el COVID-19 prácticamente arrasó en los hogares de ancianos de la zona norte, especialmente en la región de Lombardía.
El dramático avance del SARS-CoV-2 llevó a que el gobierno de Giuseppe Conte (quien es apoyado por el centroizquierdista Partido Democrático y por el populista Movimiento 5 Estrellas) decidiera cerrar todo el país, en un estricto confinamiento que se extendió por cerca de tres meses. El encierro total traumatizó a la sociedad, que buscó vías de escape con acciones como cantar desde los balcones de los edificios.
Tras varios meses, los italianos lograron reabrir parcialmente su economía. Ante la llegada del verano pudieron recibir un número limitado de visitantes. También volvieron actividades que resultan fundamentales para la sociedad italiana como el fútbol.
El fin del verano implicó un repunte en los casos diarios, en una tendencia generalizada en toda Europa. Lo que llamó la atención es que, a diferencia de marzo, Italia tiene una cifra baja de infecciones en comparación a España, Francia y Reino Unido, donde en las últimas semanas se registraron números nunca antes visto.
A pesar de este positivo momento, el país más afectado con la primera ola del SARS-CoV-2 no baja la guardia y sigue imponiendo medidas restrictivas, las que buscan evitar más muertes y, especialmente, un nuevo encierro que afecte a sus ciudadanos y a su economía.
Acciones inmediatas y el estado de emergencia
El 29 de junio pasado, el parlamento italiano votó a favor de mantener el estado de emergencia en todo el país. Con ello, gran parte de las medidas sanitarias quedaron en manos del gobierno central, por lo que ninguna región de forma autónoma puede tomar decisiones de forma unilateral.
Aquello, según algunos expertos, ha sido fundamental para que Italia pueda sostenerse ante la segunda ola del coronavirus, ya que permite tomar autorizaciones radicales sin mucha discusión. Un ejemplo de ello ocurrió a mediados de agosto, cuando se decretó el cierre de los bares y discotecas luego que se superaran los 1.000 casos diarios.
Otra acción rápida se definió durante esta semana, cuando el gobierno decretó la obligatoriedad del uso de mascarillas al aire libre.
Tal vez los más “indisciplinados” en cuanto a los cuidados durante la pandemia han sido los encargados del fútbol profesional. En los últimos días se han detectado brotes en los equipos de Genoa, Torino y Nápoli. Aunque las autoridades han pedido suspender la Serie A por al menos dos semanas, los dirigentes se han negado, confiando en sus propios protocolos.
Pero la rigidez de las medidas sanitarias también se ha visto acompañada de un profundo trauma generado por la llegada del virus, que mostró aterradoras imágenes como los camiones militares repletos de cadáveres en la ciudad de Bérgamo. A esto se agregó el largo encierro, el que afectó psicológicamente a los italianos.
“Han aumentado las personas que sufren de los trastornos del estado de ánimo, de insomnio y de ataques de pánico. Para el futuro, también nos esperamos una alza en los afectados por estrés postraumático y burnout (el síndrome del quemado)”, expresó hace algunos meses la psicóloga Maddalena Castelletti a France 24.
La idea de los italianos es evitar una nueva cuarentena, considerando lo afirmado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que reconoció que el confinamiento total debe ser “el último recurso” para contener los contagios, considerando otras acciones como el uso de mascarillas, el distanciamiento físico asegurado y la constante higiene de manos.
Los problemas de los vecinos
Durante el miércoles Italia registró 3.600 casos nuevos de coronavirus, un número que desató todas las preocupaciones de las autoridades frente a la lenta llegada de la segunda ola. Sin embargo, con sus 125.000 test PCR realizados en la jornada, la positividad sigue siendo bajísima.
En esa misma jornada, por ejemplo, Francia sumó más de 19 mil casos en un solo día, un récord del país para durante toda la pandemia. El 4 de octubre pasado Reino Unido agregó 23 mil contagio por un insólito error en el conteo oficial.
Pero la comparación más recurrente para los italianos es España, nación que al igual que ellos recibió de lleno el COVID-19 entre marzo y abril. Entre agosto y septiembre, los ibéricos superaron los 800 mil contagiados, siendo los más afectados de todo el continente. También subieron la cantidad de fallecidos, saltando del 29 mil a 32 mil en dos meses.
Los españoles, a diferencia de Italia, no están bajo un estado de emergencia, por lo que surgieron conflictos entre las múltiples comunidades autónomas y el gobierno central a la hora de definir acciones preventivas.
Pero la gran distancia entre ambas naciones está en la estrategia de trazabilidad. Aunque Italia realiza menos test, posee un sistema llamado “network testing”, el que investiga a todas las personas vinculadas a un paciente con síntomas sin importar si tuvo contacto directo con el afectado. En España, en cambio, hubo un colapso en los servicios de salud primaria encargados del seguimiento de los casos.
Otra diferencia entre los países es la disciplina y acciones entre sus ciudadanos, ya que los italianos siguen limitando sus movimientos, mientras que los españoles retomaron las visitas familiares, las que se asociaron a los brotes en diversas localidades.