Socialismo del siglo XXI, la nueva falacia de la izquierda
Los liberales serios son los únicos capaces de defender un modelo de desarrollo basado en la confianza e esfuerzo individual, el respeto a la propiedad privada y el fundamental rol del capital que genera progreso. Donde la igualdad de derechos es fundamental, así como el respecto irrestricto al plan vital del prójimo. Por tanto implica obligaciones y carece de romanticismo.
José Francisco Cuevas Vila es Ingeniero Comercial Magister en Economía UNAB -IEDE, Cursando Maestría en Política Económica en el SMC University
El marxismo fracasó en todos las partes del mundo. Sin embargo sigue estando presente esa idea de un gran Estado y de un planificador central que no tuvo éxito. Eliminar la propiedad a los factores de producción distorsiona la contabilidad nacional y altera los precios relativos, que son fundamentales para el desarrollo económico. Sin precios no tenemos ninguna información de dónde invertir, donde comprar, que es caro o barato, y en el extremo si hacemos carreteras de diamantes o cemento es indiferente. Lo que pretende el socialismo en el siglo XXI es algo similar.
¿Por qué estos modelos generan adhesión? Porque plantean algo ideal y romántico. A muchos intelectuales les cuesta asumir algunos errores de fondo y pretenden igualarnos a todos pese a que no somos iguales. La única igualdad deseable es la igualdad ante la ley. Sin embargo donde más se acogen estas ideas es en América Latina: Venezuela, Bolivia y Ecuador adhieren a este sistema.
La inconsistencia se ve una una vez que los políticos son electos. Pues ahí si que aumentan las desigualdades. Los presidentes en estos países pasan a ser emperadores, se reeligen constantemente y el Estado se hipertrofia de amigos de la familia presidencial, aumenta el gasto público y comienza el clientelismo. Los que se muestran a favor del gobernante acceden a beneficios extraordinarios y los díscolos son castigados por el sistema. De a poco se comienza a perder libertad individual llegando al extremo del colectivismo.
El Estado está hecho por personas con sus propios intereses y convicciones, por tanto no existe algo como “el bien común”. Este “bien común” es simplemente lo que considera como “bien” o “común” quién gobierna.
Los liberales serios son los únicos capaces de defender un modelo de desarrollo basado en la confianza e esfuerzo individual, el respeto a la propiedad privada y el fundamental rol del capital que genera progreso. Donde la igualdad de derechos es fundamental, así como el respecto irrestricto al plan vital del prójimo. Por tanto implica obligaciones y carece de romanticismo.
Es precisamente aquí donde al marximo y neomarxismo se le debe ganar en el debate de ideas y educar a los ciudadanos. Es primordial que el mensaje debe ser transmitido claramente por liberales.
De lo contrario es muy fácil dejarse seducir por ideas del mínimo esfuerzo y máxima ganancia y creer en el mundo de la fantasía y en que los países se construyen en 4 años. De cambiar todo lo considerado malo y que se mantenga todo lo considerado bueno.