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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Agua: ¿Cómo estás?

El 21 de mayo pasado una luz de esperanza alumbró este drama con el discurso presidencial de la señora Bachelet al anunciar una propuesta de reforma de la colonizadora actual Ley de Aguas (y también con una Ley de Glaciares). Pero aún esta luz está más subterránea que los 33 hermanos mineros de Copiapó.

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Luis Infanti es Monseñor y Obispo Vicario Apostólico de Aysén

Tú que quieres ser dueño del agua,
muéstrame el certificado de propiedad de las nubes

Algunos años atrás (febrero de 2009) participé en pleno centro de Milán (Italia) a una exposición imponente, titulada: “El alma del agua”. Yo iba a presentar la Carta Pastoral “Danos hoy el agua de cada día”.

La esencia del agua inspiró, SIEMPRE, a artistas, políticos, amas de casa, religiosos, estrategas, intelectuales.

Hoy el agua, esencial para la vida de todo ser vivo, no solo inspira, sino que CUESTIONA a todo ser humano, sobre todo en Chile, único país al mundo, que entregó, hace 33 años, las tres instancias del agua dulce (propiedad, distribución y gestión), a empresas privadas, preferentemente transnacionales extranjeras, gratis y a perpetuidad. Y esto, por LEY.

Esta vergonzosa entrega constitucional, avalada por la Ley de Aguas de 1981, se revela cada día más como una ley inmoral, antiética, antisocial e inhumana, pues su privatización potencia el mercado, por sobre el derecho humano al agua como bien común de uso público, marginando a enteras poblaciones a su uso y favoreciendo las ya poderosas empresas mineras, forestales, hidroeléctricas, industriales,…

Hoy Chile sufre gravemente la sequía, sus campos lloran por la reducción de producción de alimentos, numerosos pueblos otrora con abundancia de agua hoy deben recurrir a abastecerse con camiones aljibe (otro negocio?), ríos secos (o casi) son un dramático paisaje que dieron muerte ya a la vitalidad de los ecosistemas locales, para dejarle espacio a cloacas infectas. Y ésta dramática realidad no es solo por motivos del cambio climático.

Pero no todos lloran. Si en Estados Unidos el promedio de uso personal diario de agua es de 600 litros (higiene, alimentos, jardín, lavado de auto,…), en Gambia es de 5 litros diarios. En Chile, el pueblo más cuestionado en el consumo de agua, es Rocas de Santo Domingo: ¡1.300 litros diarios por persona, en verano!, ¡más del doble del promedio de Estados Unidos! No conozco este pueblo del litoral, pero imagino que esto NO ES CASUALIDAD.

La escasez de agua, su ausencia o su contaminación (¿tendrán algo que decir las empresas mineras?) son fuente de enfermedades, de falta de alimentos, de destrucción de la vida abundante de los ecosistemas.

En estos 33 años, si bien hubo algunos intentos de proyectos de ley para modificar la actual legislación, fueron aplacados y silenciados permanentemente. ¿Por qué? ¿Por quienes?

El 21 de mayo pasado una luz de esperanza alumbró este drama con el discurso presidencial de la señora Bachelet al anunciar una propuesta de reforma de la colonizadora actual Ley de Aguas (y también con una Ley de Glaciares). Pero aún esta luz está más subterránea que los 33 hermanos mineros de Copiapó. No conozco los alcances de este proyecto, pero SU ATRASO CREA CIERTAS SOSPECHAS.

Los financistas de las campañas políticas ¿estarán financiando también las conciencias y las definiciones legales de los legisladores y de los artífices de las leyes?

Todos confiamos que, también en esta problemática del agua, los más pobres y marginados no sigan sometidos a la vergonzosa y creciente inequidad.

Todos confiamos que las Instituciones respondan, en justicia y equidad, al bien común, y ojalá no lleguen a ser más inútiles que ceniceros de moto.

¡El pueblo de Chile no se dejará robar la confianza!

Entonces, preguntarle al agua ¿cómo estás? Equivale a preguntarle a Chile, en su estructura social, en su modelo político – económico, y sobre todo en su alma ¿cómo estás?

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