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La historia de la madre que le mintió al médico para salvar a su hija

Amanda Davies debió mentir para lograr que su hija pudiera someterse a un examen que permitió descubrir un tumor que casi le cuesta la vida.

Mientras aguardaba en la sala de espera de un hospital junto a su hija, Amanda Davies tomó conciencia de lo que iba a hacer y, por un momento, se preguntó si era lo correcto.

“Sentí que no tenía mayor opción”, explicó la madre de 40 años, que reside en Cardiff, Inglaterra. Su mentira era decir que su hija Lil había sufrido una caída que le provocó vómitos.

En un acto desesperado, Amanda decidió que mentir era lo mejor, ya que necesitaba el escáner cerebral para descartar un tumor en Lil, quien había dejado de caminar hacía algún tiempo. Sin embargo, los especialistas aseguraban que era normal, y que no había nada de qué preocuparse. Davies está tranquila ahora, porque sabe que hizo lo correcto al seguir su intuición. De no haber sido así, su hija (de 4 años) habría sufrido un grave daño cerebral, debido a que le detectaron un tumor del tamaño de un limón en su cabeza

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Antes de aquel chequeo que le salvó la vida, Lil había visitado a cuatro profesionales, y ninguno de ellos mencionó el tumor, a pesar de presentar síntomas asociados.

Amanda y su esposo Aled comenzaron a preocuparse por su hija cuando, a sus tres años de edad, ya no podía subir las escaleras a pie, y debía arrastrarse con sus manos para lograrlo.

“Me alivió mucho que por fin me tomaran en serio”, aseguró la mujer, quien gracias a su testimonio falso, logró que detectaran el tumor cancerígeno.

David Walker, experto en oncología pediátrica en el Centro de Investigación de Tumores Infantiles en Nottingham, coincide con Davies. “Conozco muchos casos similares. Hay un problema en la profesión médica, y es la tremenda resistencia que surge para aceptar estos diagnósticos extremos. Los profesionales prefieren ir analizando en el camino, en lugar de asumir lo evidente”.

El cáncer cerebral es el que cobra más víctimas infantiles, y una de las razones de ello es, precisamente, un diagnóstico tardío. Según cifras de la Red de Inteligencia Nacional del Cáncer (en Inglaterra), el 23 por ciento de los tipos de cáncer se detectan cuando existen síntomas severos, lo que significa, por lo general, que ya es muy tarde para que el tratamiento sea efectivo.

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Para remover el tumor de Lil, ésta debió someterse a una cirugía de más de 10 horas. “Fue atroz. Lil no pudo dormir en los siguientes tres días, porque la llenaron de esteroides para disminuir la inflamación cerebral al mínimo”, recuerda su madre.

La pequeña necesitó terapias fonoaudiológicas y físicas intensas para lograr que sus capacidades volvieran a la normalidad. De momento, el cáncer está en retirada, pero existe un 50 por ciento de posibilidades de que éste se regenere.


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{title} Rafael Gumucio