Género: Deconstruir los estereotipos para construir la identidad
A través de la historia se nos ha dicho que debido a nuestros cuerpos disímiles mujeres y hombres tienen capacidades diferentes, y por lo tanto roles distintos en la sociedad. De alguna manera entonces, cada órgano reproductor se asocia a cierto papel que debemos cumplir, ciertos gustos que debemos tener y a formas de ser que debemos expresar.
Francisca Burgos es Psicóloga Voluntaria en Fundación Todo Mejora, diplomada en Ps. Clínica mención Neurociencias (UAI), y actualmente cursando Diploma en Género, Desarrollo y Políticas Públicas (U de Chile). Trabajo con niños y adolescentes transexuales.
En términos teóricos, se dice que el género se define como la construcción social de lo que entendemos por femenino y masculino. A diferencia del sexo, que representa nuestra biología (cromosomas, hormonas, gónadas, órganos sexuales, etc), es decir lo que nos define como mujer, hombre o intersexual, el género representaría a la construcción cultural y aprendida que se genera en torno a esas diferencias sexuales físicas.
Pero, ¿a qué nos referimos con Construcción Social? Este término acuñado por los sociólogos Peter Berger y Thomas Luckman, hace referencia a que la realidad no existe como objeto externo real, sino que se construye socialmente mediante la interacción cotidiana. En otras palabras, lo que yo considero como una realidad objetiva y absoluta, no es más que un acuerdo, una convención social que se ha transmitido de generación en generación y que en algún momento se volvió incuestionable, y que por lo tanto la creemos como “La Verdad”.
Desde este punto de vista, la sociedad mediante la educación, los medios, los organismos del Estado y sus políticas públicas, actúan como internalizadores, perpetuando la noción de que las cosas tienen una forma “esencial” de ser. Con esto, no busco realizar una crítica antisistema, las construcciones sociales nos entregan una base, una partida que nos permiten generar desarrollo y vivir en comunidad, la importancia está en tener siempre presente la noción de cómo lo que conocemos es algo construido, o como diría Maturana, que es una realidad entre paréntesis, y que por lo tanto puede ser deconstruida. Lo primordial es poner la construcción social al servicio de la sociedad, no a la sociedad al servicio de la construcción social.
En el caso del género, a través de la historia se nos ha dicho que debido a nuestros cuerpos disímiles mujeres y hombres tienen capacidades diferentes, y por lo tanto roles distintos en la sociedad. De alguna manera entonces, cada órgano reproductor se asocia a cierto papel que debemos cumplir, ciertos gustos que debemos tener y a formas de ser que debemos expresar.
Como resultado, al ser menos femenina se es menos mujer, y al ser menos masculino se es menos hombre. Además, para ser mujer debo tener vagina, y para ser hombre debo tener pene. Pero, si entendemos esto desde la mirada construccionista, ¿No será también una construcción social el pensar que el tener vagina me obliga a ser femenina y que el tener pene me obliga a ser masculino? ¿Y mas aún, si me adhiero totalmente a los fundamentos construccionistas, no sería también una construcción social el hecho de que para ser mujer debo tener vagina y para ser hombre debo tener pene?
Y entonces surge la pregunta, ¿Quién soy yo y cómo me he visto influenciado o bien influenciada por estos estereotipos? ¿Me he sentido forzado o forzada a actuar de alguna manera o a hacer algo sólo por el órgano reproductor que tengo o por el género que me identifico? ¿Habría sido diferente si no hubiera crecido la asociación predominante de que sexo es igual a género? ¿Y si el género es de hecho una construcción social, que es propiamente femenino o masculino en estos días donde todo los roles de hombres y mujeres se han visto modificados?
Ciertamente son preguntas difíciles de responder, sin embargo existe un aspecto que es claro: estamos tan cegados por nuestras propias construcciones sociales que no logramos ver como hoy las consideramos como aquella realidad única, y más aún como es muy probable nos hayan moldeado e influenciado a ser quienes somos hoy en día.
El preguntarme quién soy yo y como llegué a constituir esta manera de ser, es el primer paso para reflexionar sobre cómo existen otras posibilidades, no sólo de identificarme sino que también de ver el mundo. La idea es cuestionarse, auto-observarse, y con suerte ver más allá de los estereotipos.