Lula: el hijo del Brasil pobre que llegó al poder y eligió a su sucesora
Luiz Inácio "Lula" da Silva huyó de la miseria campesina, se hizo tornero, fundó un partido, llegó a la Presidencia en su cuarta candidatura y ahora, convertido en el líder más popular de la historia de Brasil, le entregará el cargo a su "elegida".
La "novela política" que es la vida de Lula ya ha sido recreada en ocho libros biográficos y en la película "O Filho do Brasil", que fue propuesta como mejor filme extranjero para la próxima edición de los premios Óscar.
Luiz Inácio “Lula” da Silva huyó de la miseria campesina, se hizo tornero, fundó un partido, llegó a la Presidencia en su cuarta candidatura y ahora, convertido en el líder más popular de la historia de Brasil, le entregará el cargo a su “elegida”.
La “novela política” que es la vida de Lula ya ha sido recreada en ocho libros biográficos y en la película “O Filho do Brasil”, que fue propuesta como mejor filme extranjero para la próxima edición de los premios Óscar.
El hijo más renombrado del paupérrimo noreste de Brasil dejará la Presidencia tras ocho años en el cargo con una tasa de popularidad del 87% y se la entregará a Dilma Rousseff, que era casi una desconocida hasta que él la impuso como candidata del Partido de los Trabajadores (PT), la formación que fundó en 1980.
Ese traspaso del poder será para Lula la coronación de una vida que comenzó un día que ni siquiera él tiene claro. Fue registrado como nacido el 6 de octubre de 1945, pero su madre, fallecida en 1980, juraba que tuvo al niño el 27 de ese mismo mes.
Su padre, Arístides da Silva, era un campesino analfabeto y alcohólico que tuvo 22 hijos con dos mujeres: Lindú, madre de Lula, y Valdomira, prima de la anterior.
Cuando Valdomira tenía 16 años, huyó con ella de la miserable Aldea de Vargem Grande (hoy Caetés) hacia Sao Paulo cuando faltaba un mes para que Lula naciera.
Pero detrás partió Lindú con la prole y, tras recorrer 3.000 kilómetros en la caja de un camión, se instaló en Santos, donde a los cinco años Lula vendía tapioca y naranjas y conoció a su padre.
Acabó la primaria en 1956 y en 1959 fue el primero de la familia con un título, de tornero mecánico, que le valió un empleo en 1960.
Seis años después entró al Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, desde cuya presidencia lideró el mayor movimiento obrero de la historia de Brasil, en duros tiempos de dictadura. Bebió en el marxismo y en 1980, con la apertura política, fundó el PT, que nació troskista y con los años y el pulso fuerte de Lula se inclinó al centroizquierda de hoy.
Fue candidato presidencial en 1989, 1994, 1998 y 2002. Al cuarto intento llegó al poder, pero ya no como el desaliñado obrero barbudo de puño en alto que pregonaba “revolución”, sino como un elegante político enfundado en trajes Armani que proclamaba “paz y amor”.
Su primer golpe de efecto en el Gobierno fue llevar a la portada de todos los diarios la cara africana de Brasil. Lula recorrió las regiones más pobres con todo su gabinete, para que sus ministros, muchos de “buena cuna”, sintieran “el olor de la pobreza”.
Apostó por la ortodoxia económica y pareció no tener oposición durante sus primeros dos años de gobierno, en los que su discurso social resonó más que los logros reales.
Se le atravesó entonces un escándalo de corrupción que descabezó a la cúpula del PT y surgió el Lula pragmático, que desmarcó a su propio partido del Gobierno para aliarse al centro y la derecha, volver a ser candidato presidencial en 2006 y ganar otra vez.
En su segundo mandato se rodeó de una variopinta coalición, en otra prueba de un enorme pragmatismo que siempre justificó con el alegato de que “se gobierna en función de la correlación de fuerzas políticas”.
Su proyección internacional y la del propio Brasil llagaron hasta límites insospechados, apoyadas ambas en el despegue de un país que en sus ocho años de Gobierno pudo sacar a 28 millones de personas de la miseria en que el propio Lula se crió.
En 2008 fue considerado como una de las veinte personas más influyentes del mundo por la revista Newsweek. En 2009, los diarios Le Monde (Francia) y El País (España) lo nombraron “Hombre del año“.
Así como se codeó con jefes de Estado y reyes, con su campechano carisma siempre habló con los brasileños la “lengua del pueblo”, criticada por académicos que durante estos ocho años le echaron en cara su falta de estudios.
Este año, en una de sus apuestas más fuertes, impuso a Rousseff como candidata del PT, se involucró en la campaña como si fuese suya y celebró la victoria de su “elegida” como la que logró en 2003.
En 2014 podría aspirar por sexta vez a la Presidencia, pero aún no da pistas sobre eso. Un día dice que puede ser y otro que no lo hará “ni amarrado”, porque sería “imposible” superarse a sí mismo.
Lo único que tiene claro es que, tras un descanso, se dedicará a promover los programas sociales que implantó en Brasil en países de América Latina y África, a los que quiere ayudar a superar un pasado de “colonización” y “esclavitud”.