Las últimas reflexiones: Bielsa gana, gusta y se va
"Estoy muy, muy agradecido… de verdad". Miércoles 17 de noviembre, Estadio Monumental. Chile y Uruguay están listos para empezar a jugar, cuando un grupo de hinchas porta una bandera gigante dentro de la cancha. "Don Marcelo Bielsa, Chile le agradece", dice el lienzo en sus bordes. Aplausos y cánticos acompañan una especie de vuelta olímpica, hasta que la bandera es doblada y entregada como ofrenda al homenajeado.
“Estoy muy, muy agradecido… de verdad”. Miércoles 17 de noviembre, Estadio Monumental. Chile y Uruguay están listos para empezar a jugar, cuando un grupo de hinchas porta una bandera gigante dentro de la cancha. “Don Marcelo Bielsa, Chile le agradece”, dice el lienzo en sus bordes. Aplausos y cánticos acompañan una especie de vuelta olímpica, hasta que la bandera es doblada y entregada como ofrenda al homenajeado.
Chile superó sin inconvenientes al cuarto lugar en el último Mundial. Presionó, corrió ordenado y por momentos pareció muy superior. La primera media hora fue dominada por los hombres del rosarino. Atacando sobre todo por la izquierda, con Arturo Vidal y Fabián Orellana, la “Roja” llegaba bastante al arco de Muslera, pero sin mucho peligro. Hasta el minuto 39′, en que Alexis Sánchez recibió un pase en profundidad de Mauricio Isla, giró, amagó a Fucile y a Lugano para luego fusilar al portero uruguayo.
En el segundo tiempo, Chile siguió ocupando las bandas, pero esta vez la batuta la llevó por la derecha Alexis Sánchez, quien, acompañado de un Orellana que no tuvo problemas en ponerse el traje de armador, generaron más de un dolor de cabeza a la defensa “Charrúa”.
A los 75′, Vidal probó de distancia y aprovechó otra floja reacción de Muslera: 2-0, merecido, e inmediatamente empezaron los “Ohh, Bielsa no se va” y “Los chilenos jamás te olvidarán”.
Dos a cero. Amistoso y todo, un muy buen triunfo.
Pero todo eso importó poco. El protagonista fue otro. Uno que no corrió, no presionó y tampoco anotó alguno de los goles. El protagonista fue, por última vez, Marcelo Bielsa.
Se sabía que era un partido especial. Su despedida de la selección chilena -que confirmó a la salida del partido- había dejado de lado casi todos los aspectos futbolísticos en la previa del partido. Y, así mismo, los momentos más emotivos de la noche en el Estadio Monumental fueron los que rodearon al DT rosarino.
Y hay que tomarse un momento para pensar en lo que ha pasado. Lo repentina de toda la situación que ha rodeado el alejamiento de Marcelo Bielsa de la selección chilena ha dado paso a muestras de incredulidad, decepción y hasta de rabia. Es lógico. Poco común en un país como Chile, pero lógico al fin y al cabo. Sin embargo, vale la pena tomarse un momento.
“Siempre opiné a favor de la calidad de humana de los jugadores con los que me tocó convivir”. Vale la pena porque la incredulidad también estaba cuando llegó el rosarino, cuando salieron los primeros rumores de que él podía llegar a intentar arreglar el entuerto en que la “Roja” estaba metida por allá en el 2007. Jamones voladores en un hotel venezolano y una boleta de aquellas cortesía de Brasil en Copa América esperaban con los brazos abiertos al ex DT de la selección argentina.
“Siempre los equipos están lejos de ser perfectos”. Eso lo sabemos, pero los resultados llegaron. Para un país que se muestra incondicional con la selección como muchas veces no lo hace con los equipos de los que dice ser hincha, hay un par de recompensas que no llegan muy seguido. Las victorias en Lima, en Asunción y en la ciudad colombiana de turno ya no van a ser en blanco y negro; la paternidad argentina tiene por lo menos un tropiezo del cual Chile se puede colgar cuando haya que alimentar la esperanza otra vez.
Y parecía que todo debía seguir así. Con un mundial más que aceptable en los resultados y mucho más grato en la puesta en escena, la misión de Bielsa y sus muchachos hasta hace algunas semanas era seguir entregando esa ilusión que al chileno le encanta, la de dar por seguro que ser los mejores en algo no es tan lejano.
Ya se hablaba de cuál debía ser el rol de Pinilla en el equipo, de los nuevos terrenos para un centro de entrenamientos de primer nivel y de cómo traspasar todo el trabajo a las divisiones inferiores. Hoy, las dudas vuelven a ser las mismas de siempre.
Vuelven a ser las mismas de siempre incluso cuando el equipo anda derechito. “Yo tenía muchas expectativas de que el paso que diera el equipo hoy apuntara a la madurez, a la consolidación, a la independencia. Llega un momento en que el entrenador estorba, hay veces que es mejor no intervenir”.
El partido de anoche frente a Uruguay fue un buen ejemplo de cómo después de tanto trabajo las cosas parecen salir solas: una defensa que no tuvo mayores problemas frente a delanteros del primer nivel mundial, un mediocampo que entiende los relevos como algo natural y un ataque nutrido y con variantes. Todos son los mismos que no quieren que Bielsa se vaya.
No es poco probable que el futuro cercano de la selección sea igual o tanto mejor que en la actualidad. Ya suenan Carlos Alberto Parreira, Luiz Felipe Scolari y José Pekerman como reemplazantes. Por hoy, hay que olvidar eso aunque sea por un rato. Bielsa estuvo, está y estará lejos de ser perfecto. Pero, revisando los libros, no queda otra que ser agradecido.
Los técnicos pasan, dice el dicho que parece ser una máxima. Y los hinchas muchas veces no tienen mayores problemas con eso. Anoche, una bandera gigante quiso decir todo lo contrario.