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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Masculinidades y vejez

"La masculinidad tradicional intrínsecamente niega este estado como tal, por tanto al llegar a ello no hay abordaje posible desde los sujetos masculinos que han sido criados y vivido la vida según esos preceptos tradicionales de 'ser hombre'".

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Devanir da Silva Concha es Antropólogo de la Universidad de Chile. Diplomado en Género y Sociedad de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y con Masters Degree de Gothemburg University.

¿Cómo enfrentamos los varones, en términos de salud mental, la vejez y la muerte? A partir de esta noticia que una de las leyendas del rock, Erick Clapton, ya no podrá tocar guitarra es que me pregunto: ¿Cómo enfrentamos – dado que lo masculino está culturalmente asociado a una noción del cuerpo, modernidad y fuerza (léase David Le Breton) – entonces como enfrentamos (en tanto sujetos y/o sociedad) el hecho de la degeneración de cuerpo? El cuerpo, en la masculinidad tradicional, es esa entidad física que constituye en la bisagra de lo abstracto y de lo concreto que deja de funcionar y, por tanto, deja de ser un referente identitario, y debemos comenzar a pensar (nos), en tanto sujetos masculino, desde otro orden o eje identitario. Esta es una creciente realidad y tiene una relación con la identidad masculina y comienza hoy ser una preocupación social mayor (inclusión en las políticas públicas pero una perspectiva de género (más allá de la inclusión de las mujeres) necesita lecturas particulares para que las medidas generales, políticas públicas, puedan ser más ajustadas a la realidad de género y no solo puesto en marcha como medidas estandarizadas.

La vejez no es una etapa objetiva, un abismo mortal sino un estado al cual, culturalmente, ingresamos mediante ritos y acciones colectivas, en determinado tiempo, cargando con la significado que esa etapa implica. Otro caso que nos podrá permitir ejemplificar lo quiero decir aquí es la noticia de Francesco Totti en esta nota. Nos delata algo sobre la vejez (social, y en relación a un deporte) y algunos aspectos que lo rodea, como la soledad. ¿Cómo enfrentamos los varones – ahora en una sociedad es cada vez más vieja, la curva de natalidad en baja y el árbol demográfico invertido – esa etapa de la vejez o muerte social? Mi suegro, ya hoy al otro lado, decía antes de que naciera mi hija, su nieta, que: “¿para que sigo aquí (en la tierra) si ya he hecho todo? Mis hijas están casadas y con sus profesiones, ya la “pega” está hecha”. Al nacer mi hija dijo “ahora puedo morir feliz”, después entró al colegio dijo “ya esto es un regalo de la vida”, etc., así hasta que mi hija cumpliera 8 años.

Mi punto es que la vieja escuela (de la masculinidad) nos enseñó que hay cosas que se cumplen (norma) como hombre, después de eso la tarea concluye y no hay nada más que hacer y no existe una realidad más allá de ese límite. No sabemos vivir porque no somos útiles, el cuerpo ya no es fuerte ni resistente. El modo tradicional de vivir la masculinidad excluye, creo, vivir (en) la vejez porque se contrapone con todos los elementos que define, tradicionalmente, lo que es ser un “ser” masculino: fortaleza, autonomía, trabajo, etc. Todo aquello que no se puede realizar cuando eres viejo, porque nos volvemos dependiente de otr@s para acciones básicas de la vida, o cuando eres jubilado e inactivo. Ya la mera palabra genera desconcierto: estar inactivo, o sea pasivo. La masculinidad tradicional intrínsecamente niega este estado como tal, por tanto al llegar a ello no hay abordaje posible desde los sujetos masculinos que han sido criados y vivido la vida según esos preceptos tradicionales de “ser hombre”. Entonces, en esto, volviendo al caso de Totti, lo que me llama la atención – y que nos permite pensar las masculinidades – es que el jugador pide (acto ya bastante – culturalmente hablando – poco masculino) ayuda y acompañamiento – a los fans – diciendo “Ahora tengo miedo, esta vez los necesitaré yo”. La autonomía emocional ya no se juega desde su precepto tradicional sino el sujeto, desde esa red de relaciones sociales que lo constituye y desde ahí dice que no tiene esa autonomía y requiere ser acompañado porque tiene miedo. Reconocer el miedo, creo, y de estar solo es un paso adelante en función de la masculinidad tradicional; miedo de no saber qué hacer después de haber hecho solo una cosa en la vida: jugar fútbol, por 25 años en el “club de sus amores”. Hacerlo (decir que tiene miedo) públicamente es también un tema que vale la pena destacar, no para hacer de él un héroe, individualmente, sino para permitirnos una reflexión en torno al/los sujeto/s masculino/s que no son famosos ni tiene tribuna para señalar miedos sino guardaselos.

En ambos casos, Totti y Clapton, el cuerpo y sus falencias naturales en esa etapa es un tema particularmente relevante ahora que esa generación de hombres de los 40/50/60 (del siglo pasado) viven la vejez. Cuando debatimos sobre el tema de género, en general, no asociamos a los sujetos masculinos, dado que está asociado a lo hegemónico. Y como tal queda fuera de ser puesto en la escena de debate, como sujeto social, en términos de género. No quiero hacer el debate incluisión/exclusión – debate bastante engorroso por lo demás -, sino plantear la posibilidad de pensar el/los sujeto/s masculino/s fuera del encuadre de los conceptos de hegemonía, tradicional, tóxico, etc. Estos adjetivos solo condicionan el debate porque se responde qué tipo de masculinidad se está refiriendo pero en ningún caso plantear un debate desde la multiplicidad, procesos y proyectos de género que están en escena, y desde donde vienen tales proyectos de género (en varones).

Entonces, los sujetos sociales somos producto de un proceso, y como tal deberíamos mirarnos cómo somos producidos por nosotros mismos, nuestro entorno y las condiciones estructurales de la sociedad capitalista. De hecho, varias feministas (Segato , Badinter , Frederici etc.) plantean cuestiones importantes en esta línea (economía e identidad), en el seno de la sociedad capitalista. Mirar el proceso (diacronía) de construcción de la masculinidad/es más que criticar el producto (sincronía) es lo que se propone porque lo cultural (género) es complejo, de tiempo largo, interseccional y simbólico por lo cual el lente debe estar en mirar esos procesos cotidianos de manera permanente.

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