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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Nación bipolar

El viernes, en la tarde, la sensación es que Chile, con suerte, pasa a la segunda ronda. Una vez más en 30 días pasamos de candidatos a campeones mundiales a seguros eliminados. Así como somos expertos en ganar los partidos antes de jugarlos, ahora dimos vuelta la tortilla y estamos perdiendo antes de salir a la cancha. Nada nuevo.

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Minuto 16 del partido entre Chile y Australia. Recién Valdivia metió el segundo gol, vamos ganando 2-0 y los miles de seguidores de la Roja que están en el estadio de Cuiabá empiezan a gritar “Ooole” cada vez que nuestros jugadores dan un pase. Minuto 35. Australia deja las cosas 2-1. Silencio en el Arena Pantanal. Hay que esperar hasta el minuto 92, cuando Beausejour marca el 3-1, para que la fanaticada se acuerde de gritar por Chile. La metáfora es perfecta. Así somos. Bipolares. Maníaco-depresivos. Extremos. Como nuestra geografía: sólo sur y norte. Como nuestra historia sísmica: ayer teníamos algo y hoy perdimos todo.

Aquí no hay espacio para los héroes deportivos como en Argentina. Caszely se farreó el penal y lo matamos. Zamorano apoyó el Transantiago y lo descueramos. Llueve un día y nos anegamos. Durante décadas aceptamos que el Estado y los patrones nos doblegaran, nos humillaran, mientras obedecíamos calladitos. Pero, de repente, explotamos y la Alameda de las delicias pasó a ser la Alameda de las manifestaciones. Todo rápido, sin tiempo para los procesos, para la reflexión.

Chile se ha convertido en un país bipolar, que pasa rápidamente de la euforia a la frustración y ésa es una enfermedad sociológica y no económica. Es la enfermedad del siglo XXI, que es colectiva, conectada y contagiosa”, decía hace unos meses un connotado empresario y dirigente gremial. “Pasamos de tener un abrigo para toda la vida al auto último modelo”. La frase es del psiquiatra Marco Antonio de la Parra, quien describe a nuestro país como ambivalente. “Si lo trasladamos a la consulta, tendríamos que hablar de las extrañísimas sicosis bipolares mixtas en las que estás deprimido y eufórico a la vez. Una sicosis terrible para quien la padece. Estás viviendo los dos momentos juntos: estás queriendo morirte y a la vez estás sobre acelerado”.

Alguien recordaba en redes sociales cómo las radioemisoras chilenas pasaron en cinco minutos de la fórmula locutores-música a la de conductores-conversación. De un día a otro, la frialdad ochentera se transformó en verborrea noventera. ¿Se han fijado en el éxito de la teleserie turca? Adivinen: ahora todos los canales están comprando teleseries turcas. Y no es chiste.

Vamos a la definición. “El trastorno bipolar es una grave enfermedad del cerebro. También se llama enfermedad maníaco-depresiva. Los que la sufren experimentan cambios de ánimo inusuales. A veces se sienten muy felices, animados y mucho más activos que de costumbre y, otras veces, todo lo contrario”. Parece un diagnóstico-país hecho con precisión de joyero.

Basta ver la discusión de la Reforma Tributaria. El gobierno la presenta como la panacea y la oposición como la destrucción de la economía. ¿Cómo diablos se puede tener una discusión seria y republicana con ese grado de extremismo? Vuelvo al fútbol y cito a Juan Cristóbal Guarello. “Es raro este país. Y hablo de la población en general, no de los hinchas específicamente. Bipolares, ambivalentes, eufóricos y depresivos…esquizofrénicos. Esto lo digo por las reacciones que hemos visto tras el sorteo del Mundial en Costa do Sauipe. Hace un mes, tras el partido con Inglaterra, se hablaba de ser campeones mundiales en Brasil. El viernes, en la tarde, la sensación es que Chile, con suerte, pasa a la segunda ronda. Una vez más en 30 días pasamos de candidatos a campeones mundiales a seguros eliminados. Así como somos expertos en ganar los partidos antes de jugarlos, ahora dimos vuelta la tortilla y estamos perdiendo antes de salir a la cancha. Nada nuevo.

Eso de levantarse como los mejores y acostarse como los peores del mundo es una constante en Chile. Podríamos hacer un congreso de siquiatras al respecto”. Es certero Guarello en su análisis. Da en el clavo. ¿No se convence aún de que somos una nación bipolar? ¿Necesita más pruebas? Le propongo lo siguiente. Observe a sus compañeros de pega y a sus amigos antes, durante y después del partido con España. Ahí me cuenta si le hace sentido esta columna.

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