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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Capitalismo y diversidad ¿Dónde esta la contradicción?

Más bien —agrego— me parece incoherente defender la ampliación del Estado en los terrenos económico, cultural, educacional, etc., a la par que las libertades personales en materia de género y sexualidad. La razón es que siempre —por activa o por pasiva— la restricción de la libertad económica implica un control directo sobre las personas, sobre sus cuerpos, etc. Lo que Michel Foucault llamó Biopolítica.

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Aunque no suelo escribir columnas aludiendo a mis vivencias personales, en esta oportunidad no puedo dejar de hacerlo. Con bastante frecuencia, y a través de diversos medios, personas de izquierda que forman parte del movimiento LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex) me han hecho ver la contradicción que supondría ser, al mismo tiempo, transexual y partidaria del sistema de libre mercado, lo que —sin tapujos— denomino capitalismo.

Siempre respondo que no me parece contradictorio creer en la libertad en todos los ámbitos, lo que se expresa en la existencia de un Estado mínimo, especialmente ajeno a espacios de desarrollo personal (como los de carácter identitario) y de vida privada (como la formación de familias). Más bien —agrego— me parece incoherente defender la ampliación del Estado en los terrenos económico, cultural, educacional, etc., a la par que las libertades personales en materia de género y sexualidad. La razón es que siempre —por activa o por pasiva— la restricción de la libertad económica implica un control directo sobre las personas, sobre sus cuerpos, etc. Lo que Michel Foucault llamó Biopolítica.

Un caso representativo de la incoherencia indicada puede verse en el discurso e iniciativas del senador Guido Girardi, quien, si bien se muestra muy liberal en algunos temas “valóricos” (aborto, matrimonio igualitario, etc.), y a la par que emite un discurso marcadamente antiempresarial, no duda en presentar diversos proyectos destinados a controlar las decisiones de las personas sobre su propio cuerpo, por ejemplo, en materia alimenticia. El senador Girardi cree saber mejor que las personas lo que ellas deben comer. Su discurso es profundamente paternalista: parte de la base que las autoridades deben decidir por las personas, porque éstas serían como niños, incapaces de tomar sus propias decisiones.

En cambio, la valoración del capitalismo supone considerar a las personas como mayores de edad y como suficientemente inteligentes para tomar libremente sus decisiones. No hay contradicción alguna en apoyar el libre mercado y, al mismo tiempo, defender las libertades personales en el plano “valórico”. El mercado es un espacio en que las personas manifiestan sus preferencias sobre bienes que les ayudarán a decidir en ámbitos no directamente económicos. Un ejemplo es el de las llamadas tribus urbanas: gracias a la libertad de comercio, existe una variedad de tiendas que ofrecen vestimentas y diversos productos asociados a los movimientos musicales y culturales de que tales tribus dan cuenta. Lo mismo puede verse en materia étnica, por ejemplo, a través de la existencia de farmacias mapuches.

Por lo mismo, no es casualidad que el movimiento LGBTI —que, en un comienzo, se denominó del orgullo gay— haya nacido en un bar estadounidense, en Stonewall. No nació en ninguna oficina estatal. Surgió, justamente, en oposición a un conjunto de redadas policiales que atacaban a dicho bar por acoger a lesbianas, homosexuales y trans. Los pioneros de este nuevo movimiento social surgieron en oposición a la coacción estatal y no en defensa de ella (el estatismo siempre implica coacción). Lo mismo sucedió en Chile: incluso durante la dictadura, los únicos refugios o espacios de sociabilidad con que contaron las personas de la diversidad sexual fueron bares y discotecas.

Contrariamente a lo que muchos sostienen, el capitalismo como tal es profundamente libertario, lo que se puede comprobar al cruzar los datos de los rankings de libertad económica versus los de inclusión de la diversidad sexual y de género. En promedio, y por lejos, los países con más libertad económica son los que cumplen con más altos estándares en materia de reconocimiento y protección de estas diversidades. En cambio, los países más estatistas en lo económico son los que cuentan con niveles más bajos de cumplimiento y, peor aún, con leyes de persecución, que incluyen la pena de muerte y de prisión, y normas restrictivas a la libertad de asociación y de expresión de las personas y grupos históricamente discriminados.

En el marco de las sociedades abiertas, lo que afecta la diversidad no es el capitalismo, sino el conservadurismo —que cree en la libertad económica, pero no en las libertades personales— y el progresismo (o socialismo “renovado”), que defiende algunas libertades personales, pero ataca las de orden económico, que son fuente y contexto del libre desarrollo de las personas, especialmente en materia identitaria.  

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