Pokemon GO: Una moda que dejará su legado
Me pregunto cómo cambiaría la crítica si en vez de buscar pokemones estuvieran buscando íconos de nuestra historia o cultura y haya que ir a Isla Negra para poder capturar un ‘Pablo Neruda’ o visitar Vicuña para atrapar una ‘Gabriela Mistral’.
Cristian Warnken declama, irrumpe y disiente a viva voz a través de su columna por el juego que ha revolucionado el orbe. Los llama ‘zombies’, que ocupan y copan los espacios públicos, plazas y calles ensimismados jugando Pokemon Go.
Mi pregunta es ¿cuál es el problema?, ¿dónde está el pecado?, ¿por qué la molestia por “irrumpir” en los espacios públicos?, que por cierto son patrimonio de todos, la ciudad viva, un espacio democrático, libre y abierto a todo tipo de manifestaciones.
Pokemon Go es un juego que mezcla inevitablemente la realidad con el mundo digital y que lleva poco más de un mes en nuestro país. Warnker se pregunta de dónde salieron estos ‘zombies’ que se aglomeran en parques, plazas, salidas de metro y todo punto donde es posible capturar de forma masiva a las criaturas virtuales.
Pues bien, estos ‘seres’ siempre han existido, pero estaban encerrados en sus casas, tras un computador o una consola, jugando durante horas acostados en su habitación, compartiendo lo menos posible con el mundo real y alejado de la luz solar, sólo interrumpiendo su rutina para comer o ir al baño.
Ahora están obligados a salir, recorrer las calles, interactuar con otros jugadores e inevitablemente ver la realidad de una ciudad que se presenta por detrás de sus aparatos celulares. ¿Qué tiene eso de malo?
Está bien, podremos enumerar muchas otras alternativas para ocupar el tiempo libre de mejor forma, pero no seamos utópicos; si no están cazando pokemones invertirán su tiempo en otro pasatiempo nocivo y distinto a leer un libro o ir a una exposición en un museo, como muchos quisiéramos.
Veamos lo positivo que nos va quedando. Basta acudir a un espacio público para encontrar a padres e hijos hablando de cómo evolucionar un ‘charmander’ y de cuántos ‘caramelos’ necesitan para ello. Grupos de amigos que caminan varios kilómetros para eclosionar un huevo, siendo las mascotas los más beneficiados con la extensión de sus paseos diarios, parejas buscando en conjunto ese pokemon que les falta para completar su pokédex o ganar en un gimnasio.
Es reflejo de una sociedad vacía de conocimientos el que un juego como este tenga tal nivel de impacto, transversal al rango etario, con lo negativo que pueda ser eso para la formación de nuestros hijos, cierto; Pero ver a distintas generaciones compartiendo por nuestra ciudad no creo sea un retroceso en nuestra evolución, yo los prefiero ahí empoderados del entorno.
Me pregunto cómo cambiaría la crítica si en vez de buscar pokemones estuvieran buscando íconos de nuestra historia o cultura y haya que ir a Isla Negra para poder capturar un ‘Pablo Neruda’ o visitar Vicuña para atrapar una ‘Gabriela Mistral’.
Pokemon Go es la moda del momento y cuando pase nos quedará el consuelo de que varios jugadores, ya aburridos de esa rutina, pasarán a otro pasatiempo (‘pierde tiempo’), pero al menos sabrán donde queda el Museo de Bellas Artes, subirán el cerro Santa Lucia, conocerán La Moneda y habrán bajado algunos kilos de peso por su deambular por la ciudad. Mejor eso que la soledad y sedentarismo de una habitación vacía, donde llevan décadas siendo ‘zombies’ invisibles.