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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Deconstruyendo la sonrisa condescendiente de José Miguel Villouta

"A propósito: 'El cuento de la niñera', está descatalogado en español (...) Por ende, si buscabas el libro a nivel latinoamericano era imposible que lo encontraras".

Por Karen Denisse Vergara Sánchez
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Karen Denisse Vergara Sánchez es Periodista e investigadora en temáticas de género y violencia

Partió el 2 de mayo como un simple tuiteo: “Las feministas chilenas son tan chilenas que en ninguna librería he podido encontrar El Cuento de la Criada. Acá el canon es así de penca”. De esta forma, José Miguel Villouta comenzaba lo que sería una serie de comentarios en Twitter bajo los cuales su pseudointelectualismo pretendía salir a flote, específicamente criticando al movimiento feminista que no estuviese el libro que inspiró la serie del momento: “The Handmaid’s Tale”, basada en la obra homónima de Margaret Atwood. Tras algunos mensajes de usuarias de la red social que acusaban el mansplaining (o como ciertos hombres tratan de anular con su opinión prepotente algo dicho por una mujer) del animador, éste se dedicó a criticar duramente a cualquier mujer que quisiera entregar su opinión al respecto.

Con réplicas tales como: “Vaya a prepararle un sandwich al pololo o al papá”, Villouta intentaba enseñarnos cómo se debe ser feminista letrada, porque claro, increpar a alguien que denosta a todo un movimiento es motivo para que el animador se involucre hablando sobre lo que una usuaria de Twitter debe hacer, en este caso volver a las “labores de la casa”, algo que precisamente hace burla del trasfondo del libro de Antwood: denunciar la sumisión de la mujer a lo largo de la historia y su utilización como territorio de conquista.

El animador más tarde responde diciendo que quienes lo critican son flaites. ¿Por qué el “flaitear” a alguien es sinónimo de denostación? ¿Qué es ser flaite? ¿Es legítimo en un país con un 20% de personas en situación de pobreza multidimensional (educación, salud, calidad de vida) tildar a alguien de flaite, por no compartir el interés de que el feminismo se preocupe de encargar el libro que tú quieres leer en tu librería favorita? En Chile, un 50,5% de los trabajadores recibe una suma igual o inferior a $260.000 líquidos mensuales. Entonces me pregunto ¿alcanza siquiera para soñar con entrar a una librería?

El discurso de Villouta se asemeja al de Mario Vargas Llosa, aduciendo que los pobres no leen porque son ignorantes. ¿Conocerán ambos la realidad de una biblioteca comunitaria?¿Se habrán preguntado alguna vez, cuántas personas sin poder adquisitivo van leyendo en el metro desde su teléfono en letra minúscula un texto que les llamó la atención? “Cuando no sabes de la importancia de Margaret Atwood y El Cuento de La Criada. Otra educación”, señaló el animador. ¡Por supuesto que tenemos otra educación! ¿hace falta mencionarlo? Qué es lo que le da superioridad moral a él para definir lo que es tener educación de lo que no? ¿Acaso sabrá del esfuerzo de muchas profesoras y profesores por ir cambiando la realidad de lo que se lee y comprende en nuestro país?

Pero él insiste en que en los malls atiborrados de gente no se vende “El Cuento de la Criada” y debería ser culpa y vergüenza del feminismo chileno. Pareciese ser que para Villouta el feminismo se trata solo de academia o superioridad moral cultural. Miles de mujeres jamás tuvieron formación alguna en feminismo teórico y aún así levantaron banderas de lucha por Latinoamérica. Batallas donde fueron dejadas al margen por los movimientos obreros y de las cuales aprendieron a organizarse bajo sus mismas discrepancias y similitudes. Hay un mundo entero más allá de lo que se entiende por feminismo occidental o blanco y que muchas veces en poco y nada se asemeja al escenario actual de países como Chile, existen otras lecturas para ello, por ejemplo “Feminismos desde Abya Yala”, que está en PDF por disposición de su misma creadora e investigadora y que habla de las ideas y proposiciones de mujeres de más de 600 pueblos americanos.

Aún con esto, el discurso de Villouta se cae inmediatamente cuando nos paramos a pensar desde el privilegio. Ser feminista en Chile tiene poco y nada de ello, es una resistencia contra todo el sistema. Es estar en cinco frentes a la vez, es exigir justicia por Nabila y a la vez darnos cuenta que en Cañete, en Arica y Santiago desaparecen más mujeres en manos de sus parejas. Es tratar de sacar la voz bajo el acoso diario, el hostigamiento. Es pensar en las hijas de Rafael Gumucio, quien dice que jóvenes que reciben bullying y se suicidan “no están hechos para la sociedad”. Es constatar cómo se ocultan los crímenes de odio bajo la alfombra, las violaciones, los abortos, defenderse de los trabajos precarios que muchas mujeres ejercen en este país, ni hablar de mujeres transgénero o transexuales, peor aún.

¿Y tú esperas que acampemos afuera de la librería de un mall, exigiendo que traigan un libro de la mujer que precisamente critíca este sistema? Si hay un lugar donde Margaret Atwood está, es precisamente en la calle, en las personas que abarrotan a diario Extranjería intentando regularizar sus papeles para ser mano de obra de un sistema que solo sabrá cobrarles. La misma escritora que tú con tanta liviandad comentas es parte fundamental de la crítica contra la esclavitud, de la tiranía del consumo y los bienes distribuidos entre el porcentaje más rico de los países desarrollados.

En Chile está comenzando recién un auge en los estudios de género y feminismo a nivel académico, principalmente gracias al trabajo de grandes profesoras que empezaron a plantear el tema a nivel de pregrado y postgrado (dentro de lo hegemónica que resulta la academia chilena). Quisiera entonces preguntarte si sabes del costo de los libros que hombres y mujeres buscan para poder instaurar estos debates en nuestro país. Buscando en librerías online extranjeras (sin impuestos), el precio más económico y con 40 a 50 días de espera en el despacho, es superior a 25 mil pesos. En Chile, ni hablar: Leer a Clarice Lispector supera los 15 mil pesos por libro, Judith Butler cerca de 17 mil, Donna Haraway ni siquiera ha vuelto a ser traducida al español y los libros que quedaron de ella entre algunos coleccionistas superan los 45 mil pesos. Marcela Lagarde no ha vuelto a ser editada más allá de España y México y supera los 18 mil. Ahora considera que el estipendio para materiales que algunos jóvenes tienen gracias a la Beca Bicentenario en el pregrado es de $15.500 pesos mensuales. ¿Alcanza entonces para leerlos más allá del PDF?

A propósito: “El cuento de la niñera”, está descatalogado en español. Se planea una re-edición de la obra de Atwood luego de este reciente revival de su obra gracias la adaptación televisiva. Por ende, si buscabas el libro a nivel latinoamericano era imposible que lo encontraras. Quizás si lo traduces del inglés podríamos tenerlo pronto. Es más, José Miguel, te insto a que cuando vuelva a estar disponible en Chile le regales al menos un ejemplar a una biblioteca comunitaria, para que el conocimiento circule, pienso yo.

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